lunes, 13 de enero de 2020

Capítulo 28 Subtítulo IV


La unión mayor

1. Aceptar la Expiación para ti mismo significa no prestar apoyo a los sueños de enfermedad y muerte de nadie. Significa que no compartes con ningún individuo su deseo de estar separado, ni dejas que vuelque sus ilusiones contra sí mismo. Tampoco deseas que éstas se vuelquen contra ti. De este modo, no tienen efecto alguno. Y te liberas de los sueños de dolor porque permites que él se libere de ellos. A menos que lo ayudes, sufrirás con él, ya que ése es tu deseo. Y te convertirás en un protagonista en su sueño de dolor, tal como él lo es en el tuyo. De esta manera, los dos os convertís en ilusiones sin ninguna identidad. Puedes ser cualquier persona o cualquier cosa, según de quién sea el sueño de maldad que compartas. Pero de una cosa puedes estar seguro: que eres perverso, pues compartes sueños de miedo.

2. Hay un modo de encontrar certeza aquí y ahora. Niégate a ser parte de ningún sueño de miedo, sea cual sea su forma, pues si lo haces perderás tu identidad en ellos. La manera de encontrarte a ti mismo es negándote a aceptar tales sueños como tu causa o como que tienen efectos en ti. No tienes nada que ver con ellos, pero sí con aquel que los sueña. De esta manera, separas al soñador del sueño, al unirte a uno y abandonar lo otro. El sueño no es más que una ilusión de la mente. Y a ésta te puedes unir, pero nunca al sueño. Es del sueño de lo que tienes miedo, no de la mente. Sin embargo, los ves como si fueran lo mismo porque crees que tú no eres más que un sueño. No sabes lo que es real acerca de ti o lo que es ilusorio, y no puedes distinguir entre lo uno y lo otro.

3. Al igual que tú, tu hermano cree que él es un sueño. No compartas con él su ilusión acerca de sí mismo, pues tu Identidad depende de su realidad. Piensa en él más bien como una mente en la que todavía persisten ilusiones, pero con la que tienes una relación fraternal. Lo que él sueña no es lo que lo convierte en tu hermano, ni tampoco su cuerpo, el “héroe” del sueño, es tu hermano. Su realidad es lo que es tu hermano, de la misma manera en que tu realidad es lo que es hermano suyo. Tu mente y la suya están unidas en hermandad. Su cuerpo y sus sueños tan solo aparentan abrir una diminuta brecha en la que tus sueños se han unido a los suyos.

4. Entre vuestras mentes, sin embargo, no hay ninguna brecha. Unirte a sus sueños significa que no te unes a él, pues sus sueños lo separan de ti. Libéralo, por lo tanto, proclamando sencillamente tu hermandad con él y no con sueños de miedo. Ayúdale a que reconozca Quién es, negándote a apoyar sus ilusiones con tu fe, pues si lo haces, no podrás sino tener fe en las tuyas. Y al tener fe en las tuyas, él no podrá liberarse y tú quedarás atrapado en sus sueños. Y sueños de terror vendrán a rondar la diminuta brecha, la cual está poblada únicamente por las ilusiones que han apoyado en la mente del otro.

5. Ten absoluta certeza de que si haces lo que te corresponde hacer, él hará lo que le corresponda hacer, pues se unirá a ti allí donde estés. No lo invites a unirse a ti en la brecha que hay entre ustedes, pues si lo haces, creerás que ésa es tu realidad así como la suya. No puedes llevar a cabo su papel por él, mas esto es precisamente lo que haces cuando te vuelves una figura pasiva en sus sueños, en vez del soñador de los tuyos. Tener una identidad carece de significado en los sueños porque el soñador y el sueño son uno. El que comparte un sueño no puede sino ser el sueño que comparte porque el acto de compartir es lo que produce la causa.

6. Como consecuencia de compartir confusión estás confundido, pues en la brecha no existe un yo estable. Lo que es lo mismo parece diferente porque lo que es lo mismo aparenta ser algo distinto. Los sueños de tu hermano son los tuyos porque tú permites que lo sean. Mas si lo librases de tus sueños, él se liberaría de ellos, así como de los suyos. Tus sueños dan testimonio de los suyos y, los suyos, de la verdad de los tuyos. No obstante, si vieras que no hay verdad en los tuyos, sus sueños desaparecerían y él comprendería qué fue lo que dio origen al sueño.

7. Considera, entonces, los plateados milagros y los dorados sueños de felicidad como los únicos tesoros que quieres conservar dentro del almacén del mundo. La puerta está abierta, no para que entren ladrones, sino tus hermanos hambrientos, quienes confundieron el brillo de una piedrecilla con oro y almacenaron un puñado de nieve reluciente creyendo que era plata. Sin embargo, a este lado de la puerta abierta no tienen nada. ¿Qué es el mundo sino una diminuta brecha que parece desgarrar la eternidad y fragmentarla en días, meses y años? ¿Y qué son ustedes que viven en el mundo sino una imagen fragmentada del Hijo de Dios, donde cada uno de los fragmentos está oculto dentro de un trocito de barro separado e incierto? 

8. La función del Espíritu Santo es tomar la imagen fragmentada del Hijo de Dios y poner cada fragmento nuevamente en su lugar. Él muestra esta santa imagen, completamente sanada, a cada fragmento separado que piensa que en sí es una imagen completa. A cada uno de ellos le ofrece su Identidad, que la imagen en su totalidad representa, en vez de la fragmentada y diminuta porción que él reiteraba que era él. Mas cuando vea esta imagen, se reconocerá a sí mismo. Si no compartes con tu hermano su sueño de maldad, ésa es la imagen con la que el milagro llenará la diminuta brecha, la cual quedará así libre de todas las semillas de enfermedad y de pecado. Y ahí el Padre recibirá a Su Hijo porque Su Hijo ha sido misericordioso consigo mismo.

9. Te doy las gracias, Padre, sabiendo que sellarás cada diminuta brecha que se encuentra entre los fragmentos separados de Tu santo Hijo. Tu Santidad, absoluta y perfecta, mora en cada uno de ellos. Y están unidos porque lo que mora en uno solo de ellos, mora en todos ellos. ¡Cuán sagrado es el más diminuto grano de arena cuando se reconoce que forma parte de la imagen total del Hijo de Dios! Las formas que los diferentes fragmentos parecen adoptar no significan nada, pues el Todo reside en cada uno de ellos. Y cada aspecto del Hijo de Dios es exactamente igual a todos los demás.

10. No te unas a los sueños de tu hermano, sino a él, y ahí donde te unes a Su Hijo, ahí está el Padre. ¿Quién iría en busca de substitutos si se diese cuenta de que no ha perdido nada? ¿Quién querría disfrutar de los “beneficios” de la enfermedad cuando ha recibido la simple bendición de la salud? Lo que Dios ha dado no puede suponer pérdida alguna y lo que no procede de Él no tiene efectos. ¿Qué podrías percibir, entonces, en la brecha? Las semillas de la enfermedad proceden de la creencia de que es posible encontrar felicidad en la separación y de que renunciar a ella sería un sacrificio. Mas los milagros son el resultado de no seguir intentando ver en la brecha lo que no se encuentra en ella. Lo único que requiere el Sanador del Hijo de Dios es que estés dispuesto a abandonar todas las ilusiones. Él sembrará los milagros de curación allí donde antes se encontraban las semillas de la enfermedad. Y no habrá pérdidas de ninguna clase, sino solo ganancias.

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CURSO DE MILAGROS