Capítulo 29
EL DESPERTAR
La clausura de la
brecha
1. No hay tiempo, lugar ni estado del que Dios esté ausente. No hay
nada que temer. Es imposible que se pudiera concebir una brecha en la Plenitud
de Dios. La transigencia que la más insignificante y diminuta de las brechas
representaría en Su Amor eterno es completamente imposible. Pues querría decir
que Su Amor puede albergar una sombra de odio, que Su Bondad puede a veces
trocarse en ataque y que en ocasiones podría perder Su infinita Paciencia. Esto
es lo que crees cuando percibes una brecha entre tu hermano y tú. ¿Cómo ibas a
poder, entonces, confiar en Dios? “Pues
Su Amor debe ser un engaño. Sé precavido entonces; no dejes que se te acerque
demasiado y mantén una brecha entre Su Amor y tú a través de la cual te puedas
escapar en caso de que tengas necesidad de huir.”
2. He aquí donde más claramente se puede ver el temor a Dios. Pues el
amor es traicionero para aquellos que tienen miedo, ya que el miedo y el odio
van siempre de la mano. Todo aquel que odia tiene miedo del amor y, por ende,
no puede sino tener miedo de Dios. Es indudable que no conoce el significado
del amor. Teme amar y ama odiar y, así, piensa que el amor es temible y que
el odio es amor. Esto es lo que inevitablemente les sucede a todos aquellos que
tienen en gran estima a esta pequeña brecha, creyendo que es su salvación y
esperanza.
3. ¡El temor a Dios! El mayor obstáculo que la paz tiene que salvar no
ha desaparecido todavía. Los demás ya han desaparecido, pero éste todavía sigue
en pie, obstruyendo tu paso y haciendo que el camino hacia la luz parezca
obscuro y temible, peligroso y sombrío. Has decidido que tu hermano es tu
enemigo. Tal vez tu amigo en algunas ocasiones, siempre que sus diferentes
intereses permitan su amistad por algún tiempo. Pero no sin dejar una
aparente brecha entre ustedes en caso de que se vuelva a convertir en tu
enemigo. Deja que se te acerque, y te
haces atrás; acércate a él, y él instantáneamente emprende la retirada. El
acuerdo que establecieron fue tener una amistad cautelosa y de limitado
alcance, cuya intensidad estuviese cuidadosamente restringida. De modo que lo
único que tú y tu hermano hicieron fue establecer un pacto condicional en el
que uno de sus puntos era una cláusula de separación que tanto tú como él
acordaron no violar. Y convinieron que violarla sería una infracción del
acuerdo de todo punto intolerable.
4. La brecha entre ustedes no es el espacio que hay entre sus cuerpos,
pues ese espacio tan solo da la impresión de dividir sus mentes separadas. La
brecha entre ustedes es el símbolo de una promesa que se han hecho de
encontrarse cuando les parezca, y luego separarse hasta que los dos decidan
encontrarse de nuevo. Y entonces sus cuerpos parecerán ponerse en contacto y concertar
un lugar de encuentro. Pero siempre es posible que cada uno siga su camino. Supeditado
al “derecho” de separarse, acuerdan reunirse de vez en cuando y mantener su
distancia con intervalos de separación que los protejan del “sacrificio” del
amor. El cuerpo los salva, pues los aleja del sacrificio total y les da tiempo
para reconstruir una vez más sus yos separados, que creen que realmente menguan
cuando se reúnen.
5. El cuerpo no podría separar tu mente de la mente de tu hermano a
menos que quisieras que fuese la causa de su separación y distanciamiento. Por
consiguiente, le atribuyes un poder que no posee. Esto es lo que hace que tenga
poder sobre ti. Pues ahora piensas que el cuerpo determina cuándo deben
reunirse y limita su capacidad de estar en comunión con la mente del otro. Y
así, te dice adónde ir y cómo llegar hasta allí; lo que te es factible emprender
y lo que no puedes hacer. Te dice también lo que su salud puede tolerar, así
como lo que lo fatigará y enfermará. Sus “inherentes” debilidades establecen
los límites de lo que puedes hacer y hacen que tu propósito sea débil y
limitado.
6. El cuerpo se avendrá a todo esto, si ése es tu deseo. Permitirá
solamente limitados desahogos de “amor”, intercalados con intervalos de odio. Y
se hará cargo de decidir cuándo puede “amar” y cuándo se debe refugiar en el miedo
para mantenerse a salvo. Enfermará porque no sabes lo que es amar. De este
modo, utilizarás indebidamente toda circunstancia y a todo aquel con quien te
encuentres, y no podrás sino ver en ellos un propósito distinto del tuyo.
7. El amor no exige sacrificios. Pero el miedo exige el sacrificio del
amor, pues no puede subsistir en su presencia. Para perpetuar el odio, es
preciso temerle al amor y limitar su presencia solo a algunas ocasiones,
manteniéndolo alejado el resto del tiempo. De esta manera, se le tiene por
traicionero porque parece ir y venir a su antojo y no ofrecerte ninguna
estabilidad. No te das cuenta de cuán limitada y débil es tu lealtad, y de cuán
a menudo le has exigido al amor que se aleje de ti y te deje solo y en “paz”.
8. El cuerpo, que de por sí no tiene ningún objetivo, es la excusa que
tienes para las diversas metas que abrigas y que le obligas a perseguir. No es
su debilidad lo que te asusta, sino su falta de fuerza o de vigor. ¿No te
gustaría saber que nada se interpone entre tú y él? ¿No te gustaría saber que
no hay brecha tras la que te puedas ocultar? Los que descubren que su salvador
ya no es su enemigo experimentan un sobresalto. Cuando se descubre que el
cuerpo no es real se suscita una cierta aprensión y se experimentan matices de
aparente temor en torno al feliz mensaje de que “Dios es Amor”.
9. Cuando la brecha desaparece, no obstante, lo único que se experimenta
es paz eterna. Nada más que eso, pero tampoco menos. Si no tuvieras miedo de
Dios, ¿qué podría inducirte a que Lo abandonases? ¿Qué juguetes o baratijas
podría haber en la brecha que pudieran privarte por un solo instante de Su
Amor? ¿Permitirías que el cuerpo dijese “no” a la Llamada del Cielo si no
tuvieras miedo de perderte a ti mismo al encontrar a Dios? Mas ¿cómo sería
posible que perdieras tu Ser al hallarlo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario