Por encima del
campo de batalla
1. No sigas estando en conflicto, pues sin ataque no puede haber guerra.
Tenerle miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la muerte. Sin embargo,
Dios sigue siendo el único refugio. En Él no hay ataques ni el Cielo se ve
acechado por ninguna clase de ilusión. El Cielo es completamente real. En él
las diferencias no tienen cabida, y lo que es lo mismo no puede estar en
conflicto. No se te pide que luches contra tu deseo de asesinar. Pero sí se te
pide que te des cuenta de que las formas que dicho deseo adopta encubren la
intención del mismo. Y es eso lo que te asusta, no la forma que adopta. Lo que
no es amor es asesinato. Lo que no es amoroso no puede sino ser un ataque. Toda
ilusión es un asalto contra la verdad y cada una de ellas es una agresión
contra la idea del amor porque éste parece ser tan verdadero como ellas.
2. Mas ¿qué puede ser igual a la verdad y sin embargo diferente? El asesinato y el amor son incompatibles. Si ambos fueran ciertos, tendrían entonces que
ser lo mismo e indistinguibles el uno del otro. Y así deben serlo para aquellos que ven al
Hijo de Dios como un cuerpo. Pero no es el cuerpo lo que es como el Creador del
Hijo. Y lo que carece de vida no puede ser el Hijo de la Vida. ¿Puede acaso el
cuerpo extenderse hasta abarcar todo el universo? ¿Puede acaso crear y ser lo
que crea? ¿Y puede ofrecerle a sus
creaciones todo lo que él es sin jamás sufrir pérdida alguna?
3. Dios no comparte Su función con un cuerpo. Él le encomendó a Su
Hijo la función de crear porque es la Suya Propia. Creer que la función del
Hijo es asesinar no es un pecado, pero sí es una locura. Lo que es lo mismo no
puede tener una función diferente. La Creación es el medio por el que Dios se
extiende a Sí Mismo, y lo que es Suyo no puede sino ser de Su Hijo también. Pues,
o bien el Padre y el Hijo son asesinos o bien ninguno lo es. La Vida no crea a
la muerte, puesto que solo puede crear a Semejanza Propia.
4. La hermosa luz de tu relación es como el Amor de Dios. Mas aún no
puede asumir la sagrada función que Dios le encomendó a Su Hijo, puesto que
todavía no has perdonado a tu hermano completamente y, por ende, el perdón no
se puede extender a toda la Creación. Toda forma de asesinato y ataque que
todavía te atraiga y que aún no hayas reconocido como lo que realmente es,
limita la curación y los milagros que tienes el poder de extender a todo el
mundo. Aun así, el Espíritu Santo sabe como multiplicar tus pequeñas ofrendas y
hacerlas poderosas. Sabe también como elevar tu relación por encima del campo
de batalla para que ya no se encuentre más en él. Esto es lo único que tienes
que hacer: reconocer que cualquier forma de asesinato no es tu voluntad. Tu
propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla.
5. Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. Desde ahí tu perspectiva
será muy diferente. Aquí, en medio de él, ciertamente parece real. Aquí has
elegido ser parte de él. Aquí tu elección es asesinar. Mas desde lo alto eliges
los milagros en vez del asesinato. Y la perspectiva que procede de esta
elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella.
Los cuerpos pueden batallar, pero el choque entre formas no significa nada. Y
éste cesa cuando te das cuenta de que nunca tuvo comienzo. ¿Cómo ibas a poder
percibir una batalla como inexistente si participas en ella? ¿Cómo ibas a poder
reconocer la verdad de los milagros si el asesinato es tu elección?
6. Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y
volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. Incluso
cuando se presenta en formas que no reconoces, conoces las señales: una punzada
de dolor, un ápice de culpa, pero sobre todo, la pérdida de la paz. Conoces esto muy bien. Cuando se presenten, no
abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del
asesinato. Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente
ante ti para apoyarte. Pues habrás elegido permanecer donde Él quiere que
estés, y no hay ilusión que pueda atacar la Paz de Dios cuando Él está junto a
Su Hijo.
7. No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo
estarías viendo desde un lugar que no existe. No tienes un punto de referencia
desde el que observar y desde el que lo que ves pueda tener significado. Pues solo
los cuerpos pueden atacar y asesinar, y si éste es tu propósito, eso quiere
decir que eres un cuerpo. Solo los propósitos unifican, y aquellos que
comparten un mismo propósito son de un mismo pensar. El cuerpo de por sí no
tiene propósito alguno y no puede sino ser algo solitario. Desde abajo, no se
puede trascender. Pero desde arriba, las limitaciones que les impone a aquellos
que todavía batallan desaparecen y se hace imposible percibirlas. El cuerpo se
interpone entre el Padre y el Cielo que Él creó para Su Hijo precisamente
porque no tiene ningún propósito.
8. Piensa en lo que se les concede a los que comparten el propósito de
su Padre sabiendo que es también el suyo: no tienen necesidad de nada;
cualquier clase de pesar es inconcebible; son conscientes únicamente de la luz
que aman y solo el amor brilla sobre ellos para siempre. El amor es su pasado,
su presente y su futuro: siempre el mismo, eternamente pleno y completamente
compartido. Saben que es imposible que su felicidad pueda jamás sufrir cambio
alguno. Tal vez pienses que en el campo de batalla todavía hay algo que puedes
ganar. Sin embargo, ¿podría ser eso algo que te ofreciese una calma perfecta y
una sensación de amor tan profunda y serena que ninguna sombra de duda pudiera
jamás hacerte perder la certeza? ¿Y podría ser algo que durase eternamente?
9. Los que son conscientes de la Fortaleza de Dios jamás podrían
pensar en batallas. ¿Qué sacarían con ello sino la pérdida de su perfección? Pues
todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el
cuerpo: con algo que éste parece ofrecer o poseer. Nadie que sepa que lo tiene
todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. La
insensatez de la conquista resulta evidente desde la serena esfera que se
encuentra por encima del campo de batalla. ¿Qué puede estar en conflicto con lo
que lo es todo? ¿Y qué hay que, ofreciendo menos, pudiera ser más deseable? ¿A
quién que esté respaldado por el Amor de Dios podría resultarle difícil elegir
entre los milagros y el asesinato?
No hay comentarios:
Publicar un comentario