La zona
fronteriza
1. La complejidad no forma parte de Dios. ¿Cómo podría formar parte de
Él cuando solo conoce lo que es Uno? Él solamente conoce una sola Creación, una
sola Realidad, una sola Verdad y un solo Hijo. Nada puede estar en conflicto
con lo que es uno solo. ¿Cómo iba a poder haber entonces complejidad en Él?
¿Entre qué habría que elegir? Pues el conflicto es lo que da lugar a las
alternativas. La verdad es simple: es una sola y no tiene opuestos. ¿Y cómo iba
a poder presentarse la discordia ante su simple presencia y dar lugar a la
complejidad allí donde únicamente existe la unicidad? La verdad no elige, pues
no existen alternativas entre las que elegir. Solo si las hubiera, podría ser
la elección un paso necesario en el avance hacia la Unicidad. En lo que es todo
no hay cabida para nada más. Sin embargo, esta inmensidad se encuentra más allá
del alcance de este plan de estudios. No es necesario, pues, que nos detengamos
en algo que no puede ser captado de inmediato.
2. Existe una zona fronteriza en el pensamiento que se encuentra entre
este mundo y el Cielo. No es un lugar, y cuando llegas a ella, te das cuenta de
que está fuera de los confines del tiempo. Ahí es donde se lleva todo
pensamiento, donde se reconcilian los valores conflictivos y donde todas las
ilusiones se depositan ante la verdad y se juzgan como falsas. Esta zona
fronteriza está justo más allá de las puertas del Cielo. Ahí todo pensamiento
se vuelve puro y totalmente simple. Ahí se niega el pecado y en su lugar se
recibe todo lo que simplemente es.
3. Éste es el final de la jornada. Nos hemos referido a ese lugar como
el mundo real. Sin embargo, hay una contradicción en esto, en el sentido de que
las palabras implican la idea de una realidad limitada, una verdad parcial, un
segmento del universo hecho realidad. Esto se debe a que el Conocimiento no
ataca a la percepción. Ambos se llevan sencillamente el uno ante el otro y solo
uno de ellos continúa más allá de las puertas donde se encuentra la Unicidad.
La salvación es una zona fronteriza donde los conceptos de lugar y tiempo, así
como el de elegir tienen aún significado, si bien se puede ver que son temporales,
que están fuera de lugar y que toda elección ya se ha llevado a cabo.
4. Ninguna creencia que el Hijo de Dios albergue puede ser destruida.
Pero lo que es verdad para él tiene que llevarse ante la última comparación que
él tendrá que hacer jamás; la última posible evaluación, el juicio final sobre
este mundo. Se trata del Juicio de la Verdad con respecto a la ilusión; del
Conocimiento con respecto a la percepción: “No tiene ningún significado y no
existe”. Esto no es algo que tú decides. Es la simple declaración de un simple
hecho. Pero en este mundo no hay hechos simples porque todavía no está claro
qué es lo que es lo mismo y qué es lo que es diferente. Esta distinción es lo
único que se debe tener en cuenta a la hora de tomar cualquier decisión. Pues
en ella radica la diferencia entre los dos mundos. En este mundo, elegir se
vuelve imposible. En el mundo real, se simplifica.
5. La salvación se detiene justo antes del umbral del Cielo, pues solo
la percepción necesita salvación. El Cielo jamás se perdió, por lo tanto, no se
puede salvar. Mas ¿quién puede elegir entre su deseo del Cielo y su deseo del
infierno a menos que reconozca que no son lo mismo? Reconocer la diferencia es
la meta de aprendizaje que este curso se ha propuesto. No irá más allá de este
objetivo. Su único propósito es enseñar lo que es lo mismo y lo que es
diferente, sentando así las bases sobre las que hacer la única elección
posible.
6. Este mundo complejo y súper-complicado no te ofrece ninguna base
sobre la que elegir. Pues nadie comprende lo que es lo mismo, y todo el mundo
parece estar eligiendo entre alternativas que realmente no existen. El mundo
real es la esfera de la elección hecha realidad, no en el resultado final, sino
en la percepción de las alternativas entre las que se puede elegir. La idea de
que hay alternativas entre las que elegir es una ilusión. Aun así, dentro de
esta ilusión yace el des-hacimiento de todas las ilusiones, incluida ella
misma.
7. ¿No se parece esto a tu función especial en la que la separación se
subsana al pasar de lo que antes era el propósito de ser especial a lo que
ahora es el de estar unido? Todas las ilusiones son una. Y en el reconocimiento
de este hecho radica el que puedas abandonar todo intento de elegir entre ellas
y de hacerlas diferentes. ¡Qué fácil es elegir entre dos cosas que obviamente
son distintas! En esto no hay conflicto. Abandonar una ilusión que se reconoce
como tal no puede ser un sacrificio. Cuando se desposee de realidad a aquello
que nunca fue verdad, ¿cómo iba a ser difícil renunciar a ello y elegir lo que,
por ende, no puede sino ser real?
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