Las leyes de la
curación
1. Éste es un curso de milagros. Como tal, las leyes de la curación se
deben entender antes de que se pueda alcanzar su propósito. Repasemos los
principios que hemos estudiado, y organicémoslos a modo de resumen de qué debe
ocurrir para que la curación sea posible. Pues una vez que es posible no puede
sino tener lugar.
2. Toda enfermedad tiene su origen en la separación. Cuando se niega
la separación, la enfermedad desaparece. Pues desaparece tan pronto como la
idea que la produjo es sanada y reemplazada por la cordura. Al pecado y a la
enfermedad se les considera causa y consecuencia respectivamente, en una
relación que se mantiene oculta de la conciencia a fin de excluirla de la luz
de la razón.
3. La culpabilidad clama por castigo y su petición se le concede. No
en la realidad, sino en el mundo de ilusiones y sombras que se erige sobre el
pecado. El Hijo de Dios percibió lo que quería ver porque la percepción es un
deseo colmado. La percepción cambia, pues fue concebida para substituir el
Conocimiento inmutable. Mas la verdad no ha cambiado. La verdad no se puede
percibir, solo puede conocerse. Lo percibido adopta muchas formas, pero ninguna
de ellas tiene significado. Si se llevan ante la verdad, su falta de sentido
resulta muy evidente. Pero si se mantienen ocultas de la verdad, parecen tener
sentido y ser reales.
4. Las leyes de la percepción son lo opuesto a la Verdad, y lo que es
cierto con respecto al Conocimiento no lo es con respecto a nada que se
encuentre aparte de él. Aun así, Dios ha dado una respuesta al mundo de la
enfermedad, la cual es aplicable por igual a cualquier clase de enfermedad. Y
aunque esta respuesta es eterna, opera en el tiempo, pues ahí es donde se
necesita. Pero como procede de Dios, las leyes del tiempo no afectan su
eficacia. Se encuentra en este mundo, pero no forma parte de él. Pues es real,
y mora donde la realidad no puede sino estar. Las ideas no abandonan su fuente,
y sus efectos solo dan la impresión de estar separados de ellas. Las ideas pertenecen
al ámbito de la mente. Lo que se proyecta y parece ser externo a la mente, no
está afuera en absoluto, sino que es un efecto de lo que está dentro y no ha
abandonado su fuente.
5. La Respuesta de Dios está allí donde se encuentra la creencia en el
pecado, pues solo allí se pueden cancelar sus efectos completamente y
dejárseles sin causa. Las leyes de la percepción tienen que ser invertidas,
pues son una inversión de las Leyes de la Verdad. Las Leyes de la Verdad son
eternamente ciertas y no se pueden invertir. No obstante, se pueden percibir al
revés. Y esto debe corregirse allí donde se encuentra la ilusión de que han
sido invertidas.
6. Es imposible que una sola ilusión sea menos receptiva a la verdad
que las demás. Pero es posible que a algunas se les otorgue más valor, y que
haya más renuencia a entregárselas a la verdad a fin de recibir ayuda y
curación. Ninguna ilusión tiene ni un solo ápice de verdad en ella. Sin
embargo, parece que algunas son más verdaderas que otras, aunque es claro que
eso no tiene ningún sentido. Lo único que una jerarquía de ilusiones puede
mostrar son preferencias, no la realidad. ¿Qué tienen que ver las preferencias
con la verdad? Las ilusiones son ilusiones, y son falsas. Tus preferencias no
les otorgan realidad. Ninguna de ellas es verdad desde ningún punto de vista, y
todas cederán con igual facilidad ante la Respuesta que Dios proveyó para todas
ellas. La Voluntad de Dios es Una. Y cualquier deseo que parezca ir en contra
de Su Voluntad, no tiene fundamento alguno en la verdad.
7. El pecado no es ni siquiera un error, pues va más allá de lo que se
puede corregir al ámbito de lo imposible. Pero la creencia de que es real ha
hecho que algunos errores parezcan estar por siempre más allá de toda esperanza
de curación y ser la eterna justificación del infierno. Si esto fuese cierto,
lo opuesto al Cielo se opondría a él y sería tan real como él. Y así, la Voluntad
de Dios estaría dividida en dos y toda la Creación sujeta a las leyes de dos
poderes contrarios, hasta que Dios llegara al límite de Su Paciencia, dividiese
el mundo en dos y se pusiera a Sí Mismo a cargo del ataque. De este modo Él
habría perdido el juicio, al proclamar que el pecado ha usurpado Su Realidad y
ha hecho que Su Amor se rinda finalmente a los pies de la venganza. Ante una
imagen tan demente solo se puede esperar una defensa igualmente demente, pero
ésta no puede establecer que la imagen sea verdad.
8. Nada puede hacer que lo que no tiene sentido lo tenga. Y la verdad
no necesita defensas para ser la verdad. Las ilusiones no tienen ni testigos ni
efectos. El que las contempla no hace sino engañarse a sí mismo. Perdonar es la
única función que se puede tener aquí, y su propósito es llevarle la dicha que
este mundo niega a cada aspecto del Hijo de Dios allí donde parecía reinar el
pecado. Tal vez no comprendas el papel que desempeña el perdón en el proceso de
poner fin a la muerte y a todas las creencias que surgen de las brumas de la
culpabilidad. Los pecados son creencias que interpones entre tu hermano y tú. Los
pecados hacen que estés limitado al tiempo y al espacio, y te conceden un pequeño
lugar a ti y otro a él. En tu percepción, esta separación está simbolizada por
el cuerpo, que claramente está separado y es algo aparte. Lo que este símbolo
representa, no obstante, es tu deseo de estar aparte y separado.
9. El perdón elimina lo que se interpone entre tu hermano y tú. El
perdón es el deseo de estar unido a él y no separado. Lo llamamos “deseo”
porque todavía concibe otras opciones y aún no ha trascendido enteramente el
mundo de las alternativas. Aun así, está en armonía con el estado celestial y
no se opone a la Voluntad de Dios. Y aunque no llega a darte toda tu herencia,
elimina los obstáculos que has interpuesto entre el Cielo donde te encuentras y
el reconocimiento de dónde estás y de lo que eres. Los hechos no cambian. Sin
embargo, se pueden negar y así desconocerse, si bien se conocían antes de que
fueran negados.
10. La salvación, perfecta e íntegra, solo pide que desees, aunque sea
mínimamente, que la verdad sea verdad; que estés dispuesto, aunque no sea del
todo, a pasar por alto lo que no existe; y que abrigues un leve anhelo por el
Cielo como lo que prefieres a este mundo donde la muerte y la desolación
parecen reinar. Y la Creación se alzará dentro de ti en jubilosa respuesta para
reemplazar al mundo que ves por el Cielo, el cual es completamente perfecto e
íntegro. ¿Qué es el perdón sino estar dispuesto a que la verdad sea verdad? ¿Qué
puede permanecer enfermo y separado de la Unidad que encierra dentro de Sí
todas las cosas? El pecado no existe. Y cualquier milagro es posible en el
instante en que el Hijo de Dios percibe que sus deseos y la Voluntad de Dios
son uno.
11. ¿Qué dispone la Voluntad de Dios? Dispone que Su Hijo lo tenga
todo. Y Él garantizó esto cuando lo creó para que fuese todo. Es imposible
perder nada, si lo que tienes es lo que eres. Éste es el milagro mediante el
cual la Creación se convirtió en tu función, la cual compartes con Dios. Esto
no se entiende estando separado de Él y, por ende, no tiene sentido en este
mundo. Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está
dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su
propio miserable tesoro. Mas no puede hacer esto sin experimentar una sensación
de desolación, de pérdida y de soledad. Éste es el tesoro tras el que ha ido en
pos. Y no puede sino tener miedo de él. ¿Es acaso el miedo un tesoro? ¿Puede ser
la incertidumbre tu deseo? ¿O es simplemente que te has equivocado con respecto
a lo que es tu voluntad y a lo que realmente eres?
12. Examinemos en qué consiste el error a fin de que pueda ser
corregido, no encubierto. El pecado es la creencia de que el ataque se puede
proyectar fuera de la mente en la que se originó. Aquí la firme convicción de
que las ideas pueden abandonar su fuente se vuelve real y significativa. Y de
este error surge el mundo del pecado y del sacrificio. Este mundo es un intento
de probar tu inocencia y, al mismo tiempo, atribuirle valor al ataque. Su fallo
estriba en que sigues sintiéndote culpable, aunque no entiendes por qué. Los
efectos se ven como algo aparte de su fuente, y no parece que puedas
controlarlos o impedir que se produzcan. Y lo que de esta manera se mantiene
aparte jamás se puede unir.
13. Causa y efecto no son dos cosas separadas, sino una sola. Dios
dispone que aprendas lo que siempre ha sido verdad: que Él te creó como parte
de Sí Mismo y que esto no puede sino seguir siendo verdad porque las ideas no
abandonan su fuente. Ésta es la Ley de la Creación: que cada idea que la mente
conciba solo sirva para aumentar su abundancia y nunca para disminuirla. Esto
es tan cierto con respecto a lo que se desea vanamente como con respecto a lo
que la voluntad dispone verdaderamente, ya que la mente puede desear ser
engañada, pero no puede hacer de sí misma lo que no es. Y creer que las ideas
pueden abandonar su fuente es tratar inútilmente de hacer que las ilusiones
sean verdad. Pues nunca será posible engañar al Hijo de Dios.
