Capítulo 28
EL DES-HACIMIENTO DEL
MIEDO
El recuerdo del
presente
1. El milagro no hace nada. Lo único que hace es des-hacer. Y de este
modo, cancela la interferencia a lo que se ha hecho. No añade nada, sino que
simplemente elimina. Y lo que elimina hace mucho que desapareció, pero puesto
que se conserva en la memoria, sus efectos parecen estar teniendo lugar ahora. Hace
mucho que este mundo desapareció. Los pensamientos que lo originaron ya no se
encuentran en la mente que los concibió y los amó por un breve lapso de tiempo.
El milagro no hace sino mostrar que el pasado ya pasó y que lo que realmente ya
pasó no puede tener efectos. Recordar la causa de algo tan solo puede dar lugar
a ilusiones de su presencia, pero no puede producir efectos.
2. Todos los efectos de la culpabilidad han desaparecido, pues ya no
existe. Con su partida desaparecieron sus consecuencias, pues se quedaron sin
causa. ¿Por qué querrías conservarla en tu memoria, a no ser que desearas sus
efectos? Recordar es un proceso tan selectivo como percibir, al ser su tiempo
pasado. Es percibir el pasado como si estuviera ocurriendo ahora y aún se
pudiese ver. La memoria, al igual que la percepción, es una facultad que tú
inventaste para que ocupara el lugar de lo que Dios te dio en tu creación. Y al
igual que todas las cosas que inventaste, se puede emplear para otros fines y
como un medio para obtener algo distinto. Se puede utilizar para sanar y no
para herir, si ése es tu deseo.
3. Nada que se utilice con el propósito de sanar conlleva esfuerzo
alguno. Es el reconocimiento de que no tienes necesidades que requieran que
hagas algo al respecto. No es una memoria selectiva ni se utiliza para obstruir
la Verdad. Todas las cosas de las que el Espíritu Santo puede valerse para
sanar le han sido entregadas libres del contenido y los propósitos para las que
fueron concebidas. Son sencillamente facultades que aún no tienen una aplicación
concreta y que solo esperan a que se haga uso de ellas. No han sido consagradas
a nada en particular ni tienen ningún objetivo.
4. El Espíritu Santo puede ciertamente hacer uso de la memoria, pues
Dios Mismo se encuentra en ella. Mas no es ésta una memoria de sucesos pasados,
sino únicamente de un estado presente. Has estado acostumbrado por tanto tiempo
a creer que la memoria contiene solo el pasado, que te resulta difícil darte
cuenta de que es una facultad que puede recordar el ahora. Las limitaciones que
el mundo le impone a ese recordar son tan vastas como las que permites que el
mundo te imponga a ti. No existe vínculo alguno entre la memoria y el pasado. Si
quieres que haya un vínculo, lo habrá. Mas es solo tu deseo lo que lo establece
y solo tú quien lo limita a una parte del tiempo donde la culpabilidad aún
parece persistir.
5. El uso que el Espíritu Santo hace de la memoria no tiene nada que
ver con el tiempo. El Espíritu Santo no la utiliza como un medio para conservar
el pasado, sino como una manera de renunciar a él. La memoria retiene los
mensajes que recibe y hace lo que se le encomienda hacer. No escribe el mensaje
ni establece su propósito. Al igual que el cuerpo, no tiene un propósito
intrínseco. Y si parece servir para abrigar un viejo odio y presentarte escenas
de injusticias y de resentimientos que has estado guardando, eso fue lo que le
pediste que fuera su mensaje, y ése fue el que te dio. La historia de todo el
pasado del cuerpo se encuentra oculta en la memoria, confinada en sus bóvedas. Todas
las extrañas asociaciones que se han hecho para mantener vivo el pasado y el
presente muerto, están depositadas ahí, esperando tu orden de que se te traigan
y vuelvan a revivirse. Y de este modo, sus efectos parecen haber aumentado con
el tiempo, el cual eliminó su causa.
6. El tiempo, no obstante, no es más que otra fase de lo que no hace
nada. Colabora estrechamente con todos los demás atributos con los que intentas
mantener oculta la verdad acerca de ti. El tiempo ni quita ni restituye. Sin
embargo, lo utilizas de una manera extraña, como si el pasado hubiera causado
el presente y éste no fuera más que una consecuencia en la que no se puede
hacer cambio alguno, toda vez que su causa ha desaparecido. Un cambio, no
obstante, tiene que tener una causa duradera, pues, de otro modo, no
perduraría. Es imposible poder cambiar nada en el presente si su causa se encuentra
en el pasado. Tal como usas la memoria, solo el pasado está en ella y, así, no
es más que un modo de hacer que el pasado predomine sobre el ahora.
7. Olvídate de todo lo que te has enseñado a ti mismo, pues no fuiste
un buen maestro. ¿Y quién querría conservar en su mente una lección absurda
cuando puede aprender y retener una mejor? Cuando memorias de viejos rencores
vengan a rondarte, recuerda que su causa ya desapareció. Por lo tanto, no
puedes entender cuál es su propósito. No permitas que la causa que quieres
atribuirles ahora sea la misma que hizo que fuesen lo que fueron o parecieron
ser. Alégrate de que su causa haya desaparecido, pues de eso es de lo que se te
perdona. Y contempla, en cambio, los nuevos efectos de una Causa que se acepta
ahora y cuyas consecuencias se encuentran aquí. Su hermosura te sorprenderá. Las
nuevas ideas de antaño que traen consigo, serán las felices consecuencias de
una Causa tan ancestral que excede con mucho el lapso de memoria que tu
percepción ve.
