El deseo de ser
especial: el substituto del amor
1. El amor es extensión. Negarte a dar un regalo—por insignificante
que sea—es no conocer el propósito del amor. El amor lo da todo eternamente. Si
retienes una sola creencia, una sola ofrenda, el amor desaparece, pues has
pedido que un substituto ocupe su lugar. Y ahora la pugna—el substituto de la
paz—no puede sino acompañar a la única alternativa que puedes elegir en lugar
del amor. El que la hayas elegido es lo que le confiere toda la realidad que
parece tener.
2. Las creencias nunca se atacarán unas a otras abiertamente, ya que
es imposible que se puedan producir desenlaces conflictivos. Mas una creencia
que no se haya reconocido es una decisión de batallar en secreto, en la que los
resultados del conflicto se mantienen ocultos y nunca se llevan ante la razón para
ver si son sensatos o no. Y son muchos los resultados insensatos que se han
obtenido y muchas las decisiones absurdas que se han tomado que ahora se han
convertido en creencias a las que se les ha otorgado el poder de determinar las
decisiones subsiguientes. No subestimes el poder que tienen estos guerreros ocultos
para destruir tu paz. Pues ésta se encuentra a su merced mientras tu decisión
de dejarla en sus manos siga en pie. Los enemigos secretos de la paz—tu más
mínima decisión de elegir el ataque en vez del amor—se encuentran ahí por tu
propia elección, sin ser reconocidos y prestos a desafiarte a combatir y a
llevarte a una violencia mucho más grande de lo que te puedas imaginar. No
niegues su presencia ni sus terribles resultados. Lo único que se puede negar
es su realidad, no sus consecuencias.
3. La única creencia que se mantiene celosamente oculta y que se
defiende aunque no se reconoce, es la fe en ser especial. Esto se manifiesta de muchas formas, pero
siempre choca con la realidad de la Creación de Dios y con la grandeza con la
que Él dotó a Su Hijo. ¿Qué otra cosa podría justificar el ataque? ¿Quién
podría odiar a alguien cuyo Ser es el suyo propio y a Quien conoce? Solo los
que se creen especiales pueden tener enemigos, pues creen ser diferentes y no
iguales. Y cualquier clase de diferencia impone diferentes órdenes de realidad
y una ineludible necesidad de juzgar.
4. Lo que Dios creó no puede ser atacado, pues no hay nada en el
universo que sea diferente de ello. Lo que es diferente, sin embargo, exige
juicios, y éstos tienen que proceder de alguien que es “mejor”, alguien incapaz
de ser como aquel a quien condena, alguien “superior” a él y, en comparación,
inocente. Y así, el deseo de ser especial se convierte simultáneamente en un
medio y en un fin. Pues ser especial no solo separa, sino que también sirve
como base desde la que el ataque contra los que parecen ser “inferiores”, es
“natural” y “justo”. Los que se creen especiales se sienten débiles y frágiles
debido a las diferencias, pues lo que los hace especiales es su enemigo. Sin
embargo, ellos lo protegen y lo llaman “amigo”. Luchan por él contra todo el
universo, pues no hay nada en el mundo que sea más valioso para ellos.
5. El deseo de ser especial es el gran dictador de las decisiones
erróneas. He aquí la gran ilusión de lo que tú eres y de lo que tu hermano es. Y
he aquí también lo que hace que se ame al cuerpo y se le considere algo que
vale la pena conservar. Ser especial es
una postura que requiere defensa. Las ilusiones la pueden atacar y es indudable
que lo hacen. Pues aquello en lo que tu hermano se tiene que convertir para que
tú puedas seguir siendo especial es una ilusión. Hay que atacar a aquel que es
“peor” que tú, de forma que tu especialismo pueda perpetuarse a costa de su
derrota. Pues ser especial supone un triunfo, y esa victoria constituye la
derrota y humillación de tu hermano. ¿Cómo iba a poder vivir con el fardo de
todos tus pecados sobre él? ¿Y quién, sino tú, es su conquistador?
6. ¿Podrías odiar a tu hermano si fueses igual que él? ¿Podrías
atacarlo si te dieras cuenta de que caminas con él hacia una misma meta? ¿No
harías todo lo posible por ayudarlo a alcanzarla si percibieras que su triunfo
es el tuyo propio? Tu deseo de ser especial te convierte en su enemigo; pero en
un propósito compartido, eres su amigo. Ser especial jamás se puede compartir,
pues depende de metas que solo tú puedes alcanzar. Y él jamás debe alcanzarlas,
pues de otro modo tu meta se vería en peligro. ¿Qué significado puede tener el
amor allí donde el objetivo es triunfar? ¿Y qué decisión puede tomarse en favor
de ese objetivo que no acabe perjudicándote?
7. Tu hermano es tu amigo
porque su Padre lo creó semejante a ti. No hay diferencia alguna entre ustedes. Se te ha dado tu hermano para que el amor se
pueda extender, no para que se lo niegues. Lo que no das, lo pierdes. Dios se
dio a Sí Mismo a ustedes dos, y recordar
esto es el único propósito que comparten ahora. Por lo tanto, es el único
propósito que tienen. ¿Podrían atacarse el uno al otro si decidieran no
permitir que el deseo de ser especial se interpusiera entre ustedes? Observa
imparcialmente qué es lo que hace que no aceptes a tu hermano del todo o lo que
te lleva a pensar que quizá te convendría más estar separados. ¿No es siempre
acaso tu creencia de que tu sensación de ser especial se ve menoscabada por su
relación? ¿Y no es éste el “enemigo” que hace que cada uno de ustedes sea una
ilusión para el otro?
8. Tu temor a Dios y a tu hermano procede de cada creencia de ser
especial que aún no has reconocido. Pues exiges que tu hermano se postre ante ella
en contra de su voluntad. Y Dios Mismo tiene que honrarla o pagar las
consecuencias. Todo vestigio de malicia, toda punzada de odio y todo deseo de
perpetuar la separación nace ahí. Pues en este punto el propósito que compartes
con tu hermano queda velado de sus conciencias. Te resistes a aceptar este
curso porque te enseña que tú y tu hermano son iguales. No tienen ningún
propósito que no sea el mismo ni ninguno que su Padre no comparta con ustedes.
Pues se ha eliminado de su relación todo objetivo de ser especial. ¿Destruirías
ahora el objetivo de santidad que el Cielo le confirió? ¿Qué perspectiva puede
tener el que se cree especial que no cambie con cada aparente golpe, con cada
afrenta o con cada juicio que se imagina ha sido emitido contra él?
9. Los que se creen especiales se ven obligados a defender las ilusiones
contra la Verdad, pues ¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un
ataque contra la Voluntad de Dios? No amas a tu hermano mientras eso sea lo que
defiendes en su contra. Esto es lo que él ataca y lo que tú proteges. He aquí
el motivo de la batalla que libras contra él. Ahí él no puede sino ser tu
enemigo, no tu amigo. Jamás podrá haber paz entre los que son diferentes. Mas
él es tu amigo precisamente porque son lo mismo.
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