El “héroe” del
sueño
1. El cuerpo es el personaje central en el sueño del mundo. Sin él no
hay sueño ni él existe sin el sueño en el que actúa como si fuera una persona
digna de ser vista y creída. Ocupa el lugar central de cada sueño en el que se
narra la historia de cómo fue concebido por otros cuerpos, cómo vino a un mundo
externo al cuerpo, cómo vive por un corto tiempo hasta que muere para luego
convertirse en polvo junto con otros cuerpos que, al igual que él, también
mueren. En el breve lapso de vida que se le ha concedido busca otros cuerpos
para que sean sus amigos o enemigos. Su seguridad es su mayor preocupación; su
comodidad, la ley por la que se rige. Trata de buscar placer y de evitar todo
lo que le pueda ocasionar dolor. Pero por encima de todo, trata de enseñarse a
sí mismo que sus dolores y placeres son dos cosas diferentes y que es posible
distinguir entre ellos.
2. El sueño del mundo adopta innumerables formas porque el cuerpo
intenta probar de muchas maneras que es autónomo y real. Se engalana a sí mismo
con objetos que ha comprado con discos de metal o con tiras de papel moneda que
el mundo considera reales y de gran valor. Trabaja para adquirirlos, haciendo
cosas que no tienen sentido, y luego los despilfarra intercambiándolos por cosas
que ni necesita ni quiere. Contrata a otros cuerpos para que lo protejan y para
que coleccionen más cosas sin sentido que él pueda llamar suyas. Busca otros
cuerpos especiales que puedan compartir su sueño. A veces sueña que es un
conquistador de cuerpos más débiles que él. Pero en algunas fases del sueño, él
es el esclavo de otros cuerpos que quieren hacerle sufrir y torturarlo.
3. Las aventuras del cuerpo, desde su nacimiento hasta su muerte, son
el tema de todo sueño que el mundo siempre ha tenido. El “héroe” de este sueño
nunca cambiará y su propósito tampoco. Y aunque el sueño en sí adopta muchas
formas y parece presentar una gran variedad de lugares y situaciones en los que
su “héroe” cree encontrarse, el sueño no tiene más que un propósito, el cual se
enseña de muchas maneras. Ésta es la lección que trata de enseñar una y otra
vez: que el cuerpo es causa y no efecto. Y que tú que eres su efecto, no puedes
ser su causa.
4. De esta manera, tú no eres el soñador, sino el sueño. Y así,
deambulas fútilmente entrando y saliendo de lugares y situaciones que él
maquina. Que esto es todo lo que el cuerpo hace, es cierto, pues no es más que
una figura en un sueño. Mas ¿quién reaccionaría ante las figuras de un sueño a
no ser que creyera que son reales? En el instante en que las reconoce como lo
que verdaderamente son, dejan de tener efectos sobre él porque entiende que fue
él mismo quien les dio los efectos que tienen, al causarlas y hacer que
parecieran reales.
5. ¿Cuán dispuesto estás a escaparte de los efectos de todos los sueños
que el mundo haya tenido? ¿Es tu deseo impedir que ningún sueño parezca ser la
causa de lo que haces? Examinemos, pues, el comienzo del sueño, ya que la parte
que ves no es sino la segunda, cuya causa se encuentra en la primera. Nadie que
esté dormido y soñando en el mundo recuerda el ataque que se infligió a sí
mismo. Nadie cree que realmente hubo un tiempo en el que no sabía nada de
cuerpos y en el que no habría podido concebir que este mundo fuese real. De
otro modo, se habría dado cuenta de inmediato de que estas ideas son una mera
ilusión, tan ridículas que no sirven para nada, excepto para reírse de ellas. ¡Cuán
serias parecen ahora! Y nadie puede recordar aquel entonces cuando habrían sido
motivo de risa e incredulidad. Pero lo podemos recordar solo con que contemplemos
su causa directamente. Y al hacerlo, veremos que, en efecto, son motivo de risa
y no de temor.
6. Devolvámosle al soñador el sueño del que se desprendió, el cual él
percibe como algo que le es ajeno y que se le está haciendo a él. Una diminuta
y alocada idea, de la que el Hijo de Dios olvidó reírse, se adentró en la
eternidad, donde todo es uno. A causa de su olvido ese pensamiento se convirtió
en una idea seria, capaz de lograr algo, así como de producir efectos “reales”.