8. Ésta es la Causa que el Espíritu Santo ha recordado por ti, cuando
tú la habrías olvidado. No es una causa pasada porque Él jamás permitió que no
se recordase. Nunca ha cambiado porque en ningún momento dejó Él de mantenerla
a salvo en tu mente. Sus consecuencias te parecerán ciertamente nuevas porque
pensabas que no recordabas su Causa. Mas Ésta nunca estuvo ausente de tu mente,
pues no era la Voluntad de tu Padre que Su Hijo no Lo recordase.
9. Lo que tú recuerdas nunca sucedió, pues procedió de una ausencia de
causa, que pensaste que era una causa. Cuando te des cuenta de que has estado
recordando consecuencias que carecen de causa y de que, por lo tanto, jamás
pudieron haber tenido efectos, no podrás por menos que reírte. El milagro te
recuerda una Causa que está eternamente presente y que es inmune al tiempo y a
cualquier interferencia. Dicha Causa nunca ha dejado de ser lo que es. Y tú
eres Su Efecto, tan inmutable y perfecto como Ella Misma. Su recuerdo no se
encuentra en el pasado ni aguarda al futuro. Tampoco se revela en los milagros.
Éstos no hacen sino recordarte que esa Causa no ha desaparecido. Cuando Le
perdones tus pecados, dejarás de negarla.
10. Tú que has querido condenar a tu Creador no puedes comprender que
no fue Él Quien condenó a Su Hijo. Quieres negarle Sus Efectos, sin embargo, Éstos
jamás han sido negados. Es imposible que Su Hijo pudiera haber sido jamás
condenado por lo que carece de causa y es contrario a Su Voluntad. De lo único
que tu memoria quiere dar testimonio es del temor a Dios. Él no ha hecho eso
que temes. Ni tú tampoco. Por lo tanto, jamás perdiste tu inocencia. No tienes
necesidad de curación para estar sano. Desde la quietud de tu interior, ve en
el milagro una lección en cómo permitir que la Causa tenga Sus Efectos y en no
hacer nada que pueda interferir.
11. El milagro llega silenciosamente a la mente que se detiene por un
instante y se sumerge en la quietud. Se extiende dulcemente desde ese instante
de quietud y desde la mente a la que en ese momento sanó hasta otras mentes para
que compartan su quietud. Y éstas se unirán en su cometido de no hacer nada que
impida el retorno de la radiante extensión del milagro a la Mente que dio
origen a todas las mentes. Puesto que el milagro nació como resultado de un
acto de compartir, no puede haber ninguna pausa en el tiempo que pueda hacer
que el milagro se demore en llegar cuanto antes a las mentes perturbadas, para
brindarles un momento de quietud en el que el recuerdo de Dios pueda retornar a
ellas. Lo que creían recordar se acalla ahora, y lo que ha venido a ocupar su
lugar no se olvidará completamente después.
12. Aquel a Quien dedicas parte de tu tiempo te da las gracias por cada
instante de silencio que le ofreces. Pues en cada uno de esos instantes se le
permite al recuerdo de Dios ofrecer todos sus tesoros al Hijo de Dios, que es para
quien se han conservado. ¡Cuán gustosamente se los ofrece el Espíritu Santo a
aquel para quien le fueron dados! Y Su Creador comparte Su agradecimiento
porque a Él no se le puede privar de Sus Efectos. El instante de silencio que
Su Hijo acepta le da la bienvenida a la eternidad así como a Él, permitiéndoles
a Ambos entrar donde es Su deseo morar. Pues en ese instante el Hijo de Dios no
hace nada que le pueda producir temor.
13. ¡Cuán rápidamente aflora el recuerdo de Dios en la mente que no
tiene ningún temor que se lo impida! Lo que recordaba desaparece. Ya no hay
pasado que con su imagen tenebrosa impida el feliz despertar de la mente a la
paz presente. Las trompetas de la eternidad resuenan por toda la quietud, mas
no la perturban. Y lo que ahora se recuerda es la Causa, no el miedo, el cual
se inventó con vistas a anularla y a mantenerla en el olvido. La quietud habla
con suaves murmullos de amor que el Hijo de Dios recuerda de antaño, antes de
que su propio recordar se interpusiera entre el presente y el pasado para
acallarlos.
14. Ahora el Hijo de Dios se ha vuelto por fin consciente de una Causa
presente y de Sus benévolos Efectos. Ahora comprende que lo que él ha hecho
carece de causa y que no tiene efectos de ninguna clase. Él no ha hecho nada. Y
al reconocer esto, se da cuenta de que nunca ha tenido necesidad de hacer nada
y de que nunca la tuvo. Su Causa son Sus Efectos. 6 Jamás hubo otra causa
aparte de Ella que pudiera generar un pasado o un futuro diferentes. Sus
Efectos son por siempre inmutables y se encuentran enteramente más allá del
miedo y del mundo del pecado.
15. ¿Qué se ha perdido por dejar de ver lo que carece de causa? ¿Y
dónde está el sacrificio una vez que el recuerdo de Dios ha venido a ocupar el
lugar que antes ocupaba la pérdida? ¿Qué mejor modo hay de cerrar la diminuta
brecha entre las ilusiones y la realidad, que dejar que el recuerdo de Dios
fluya a través de ella y la convierta en un puente en el que solo un instante
es suficiente para cruzarlo? Pues Dios ha cerrado la brecha Consigo Mismo. Su
recuerdo no ha desaparecido ni ha dejado al Hijo encallado para siempre en una
costa desde donde puede divisar otra a la que nunca podría llegar. Su Padre ha
dispuesto que él sea elevado y llevado dulcemente hasta ella. Él construyó el
puente y es Él Quien transportará a Su Hijo a través de él. No temas que vaya a
dejar de hacer lo que es Su Voluntad ni que vayas a ser excluido de lo que Ésta
dispone para ti.
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