La inversión de
efecto y causa
1. Sin causa no puede haber efectos, mas sin efectos no puede haber
causa. Lo que hace que una causa sea causa son sus efectos; el Padre es Padre
por razón de Su Hijo. Los efectos no crean su causa, pero sí establecen su
condición de causa. De este modo, el Hijo otorga Paternidad a su Creador y recibe
el regalo que le ha dado. Y puesto que es el Hijo de Dios, tiene que ser a su
vez un padre, que crea tal como su Padre lo creó a él. El círculo de creación
no tiene fin. Su punto de partida y su punto final son el mismo, pero dentro de
sí encierra a todo el universo de la Creación, sin principio ni fin.
2. La paternidad es creación. El amor tiene que extenderse. La pureza
no está limitada en modo alguno. La naturaleza del inocente es ser eternamente
libre, sin barreras ni limitaciones. La pureza, por lo tanto, no es algo propio
del cuerpo, ni tampoco puede hallarse allí donde hay limitaciones. El cuerpo se
puede sanar gracias a los efectos de la pureza, los cuales son tan ilimitados
como ella misma. No obstante, toda curación tiene lugar cuando se reconoce que
la mente no está dentro del cuerpo, que su inocencia es algo completamente
aparte de él y que está allí donde reside la curación. ¿Dónde se encuentra,
entonces, la curación? Únicamente allí donde a su causa se le confieren sus
efectos. Pues la enfermedad es un intento descabellado de adjudicar efectos a
lo que carece de causa y hacer de ello una causa.
3. La enfermedad es siempre un intento por parte del Hijo de Dios de
ser él su propia causa y de no permitirse a sí mismo ser el Hijo de su Padre.
Como consecuencia de este deseo irrealizable, él no cree ser el Efecto del
Amor, sino que él mismo debe ser su propia causa debido a lo que es. La causa
de la curación es la única Causa de todo y solo tiene un Efecto. En este
reconocimiento no se le adjudica ningún efecto a lo que carece de causa y no se
percibe ninguno. Una mente contenida en un cuerpo y un mundo poblado de otros
cuerpos, cada uno con una mente separada, son tus “creaciones”, y tú eres la
“otra” mente que crea efectos diferentes a ti. Pero al ser su “padre”, tienes
que ser como ellos.
4. En realidad no ha ocurrido nada, excepto que te quedaste dormido y
tuviste un sueño en el que eras un extraño para ti mismo y tan solo una parte
del sueño de otro. El milagro no te despierta, sino que simplemente te muestra
quién es el soñador. Te enseña que mientras estés dormido puedes elegir entre
diferentes sueños, dependiendo del propósito que le hayas adscrito a tu soñar. ¿Deseas
sueños de curación o sueños de muerte? Un sueño es como una memoria, en el
sentido de que te presenta las imágenes que quieres que se te muestren.
5. Todos los retazos de memorias y de sueños se conservan en un
almacén vacío, cuyas puertas están abiertas de par en par. Pero si tú eres el
soñador, puedes percibir cuando menos esto: que eres el causante del sueño y,
por lo tanto, que puedes aceptar otro sueño. Pero para que este cambio en el
contenido del sueño tenga lugar, es esencial que te des cuenta de que fuiste tú
quien soñó el sueño que no te gusta. Pues no es otra cosa que un efecto que tú
causaste y del que ya no quieres ser la causa. Cuando los sueños son de
asesinato y ataque, tú eres la víctima en un cuerpo herido y moribundo. Pero
cuando los sueños son de perdón, a nadie se le pide ser la víctima o el que
padece. Ésos son los felices sueños que el milagro te ofrece a cambio de los
tuyos. No te pide que concibas otro sueño, sino solo que te des cuenta de que
inventaste el que quieres intercambiar por el de perdón.
6. Este mundo carece de causa, al igual que todos los sueños que
alguien haya tenido en él. Ningún plan es posible en él ni hay nada que sea
comprensible. ¿Qué otra cosa se puede esperar de lo que no tiene causa? Sin
embargo, si no tiene causa, tampoco tiene propósito. Puedes ser el causante de
un sueño, pero jamás podrás hacer que sus efectos sean reales. Pues ello
cambiaría su causa y eso es precisamente lo que no puedes hacer. El soñador de
un sueño no está despierto ni sabe que duerme. En sus sueños tiene fantasías de
estar enfermo o sano, deprimido o feliz, pero sin una causa estable con efectos
garantizados.
7. El milagro establece que estás teniendo un sueño y que su contenido
no es real. Éste es un paso crucial a la hora de lidiar con ilusiones. Nadie
tiene miedo de ellas cuando se da cuenta de que fue él quien las inventó. Lo
que mantenía vivo al miedo era que no se daba cuenta de que él era el autor del
sueño y no una de sus figuras. Él se causa a sí mismo lo que sueña que le causó
a su hermano. Y esto es todo lo que el sueño ha hecho y lo que le ha ofrecido
para mostrarle que sus deseos se han cumplido. Y así, teme su propio ataque,
pero lo ve venir de la mano de otro. Como víctima que es, sufre por razón de
los efectos del ataque, pero no por razón de su causa. No es el autor de su
propio ataque y es inocente de lo que ha causado. El milagro no hace sino
mostrarle que él no ha hecho nada. De lo que tiene miedo es de una causa que
carece de los efectos que habrían hecho de ella una causa. Y, por lo tanto,
nunca lo fue.
8. La separación comenzó con el sueño de que el Padre estaba privado
de Sus Efectos y de que era incapaz de conservarlos, pues había dejado de ser
su Creador. En el sueño, el soñador se hizo a sí mismo. Pero lo que hizo se
volvió contra él, asumiendo el papel de creador suyo, tal como él mismo había
hecho. Y así como él odió a su Creador, del mismo modo las figuras del sueño lo
odian a él. Su cuerpo es su esclavo, y abusan de él porque los motivos que él
le adjudicó al cuerpo ellas los han adoptado como propios. Y odian al cuerpo
por la venganza que éste quiere consumar contra ellas. Mas la venganza de ellas
contra el cuerpo es lo que parece probar que el soñador no es el autor del
sueño. Primero se separan efecto y causa y luego se invierten, de forma que el
efecto se convierte en causa y la causa en efecto.
9. Ése es el último paso de la separación, con el que da comienzo la
salvación, la cual se encamina en dirección contraria. Este último paso es un
efecto de lo que ha sucedido antes, que ahora parece ser la causa. El milagro
es el primer paso en el proceso de devolverle a la Causa la función de ser
causa y no efecto. Pues esta confusión ha dado lugar al sueño, y mientras no se
resuelva, despertar seguirá siendo algo temible. Y la Llamada a despertar no
será oída, pues parecerá ser la llamada al temor.
10. Al igual que todas las lecciones que el Espíritu Santo te pide que
aprendas, el milagro es inequívoco. El milagro es la demostración de lo que Él
quiere que aprendas, y te enseña que lo que te interesa son sus efectos. En Sus
sueños de perdón, los efectos de tus sueños quedan des-hechos, y aquellos que
eran tus enemigos acérrimos se perciben ahora como amigos que te desean el
bien. Ahora se ve que vuestra enemistad jamás tuvo causa, puesto que ellos no
la causaron. Y puedes aceptar que fuiste tú el autor de su odio porque te das
cuenta de que éste no tiene efectos. Te has liberado del sueño lo suficiente
como para darte cuenta de que el mundo es neutral y de que no es necesario
tener miedo de los cuerpos que parecen moverse por él como entes separados. Por
lo tanto, no están enfermos.
11. El milagro te devuelve la
causa del miedo a ti que lo inventaste. Pero también te muestra que, al no
tener efectos, no es realmente una causa porque la función de lo causativo es
producir efectos. Y allí donde los efectos han desaparecido, no hay causa. De
este modo, el cuerpo se cura gracias a los milagros porque éstos demuestran que
la mente inventó la enfermedad y que utilizó al cuerpo para ser la víctima, o
el efecto, de lo que ella misma fabuló. Mas la mitad de la lección no es toda
la lección. El milagro no tiene ninguna utilidad si lo único que aprendes es
que el cuerpo se puede curar, pues no es ésta la lección que se le encomendó
enseñar. La lección que se le encomendó enseñar es que lo que estaba enfermo
era la mente que pensó que el cuerpo podía enfermar. Proyectar su culpabilidad
no causó nada ni tuvo efecto alguno.
12. Este mundo está repleto de milagros. Se alzan en radiante silencio
junto a cada sueño de dolor y sufrimiento, de pecado y culpabilidad. Representan
la alternativa al sueño, la elección de ser el soñador, en vez de negar el
papel activo que has desempeñado en la fabricación del sueño. Los milagros son
los felices efectos de devolver la enfermedad—la consecuencia—a su causa. El
cuerpo se libera porque la mente reconoce lo siguiente: “Nadie me está haciendo
esto a mí, sino que soy yo quien lo está haciendo”. Y así, la mente es ahora
libre de llevar a cabo otra elección. A partir de ahí, la salvación procederá a
cambiar el rumbo de cada paso que se haya dado en el descenso hacia la
separación, hasta que lo andado se haya desandado, la escalera haya
desaparecido y todos los sueños del mundo hayan sido des-hechos.
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