Juntos podemos hacer desaparecer ambas cosas riéndonos de ellas, y darnos
cuenta de que el tiempo no puede afectar a la eternidad. Es motivo de risa
pensar que el tiempo pudiese llegar a circunscribir a la eternidad, cuando lo
que ésta significa es que el tiempo no existe.
7. Una intemporalidad en la que se otorga realidad al tiempo; una
parte de Dios que puede atacarse a sí misma; un hermano separado al que se
considera un enemigo y una mente dentro de un cuerpo son todos diferentes
aspectos de un círculo vicioso, cuyo final empieza en su comienzo y concluye en
su causa. El mundo que ves te muestra exactamente lo que creíste haber hecho. Excepto
que ahora crees que lo que hiciste se te está haciendo a ti. La culpa que
sentiste por lo que habías pensado, la proyectaste fuera de ti sobre un mundo
culpable que es el que entonces sueña tus sueños y piensa tus pensamientos por
ti. Es su venganza la que recae sobre ti, no la tuya. Te mantiene estrechamente
confinado a un cuerpo, al que castiga por todos los actos pecaminosos que éste
comete en su sueño. Y no puedes hacer que el cuerpo deje de cometer sus actos
depravados porque tú no eres su hacedor y, por lo tanto, no puedes controlar
sus acciones, su propósito o su destino.
8. El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que
otros te hacen a ti exactamente lo que tú crees haberles hecho a ellos. Y una
vez que te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa de sus
actos porque desearás que la culpa recaiga sobre ellos. ¡Cuán infantil es la
insolente maniobra de querer defender tu inocencia descargando tu culpa fuera
de ti mismo, aunque sin deshacerte de ella! No es fácil percibir tal ironía
cuando lo que tus ojos ven a tu alrededor son sus graves consecuencias, mas no
su frívola causa. Separados de su causa, los efectos parecen ciertamente ser
tristes y graves. Sin embargo, no son más que consecuencias. Su causa, en
cambio, es lo que no es consecuencia de nada, al no ser más que una farsa.
10. El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se
está haciendo todo esto a sí mismo. No importa cuál sea la forma del ataque,
eso sigue siendo verdad. No importa quién desempeñe el papel de enemigo y quién
el de agresor, eso sigue siendo verdad. No importa cuál parezca ser la causa de
cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue siendo verdad. Pues no
reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieras que eres tú
el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no
podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieras cuenta de que se trata
tan solo de tu propio sueño.
11. Basta con que aprendas esta lección para que te libres de todo
sufrimiento, no importa la forma en que éste se manifieste. El Espíritu Santo
repetirá esta lección inclusiva de liberación hasta que la aprendas,
independientemente de la forma de sufrimiento que te esté ocasionando dolor. Esta
simple verdad será Su respuesta, sea cual sea el dolor que lleves ante Él. Pues
esta respuesta elimina la causa de cualquier forma de pesar o dolor. La forma
no afecta Su respuesta en absoluto, pues Él quiere mostrarte la única causa de
todo sufrimiento, no importa cuál sea su forma. Y comprenderás que los milagros
reflejan esta simple afirmación: “Yo mismo fabriqué esto y es esto lo que
quiero des-hacer”.
12. Lleva, pues, toda forma de sufrimiento ante Aquel que sabe que
cada una de ellas es como las demás. Él no ve diferencias donde no las hay, y
te enseñará cuál es la causa de todas ellas. Ninguna tiene una causa diferente
de las demás, y todas se des-hacen fácilmente con una sola lección que
realmente se haya aprendido. La salvación es un secreto que solo tú has
ocultado de ti mismo. Así lo proclama el universo. Pero haces caso omiso de sus
testigos porque de lo que ellos dan testimonio es algo que prefieres no saber. Parecen
mantenerlo oculto de ti. Sin embargo, no necesitas sino darte cuenta de que
fuiste tú quien eligió no escuchar ni ver.
13. ¡Qué diferente te parecerá el mundo cuando reconozcas esto! Cuando
le perdones al mundo tu culpabilidad, te liberarás de ella. Su inocencia no
exige que tú seas culpable ni tu inocencia se basa en sus pecados. Esto es
obvio, y es un secreto que no le has ocultado a nadie salvo a ti mismo. Y es
esto lo que te ha mantenido separado del mundo y lo que ha mantenido a tu
hermano separado de ti. Ahora solo necesitas reconocer que los dos son o
inocentes o culpables. Lo que es imposible es que sea diferente el uno del otro;
o que sean ambas cosas. Éste es el único secreto que aún te queda por aprender.
Mas no será un secreto que has sanado.
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