El vínculo con la
Verdad
1. No puede ser difícil llevar
a cabo la tarea que Cristo te encomendó, pues es Él Quien la desempeña. Y a
medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo solo aparenta ser el medio
para ejecutarla. Pues la Mente es Suya. Por lo tanto, tiene que ser tuya. Su santidad
dirige el cuerpo por medio de la mente que es una con Él. Y tú te pones de
manifiesto ante tu santo hermano tal como él lo hace ante ti. He aquí el
encuentro del santo Cristo Consigo Mismo, donde no se percibe ninguna
diferencia que se interponga entre ninguno de los aspectos de Su santidad, los
cuales se encuentran, se funden y elevan a Cristo hasta Su Padre, íntegro, puro
y digno de Su Amor eterno.
2. ¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti
sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? La percepción te dice
que tú te pones de manifiesto en lo que ves. Si contemplas el cuerpo, creerás
que ahí es donde te encuentras tú. Y todo cuerpo que veas te recordará a ti
mismo: tu pecaminosidad, tu maldad, pero sobre todo, tu muerte. ¿No
aborrecerías e incluso intentarías matar a quien te dijese algo así? El mensaje
y el mensajero son uno. Y no puedes sino ver a tu hermano como te ves a ti
mismo. Enmarcado en su cuerpo, verás su pecaminosidad, en la que tú te alzas
condenado. En su santidad, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que
eres tú.
3. La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el
que quieres vivir y del estado en el que crees que tu mente se encontrará
contenta y satisfecha. La percepción elige dónde crees que reside tu seguridad,
de acuerdo con tu decisión. Te revela lo que eres tal como tú quieres ser. Y es
siempre fiel a tu propósito, del que nunca se aparta, y no da el más mínimo
testimonio de nada que no esté de acuerdo con el propósito de tu mente. Lo que
percibes es parte de lo que tienes como propósito contemplar, pues los medios y
el fin no están nunca separados. Y así aprendes que lo que parece tener una
vida aparte en realidad no tiene vida en absoluto.
4. Tú eres el medio para llegar a Dios; no algo separado, ni con una
vida aparte de la Suya. Su Vida se pone de manifiesto en ti que eres Su Hijo. Cada
uno de Sus aspectos está enmarcado en santidad y pureza perfectas, y en un amor
celestial tan absoluto que solo anhela liberar todo lo que contempla para que
se una a él. Su resplandor brilla a través de cada cuerpo que contempla, y
lleva toda la obscuridad de éstos ante la luz al mirar simplemente más allá de
ella hacia la luz. El velo se descorre mediante su ternura y nada oculta la faz
de Cristo de los que la contemplan. Tu hermano y tú os encontráis ante Él
ahora, para dejar que Él descorra el velo que parece manteneros separados y
aparte.
5. Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como
algo separado también. No es que lo esté realmente, sino que se presenta así a
fin de que el vínculo que se te ha dado para que te unas a la verdad pueda
llegar hasta ti a través de lo que entiendes. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno,
de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno
solo. Cristo y Su Padre jamás han estado
separados; y Cristo mora en tu entendimiento, en aquella parte de ti que comparte
la Voluntad de Su Padre. El Espíritu Santo es el vínculo entre la otra parte—el
diminuto y demente deseo de estar separado, de ser diferente y especial—y el
Cristo, para hacer que la unicidad le resulte clara a lo que es realmente uno.
En este mundo esto no se entiende, pero se puede enseñar.
6. El Espíritu Santo apoya el propósito de Cristo en tu mente, de
forma que tu deseo de ser especial pueda ser corregido allí donde se encuentra
el error. Debido a que Su propósito
sigue siendo el mismo que el del Padre y el del Hijo, Él conoce la Voluntad de
Dios, así como lo que tú realmente quieres. Pero esto solo lo puede comprender
la mente que se percibe a sí misma como una y que, consciente de que es una,
así lo experimenta. La función del
Espíritu Santo es enseñarte cómo experimentar esta unicidad, qué tienes que
hacer para conseguirlo y adónde debes dirigirte para lograrlo.
7. De acuerdo con esto, se considera al tiempo y al espacio como si
fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el
concepto de una unicidad unida cual una sola no tendrá sentido. Es obvio que
una mente así de dividida jamás podría ser el Maestro de la Unicidad que une a todas
las cosas dentro de Sí. Por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en
efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. Él necesita, no
obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en
que cree encontrarse. Y tiene que valerse de todo lo que esta mente ha
aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas
ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte hasta la verdad que se
encuentra más allá de ellas. Todo lo cual puede resumirse muy simplemente de la
siguiente manera: Lo que es lo mismo no puede ser diferente y lo que es uno no
puede tener partes separadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario