El acuerdo a
unirse
1. Lo que espera en perfecta certeza más allá de la salvación no nos
concierne ahora, pues apenas has empezado a dejar que se te guíe en tus
primeros e inciertos pasos de ascenso por la escalera que la separación te hizo
descender. El milagro es lo único que debe concernirte ahora. Éste es nuestro
punto de partida. Y habiendo comenzado, el camino de ascenso hacia el despertar
y el final del sueño quedará libre y despejado. Cuando aceptas un milagro, no
añades tu sueño de miedo a uno que ya está siendo soñado. Sin apoyo, el sueño
se desvanecerá junto con todos sus aparentes efectos, pues es tu apoyo lo que
lo refuerza.
2. Ninguna mente puede estar enferma a menos que otra mente esté de
acuerdo en que están separadas. Por lo tanto, su decisión conjunta es estar
enfermas. Si te niegas a dar tu conformidad y admites el papel que desempeñas
en hacer que la enfermedad sea real, la otra mente no podrá proyectar su
culpabilidad, ya que no has colaborado en dejar que se perciba a sí misma como
separada y aparte de ti. De este modo, ninguna de las dos percibe el cuerpo
como enfermo desde diferentes puntos de vista. Unirte a la mente de un hermano
bloquea la causa de la enfermedad y sus percibidos efectos. La curación es el
efecto de mentes que se unen, tal como la enfermedad es la consecuencia de
mentes que se separan.
3. El milagro no hace nada precisamente porque las mentes están unidas
y no se pueden separar. En el sueño, no obstante, esto se ha invertido, y las
mentes separadas se ven como cuerpos, los cuales están separados y no pueden
unirse. No permitas que tu hermano esté enfermo, pues si lo está quiere decir
que lo dejaste a merced de su sueño al compartirlo con él. Él no ha visto dónde
reside la causa de su enfermedad y tú has obviado la brecha que os separa, que
es donde la enfermedad se ha incubado. De esta forma, os unís en la enfermedad
para dejar sin sanar la diminuta brecha donde se protege celosamente a la
enfermedad, donde se estima y donde se sustenta por una firme creencia, no sea
que Dios venga y la salve con un puente que conduzca hasta Él. No te opongas a
Su llegada combatiéndolo con ilusiones, pues Su llegada es lo que deseas por
encima de todas las cosas que parecen titilar en el sueño.
4. El final del sueño es el fin del miedo, pues el amor nunca formó parte
del mundo de los sueños. La brecha es diminuta. Sin embargo, contiene las
semillas de la pestilencia y toda suerte de males, puesto que es el deseo de
perpetuar la separación e impedir la unión. Y así, parece conferirle a la
enfermedad una causa que no es su causa. El propósito de la brecha es la única
causa de la enfermedad. Pues se concibió a fin de mantenerte separado y dentro
de un cuerpo que tú ves como si fuera la causa del dolor.
5. La causa del dolor es la separación, no el cuerpo, el cual es solo
su efecto. Sin embargo, la separación no es más que un espacio vacío, que no
contiene nada ni hace nada, y que es tan insubstancial como la estela que los
barcos dejan entre las olas al pasar. Dicho espacio vacío se llena con la misma
rapidez con la que el agua se abalanza a cerrar la estela según las olas se
funden. ¿Dónde está la estela que había entre las olas una vez que éstas se han
fundido y han llenado el espacio que por un momento parecía separarlas? ¿Dónde
está la base de la enfermedad una vez que las mentes se han unido para cerrar
la diminuta brecha que había entre ellas y en la que las semillas de la
enfermedad parecían germinar?
6. Dios tiende el puente, pero solo en el espacio que el milagro ha
dejado libre y despejado. Mas no puede tender un puente sobre las semillas de
la enfermedad y la vergüenza de la culpa, pues no puede destruir una voluntad
ajena que Él no creó. Deja que los efectos de ésta desaparezcan y no te aferres
a ellos desesperadamente, tratando de conservarlos. El milagro los hará a un
lado, haciendo así sitio para Aquel Cuya Voluntad es venir y tender un puente
para que Su Hijo regrese a Él.
7. Considera, entonces, los plateados milagros y los dorados sueños de
felicidad como los únicos tesoros que quieres conservar dentro del almacén del
mundo. La puerta está abierta, no para que entren ladrones, sino tus hermanos
hambrientos, quienes confundieron el brillo de una piedrecilla con oro y
almacenaron un puñado de nieve reluciente creyendo que era plata. Sin embargo,
a este lado de la puerta abierta no tienen nada. ¿Qué es el mundo sino una
diminuta brecha que parece desgarrar la eternidad y fragmentarla en días, meses
y años? ¿Y qué son ustedes que viven en el mundo sino una imagen fragmentada
del Hijo de Dios, donde cada uno de los fragmentos está oculto dentro de un
trocito de barro separado e incierto?
8. No tengas miedo, hijo mío, sino deja más bien que los milagros iluminen
dulcemente tu mundo. Y allí donde la diminuta brecha parecía interponerse entre
tu hermano y tú, únete a él. Y de este modo, será evidente que la enfermedad no
tiene causa. El sueño de curación reside en el perdón, que dulcemente te
muestra que nunca pecaste. El milagro no dejará ningún vestigio de culpa que
pueda traer testigos de lo que nunca fue. Y preparará en tu almacén un lugar de
bienvenida para tu Padre y tu Ser. La puerta está abierta para que todos aquellos
que no quieran seguir hambrientos y deseen gozar del festín de abundancia que
allí se les ha preparado puedan entrar. Y se reunirán con tus Invitados, a
quienes el milagro invitó a venir a ti.
9. Este festín es muy distinto de los que se acostumbran a dar en el
sueño del mundo. Pues aquí, cuanto más reciba cada uno, más habrá para ser compartido
por todos los demás. Los Invitados han traído Consigo provisiones ilimitadas. Y
a nadie se le priva de nada ni nadie puede privar a otro de nada tampoco. He
aquí el festín que el Padre tiende ante Su Hijo y que comparte con él
equitativamente. Y en ese compartir no puede haber una brecha en la que la abundancia
merme y disminuya. Aquí los años de escasez no se presentarán, ya que el tiempo
no forma parte de este festín, pues es eterno. El Amor ha desplegado su mesa en
el espacio que parecía mantener a tus Invitados alejados de ti.
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