Muchas clases de
error; una sola corrección
1. Es fácil entender las razones por las que no le pides al Espíritu
Santo que resuelva todos tus problemas por ti. Para Él no es más difícil
resolver unos que otros. Todos los problemas son iguales para Él, puesto que
cada uno se resuelve de la misma manera y con el mismo enfoque. Los aspectos
que necesitan solución no cambian, sea cual sea la forma que el problema
parezca adoptar. Un problema puede manifestarse de muchas maneras, y lo hará
mientras persista. De nada sirve intentar resolverlo de una manera especial. Se
presentará una y otra vez hasta que haya sido resuelto definitivamente y ya no
vuelva a surgir en ninguna forma. Solo entonces te habrás librado de él.
2. El Espíritu Santo te ofrece la liberación de todos los problemas
que crees tener. Para Él, todos ellos son el mismo problema porque cada uno,
independientemente de la forma en que parezca manifestarse, exige que alguien
pierda y sacrifique algo para que tú puedas ganar. Mas solo cuando la situación
se resuelve de tal manera que nadie pierde desaparece el problema, pues no era
más que un error de percepción que ahora ha sido corregido. Para Él no es más
difícil llevar un error ante la verdad que otro. Pues solo hay un error: la
idea de que es posible perder y de que alguien puede ganar como resultado de
ello. Si eso fuese cierto, entonces Dios sería injusto, el pecado posible, el
ataque estaría justificado y la venganza sería merecida.
3. Para este único error, en cualquiera de sus formas, solo hay una
corrección. Es imposible perder, y creer lo contrario es un error. Tú no tienes
problemas, aunque pienses que los tienes. No podrías pensar que los tienes si
los vieras desaparecer uno por uno, independientemente de la magnitud, de la
complejidad, del lugar, del tiempo o de cualquier otro atributo que percibas
que haga que cada uno de ellos parezca diferente del resto. No pienses que las
limitaciones que impones sobre todo lo que ves pueden limitar a Dios en modo
alguno.
4. El milagro de la justicia puede corregir todo error. Y todo
problema es un error. Es una injusticia contra el Hijo de Dios, por lo tanto,
no es verdad. El Espíritu Santo no evalúa las injusticias como grandes o
pequeñas, mayores o menores. Para Él todas están desprovistas de atributos. Son equivocaciones por las que el Hijo de Dios está sufriendo innecesariamente.
Él simplemente le arranca los clavos y las espinas. No se detiene a juzgar si el
dolor es grande o pequeño. Emite un solo juicio: herir al Hijo de Dios sería
una injusticia, por lo tanto, no puede ser verdad.
5. Tú que crees que entregarle al Espíritu Santo tan solo algunos
errores y quedarte con el resto te mantiene a salvo, recuerda esto: la justicia
es total. La justicia parcial no existe. Si el Hijo de Dios fuese culpable,
estaría condenado y no merecería la Misericordia del Dios de la Justicia. Por
lo tanto, no Le pidas que lo castigue porque tú lo consideres culpable y desees
verlo muerto. Dios te ofrece los medios para que puedas ver su inocencia. ¿Sería justo que se le castigara porque tú te niegues a ver lo que se encuentra
ahí ante ti? Cada vez que decides resolver un problema por tu cuenta o piensas
que se trata de un problema que no tiene solución, lo has exagerado y privado
de toda esperanza de corrección. Y así, niegas que el milagro de la justicia
pueda ser justo.
6. Si Dios es justo, no puede haber entonces ningún problema que la
Justicia no pueda resolver. Pero tú crees que algunas injusticias son buenas y
justas, así como necesarias para tu propia supervivencia. Éstos son los
problemas que consideras demasiado grandes e irresolubles. Pues hay personas a
las que les deseas que pierdan, y no hay nadie a quien desees ver completamente
a salvo del sacrificio. Considera una vez más cuál es tu función especial. Se
te ha dado un hermano para que veas en él su perfecta inocencia. Y no le
exigirás ningún sacrificio porque no es tu voluntad que él sufra pérdida
alguna. El milagro de justicia que invocas te envolverá tanto a ti como a él. Pues
el Espíritu Santo no estará contento hasta que todo el mundo lo reciba, ya que
lo que le das a Él les pertenece a todos y, por el hecho de tú darlo, Él se
asegurará de que todos lo reciban por igual.
7. Piensa, entonces, cuán grande será tu liberación cuando estés
dispuesto a dejar que todos tus problemas sean resueltos. No conservarás ni uno
solo, pues no desearás ninguna clase de dolor. Y verás sanar cada pequeña
herida ante la benévola visión del Espíritu Santo. Pues todas ellas son
pequeñas para Él, y no merecen más que un leve suspiro de tu parte antes de que
desaparezcan del todo y queden por siempre sanadas y en el olvido. Lo que una
vez pareció ser un problema especial, un error sin solución o una aflicción
incurable, ha sido transformado en una bendición universal. El sacrificio ha
desaparecido. Y en su lugar se puede recordar el Amor de Dios, el cual
desvanecerá con su fulgor toda memoria de sacrificio y de pérdida.
8. Es imposible recordar a Dios mientras se tenga miedo de la justicia
en lugar de amarla. Él no puede ser injusto con nadie ni con nada porque sabe
que todo lo que existe es Suyo y que será siempre tal como Él lo creó. Todo lo
que Él ama no puede sino ser impecable e inmune al ataque. Tu función especial
abre de par en par la puerta tras la cual el recuerdo de Su Amor permanece
perfectamente intacto e inmaculado. Solo necesitas desear que se te conceda el
Cielo en vez del infierno, y todos los cerrojos y barreras que parecen mantener
la puerta herméticamente cerrada se desmoronarán y desaparecerán. Pues no es la
Voluntad de tu Padre que tú ofrezcas o recibas menos de lo que Él te dio cuando
te creó con perfecto amor.
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