Cómo perdonar el
deseo de ser especial
1. El perdón pone fin al deseo
de ser especial. Lo único que se puede perdonar son las ilusiones, que entonces
desaparecen. El perdón es lo que te libera de todas las ilusiones, y por eso es
por lo que es imposible perdonar solo parcialmente. Nadie que se aferre a una
sola ilusión puede considerarse a sí mismo libre de pecado, pues, en tal caso,
aún está afirmando que un error acerca de sí mismo es hermoso. Y de este modo,
lo califica de “imperdonable” y lo convierte en un pecado. ¿Cómo iba a poder
entonces conceder perdón de manera total cuando aún no lo quiere aceptar para
sí mismo? Pues es seguro que lo recibiría completamente en el instante en que
así lo concediera. Y de esta manera, la culpa que mantiene oculta
desaparecería, al él mismo haberla perdonado.
2. Cualquier forma de especialismo que aún valores, la has convertido
en un pecado. Se alza inviolable, y la defiendes acérrimamente con toda tu
endeble fuerza contra la Voluntad de Dios. Y así, se alza contra ti, como
enemiga tuya, no de Dios. De este modo, parece escindirte de Dios y hacer que estés
separado de Él en cuanto que defensor de ella. Prefieres proteger lo que Dios
no creó. Sin embargo, este ídolo que parece conferirte poder, en realidad te lo
ha arrebatado. Pues le has dado el patrimonio de tu hermano, dejando a éste
solo y condenado, y quedando tú hundido en el pecado y en el sufrimiento junto
con él, ante el ídolo que no puede salvaros.
3. No eres tú el que es tan vulnerable y susceptible de ser atacado
que basta una palabra, un leve susurro que no te plazca, una circunstancia adversa
o un evento que no hayas previsto para trastornar todo tu mundo y precipitarlo
al caos. La verdad no es algo frágil y las ilusiones no pueden afectarla ni
cambiarla en absoluto. Pero ser especial no es lo que es verdad en ti. Pues
cualquier cosa puede hacerle perder el equilibrio. Lo que descansa sobre lo que
no es nada jamás podrá ser estable. Por muy grande y desmesurado que parezca,
se tambaleará, dará vueltas y revoloteará con la más tenue brisa.
4. Sin cimientos nada es seguro. ¿Habría dejado Dios a Su Hijo en un
estado en el que la seguridad no significase nada? ¡De ninguna manera! a Su
Hijo permanece a salvo, descansando en Él. Tu deseo de ser especial es lo que
se ve atacado por todo lo que camina o respira, se arrastra o se desliza o
simplemente vive. Nada está a salvo de su ataque, y tampoco ello está a salvo
de nada. Jamás estará dispuesto a perdonar, pues esto es lo que es: un voto
secreto de que lo que Dios quiere para ti nunca se dé y de que por siempre te
opondrás a Su Voluntad. No es posible tampoco que ambas voluntades puedan jamás
ser la misma, mientras tu deseo de ser especial se alce como una llameante
espada de muerte entre ellas, convirtiéndolas en enemigas.
5. Dios te pide que perdones. Él no quiere que la separación se interponga—como
si de una voluntad ajena se tratase—entre lo que tanto Su Voluntad como la tuya
disponen para ti. Ambas son la misma, pues ninguna dispone ser especial. ¿Cómo
iban a poder disponer la muerte del Amor Mismo? Con todo, no pueden atacar a
las ilusiones. No son cuerpos; y esperan como una sola Mente a que todas las
ilusiones se traigan ante Ellas y se dejen ahí. La salvación no desafía ni
siquiera a la muerte. Y a Dios Mismo, que sabe que la muerte no es tu voluntad,
no le queda otro remedio que decir: “Hágase tu voluntad” porque tú crees que lo
es. 6. Perdona al Gran Creador del universo—la Fuente de la Vida, del Amor y la
Santidad, el Padre perfecto de un Hijo perfecto—por tus ilusiones de ser
especial. He aquí el infierno que elegiste como tu hogar. Él no eligió eso para
ti. No Le pidas que entre ahí. El camino está cerrado al amor y a la salvación.
Pero si liberas a tu hermano de las profundidades del infierno, habrás
perdonado a Aquel Cuya Voluntad es que descanses para siempre en los brazos de
la paz, perfectamente a salvo y sin que la animosidad ni malicia de ningún
pensamiento de ser especial perturbe tu descanso. Perdona al Santísimo por no
haber podido concederte el especialismo que tú entonces inventaste.
7. Todos los que se consideran especiales están dormidos, rodeados por
un mundo de belleza que no ven. La libertad, la paz y la dicha se encuentran
ahí, junto al ataúd en el que duermen, llamándolos para que vuelvan en sí y
despierten de su sueño de muerte. Mas ellos no oyen nada. Están perdidos en
sueños de especialismo. Odian la llamada que los puede despertar y maldicen a
Dios porque no convirtió su sueño en realidad. Maldice a Dios y muere, pero no
por mandato de Aquel que no creó la muerte, sino solo en el sueño. Mas abre los
ojos ligeramente y verás al salvador que Dios te dio a fin de que pudieras
contemplarlo y devolverle su patrimonio. Dicho patrimonio es también el tuyo.
8. Los esclavos del deseo de ser especial se liberarán. Tal es la Voluntad
de Dios y la de Su Hijo. ¿Se condenaría Dios a Sí Mismo al infierno y a la
perdición? ¿Y es eso acaso lo que dispones para tu salvador? Dios te llama a
través de él a unirte a Su Voluntad para que ambos os salvéis del infierno. Observa
las marcas de los clavos en las manos que te extiende pidiendo que le concedas
tu perdón. Dios te pide que tengas misericordia con Su Hijo y con Él. No se la niegues
a ninguno de los Dos. Lo único que te piden es que se haga tu voluntad. Buscan
tu amor a fin de que tú te puedas amar a ti mismo. No ames tu deseo de ser
especial en vez de amarlos a Ellos. La marca de los clavos está también en tus
manos. Perdona a tu Padre el que no fuese Su Voluntad que tú fueras
crucificado.
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