14. El milagro es posible cuando causa y consecuencia se traen frente
a frente, no cuando se mantienen aparte. Curar un efecto y no su causa tan solo
puede hacer que el efecto cambie de forma. Y esto no es liberación. El Hijo de
Dios jamás se podrá contentar con nada que no sea la completa salvación y
escape de la culpabilidad, pues, de otro modo, seguirá exigiéndose a sí mismo
alguna clase de sacrificio, negando así que todo es suyo y que no es
susceptible de sufrir ninguna clase de pérdida. Los efectos que produce un
pequeño sacrificio son iguales a los que produce toda la idea de sacrificio en
sí. Si cualquier clase de pérdida fuera posible, entonces el Hijo de Dios no
sería pleno ni podría ser Quien es. No podría tampoco conocerse a sí mismo ni
reconocer su voluntad. Habría abjurado de su Padre y de su Ser, haciendo de
Ambos sus enemigos acérrimos.
15. Las ilusiones apoyan el propósito para el que fueron concebidas. Y
cualquier significado que parezcan tener se deriva de ese propósito. Dios dio a
todas las ilusiones que se concibieron, sea cual fuere su forma, otro propósito
que justificase un milagro. En cada milagro radica la curación en su totalidad,
pues Dios respondió a todas las ilusiones cual una sola. Y lo que es uno para
Él, no puede sino ser todo lo mismo. Si crees que lo que es lo mismo es
diferente, no haces sino engañarte a ti mismo. Lo que Dios considera uno, será
eternamente uno y jamás estará dividido. Su Reino está unido: así fue creado y
así permanecerá para siempre.
16. El milagro no hace sino invocar tu Nombre ancestral, que
reconocerás porque la verdad se encuentra en tu memoria. Y ése es el Nombre que
tu hermano invoca para su liberación y para la tuya. El Cielo refulge sobre el
Hijo de Dios. No lo niegues, para que así puedas ser liberado. El Hijo de Dios
renace en cada instante, hasta que elige no volver a morir. En cada deseo de
ataque elige la muerte en lugar de lo que la Voluntad de su Padre dispone para
él. Mas cada instante le ofrece vida porque su Padre dispone que viva.
17. Junto a la crucifixión se encuentra la redención porque donde no
hay dolor ni sufrimiento no hay necesidad de curación. El perdón es la
respuesta a cualquier clase de ataque. De esta manera, se cancelan los efectos
del ataque y se responde al odio en nombre del amor. Gloria eterna a ti que se
te ha encomendado salvar al Hijo de Dios de la crucifixión, del infierno y de
la muerte. Pues tienes el poder de salvar al Hijo de Dios porque su Padre así
lo dispuso. Y en tus manos yace la salvación, para ser ofrecida y recibida como
una.
18. Usar el poder que Dios te ha dado como Él quiere que se use es
algo natural. No es arrogancia ser como Él te creó ni hacer uso de lo que te
dio como respuesta a todos los errores de Su Hijo para así liberarlo. Pero sí
es arrogancia despreciar el poder que Él te dio y elegir un nimio e insensato
deseo en vez de lo que Su Voluntad dispone. El don que Dios te ha dado es
ilimitado. No hay circunstancia en la que no se pueda usar como respuesta ni
problema que no se resuelva dentro de su misericordiosa luz.
19. Mora en paz, donde Dios quiere que estés. Y sé el instrumento por
el que tu hermano puede hallar la paz en la que tus deseos se ven colmados. Unámonos
para derramar bendiciones sobre el mundo del pecado y de la muerte. Pues lo que
puede salvar a cualquiera de nosotros puede salvarnos a todos. No hay diferencias
entre los Hijos de Dios. La unidad que el especialismo niega los salvará a
todos, pues en lo que es uno no hay cabida para el especialismo. Y todo les
pertenece a todos por igual. Ningún deseo puede interponerse entre un hermano
y lo que es semejante a él. Arrebatarle algo a uno de ellos es desposeerlos a
todos. Mas bendecir a uno de ellos, es bendecirlos a todos cual uno solo.
20. Tu Nombre ancestral es el nombre de todos ellos tal como el de
ellos es el tuyo. lnvoca el Nombre de tu hermano y Dios te contestará, pues es
a Él a Quien invocas. ¿Podría negarse a contestar cuando ya ha contestado a todos
los que Lo invocan? Un milagro no puede cambiar nada en absoluto. Pero puede
hacer que lo que siempre ha sido verdad sea reconocido por aquellos que lo
desconocen; y mediante este pequeño regalo de lo que es verdad se le permite a
lo que siempre ha sido verdad ser lo que es, al Hijo de Dios ser él mismo y a
toda la Creación ser libre para invocar el Nombre de Dios cual una sola.
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