El que te salva
de las tinieblas
1. ¿No es evidente que lo que perciben los ojos te infunde miedo? Tal
vez pienses que aún puedes encontrar en ello alguna esperanza de satisfacción. Tal
vez tengas fantasías de poder alcanzar cierta paz y satisfacción en el mundo
tal como lo percibes. Mas ya te debe resultar evidente que el desenlace es
siempre el mismo. A pesar de tus esperanzas y fantasías, el resultado final es
siempre la desesperación. Y en esto no hay excepciones ni nunca las habrá. Lo
único de valor que el pasado te puede ofrecer es que aprendas que jamás te dio
ninguna recompensa que quisieras conservar. Pues solo así estarás dispuesto a
renunciar a él y a que desaparezca para siempre.
2. ¿No es extraño que aún abrigues esperanzas de hallar satisfacción
en el mundo que ves? Pues se mire como se mire, tu recompensa, en todo momento
y situación, no ha sido sino miedo y culpabilidad. ¿Cuánto tiempo necesitas
para darte cuenta de que la posibilidad de que esto cambie no justifica el que
sigas posponiendo el cambio que puede dar lugar a algo mejor? Pues una cosa es
segura: la manera en que ves y has estado viendo por largo tiempo, no te ofrece
nada en que basar tus esperanzas acerca del futuro ni indicación alguna de que
vayas a tener éxito. Poner tus esperanzas en algo que no te ofrece ninguna
esperanza no puede sino hacerte sentir desesperanzado. No obstante, esta desesperanza
es tu elección, y persistirá mientras sigas buscando esperanzas allí donde
jamás puede haber ninguna.
3. Mas ¿no es cierto también que aparte de esto has encontrado alguna
esperanza, un cierto vislumbre— inconstante y variable, aunque levemente
visible—de que está justificado tener esperanzas basándote en razones que no
son de este mundo? Sin embargo, tu esperanza de que puedes encontrar
satisfacción en este mundo te impide abandonar la infructuosa e imposible tarea
que te impusiste a ti mismo. ¿Cómo iba a tener sentido albergar la creencia
fija de que hay razones para seguir buscando lo que nunca dio resultado,
basándose en la idea de que de repente tendrá éxito y te proporcionará lo que
nunca antes te había dado?
4. En el pasado siempre fracasó. Alégrate de que haya desaparecido de tu mente
y de que ya no nuble lo que se encuentra allí. No confundas la forma con el
contenido, pues la forma no es más que un medio para el contenido. Y el marco
no es sino el medio para sostener el cuadro de manera que éste se pueda ver. Pero
el marco que oculta al cuadro no sirve para nada. No puede ser un marco si es
eso lo que ves. Sin el cuadro, el marco no tiene sentido, pues su propósito es
realzar el cuadro, no realzarse a sí mismo.
5. ¿Quién colgaría un marco vacío en la pared y se pararía delante de
él contemplándolo con la más profunda reverencia, como si de una obra maestra
se tratase? Mas si ves a tu hermano como un cuerpo, eso es lo que estás
haciendo. La obra maestra que Dios ha situado dentro de este marco es lo único
que se puede ver. El cuerpo la contiene por un tiempo, pero no la empaña en
absoluto. Mas lo que Dios ha creado no necesita marco, pues lo que Él ha
creado, Él lo apoya y lo enmarca dentro de Sí Mismo. Él te ofrece Su obra
maestra para que la veas. ¿Preferirías ver el marco en su lugar y no ver el
cuadro?
6. El Espíritu Santo es el marco que Dios ha puesto alrededor de
aquella parte de Él que tú quisieras ver como algo separado. Ese marco, no
obstante, está unido a su Creador y es uno con Él y con Su obra maestra. Ése es
su propósito, y tú no puedes convertir el marco en un cuadro solo porque elijas
ver el marco en su lugar. El marco que Dios le ha proporcionado apoya
únicamente Su propósito, no el tuyo separado del Suyo. Es ese otro propósito
que tienes lo que empaña el cuadro y lo que, en lugar de éste, tiene al marco
en gran estima. Mas Dios ha ubicado Su obra maestra en un marco que durará para
siempre, después de que el tuyo se haya desmoronado y convertido en polvo. No
creas, no obstante, que el cuadro será destruido en modo alguno. Lo que Dios
crea está a salvo de toda corrupción y permanece inmutable y perfecto en la
eternidad.
7. Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maestra. Contempla
su belleza y entiende la Mente que la concibió, no en carne y hueso, sino en un
marco tan bello como ella misma. Su santidad ilumina la impecabilidad que el
marco de las tinieblas oculta, y arroja un velo de luz sobre la faz del cuadro
que no hace sino reflejar la luz que desde ella se irradia hacia su Creador. No
creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo alguna vez
nublada. Dios la mantuvo a salvo para que pudieras contemplarla y ver la
santidad que Él le otorgó.
9. ¿Cómo no iba a complacer al Señor de los Cielos que aprecies Su
obra maestra? ¿Qué otra cosa podría hacer sino darte las gracias a ti que amas
a Su Hijo como Él lo ama? ¿No te daría a conocer Su Amor solo con que te
unieras a Él para alabar lo que Él ama? Dios ama la Creación como el perfecto
Padre que es. Y de esta manera, Su Júbilo es total cuando cualquier parte de Él
se une a Sus alabanzas para compartirlo con Él. Este hermano es el perfecto
regalo que te hace. Y Dios se siente feliz y agradecido cuando le das las
gracias a Su perfecto Hijo por razón de lo que es. Y todo Su agradecimiento y
regocijo refulgen sobre ti que haces que Su Júbilo sea total, junto con él. Y así,
el tuyo se vuelve total. Aquellos cuya voluntad es que la felicidad del Padre
sea absoluta y la suya propia junto con la de Él, no pueden ver ni un solo rayo
de obscuridad. Dios Mismo ofrece Su gratitud libremente a todo aquel que comparte
Su Propósito. Su Voluntad no es estar solo. Ni la tuya tampoco.
10. Perdona a tu hermano, y no podrás separarte de él ni de su Padre. No
necesitas perdón, pues los que son totalmente puros jamás han pecado. Da,
entonces, lo que Él te ha dado para que puedas ver que Su Hijo es uno, y dale
gracias a su Padre como Él te las da a ti. No creas que Sus alabanzas no son
para ti también. Pues lo que tú das es Suyo, y al darlo, comienzas a entender
el don que te dio. Dale al Espíritu Santo lo que Él le ofrece al Padre y al Hijo
por igual. Nada tiene poder sobre ti excepto Su Voluntad y la tuya, la cual no
hace sino extender la Suya. Para eso fuiste creado, al igual que tu hermano,
quien es uno contigo.
11. Son lo mismo, tal como Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad
dividida. Y no podrán sino tener un solo propósito, puesto que Él les dio el
mismo a ambos. Su Voluntad se unifica a medida que unes tu voluntad a la de tu
hermano, a fin de que se restaure tu plenitud al ofrecerle a él la suya. No
veas en él la pecaminosidad que él ve, antes bien, hónrale para que puedas
apreciarte a ti mismo así como a él. Se les ha otorgado a cada uno de ustedes
el poder de salvar para que así escapar de las tinieblas a la luz sea algo que
puedan compartir y para que puedan ver
como Uno lo que nunca ha estado separado ni excluido de todo el Amor de Dios,
el cual Él da a todos por igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario