Salvación sin
transigencias
1. ¿No es cierto acaso que no reconoces algunas de las formas en las
que el ataque se puede manifestar? Si es cierto que el ataque en cualquiera de
sus formas te hará daño, y que te hará tanto daño como lo haría cualquiera de
las formas que sí reconoces, entonces se puede concluir que no siempre
reconoces la fuente del dolor. Cualquier forma de ataque es igualmente
destructiva. Su propósito es siempre el mismo. Su única intención es asesinar,
y ¿qué forma de asesinato puede encubrir la inmensa culpabilidad y el terrible
temor a ser castigado que el asesino no puede por menos que sentir? Puede que
niegue ser un asesino y que justifique su infamia con sonrisas mientras la
comete. Sin embargo, sufrirá y verá sus intenciones en pesadillas en las que
las sonrisas habrán desaparecido, y en las que su propósito sale al encuentro
de su horrorizada conciencia para seguir acosándolo. Pues nadie que piense en
asesinar puede escaparse de la culpabilidad que dicho pensamiento conlleva. Si
la intención del ataque es la muerte, ¿qué importa la forma que adopte?
2. ¿Podría cualquier forma de muerte, por muy hermosa y caritativa que
parezca, ser una bendición y un signo de que la Voz que habla por Dios le está
hablando a tu hermano a través de ti? La envoltura no hace el regalo. Una caja
vacía, por muy bella que sea y por mucha gentileza que se tenga al darse, sigue
estando vacía. Y tanto el que la recibe
como el que la da no podrían seguir engañándose por mucho más tiempo. Niégale
el perdón a tu hermano y lo estarás atacando. No le estarás dando nada y solo
recibirás de él lo que le diste.
3. La salvación no transige en absoluto. Transigir es aceptar
únicamente una parte de lo que quieres: es tomar solo un poco y renunciar al
resto. La salvación no renuncia a nada. Se les concede a todos enteramente. Si
se le permite la entrada a la idea de transigir, se pierde la conciencia del
propósito de la salvación porque no se reconoce. Dicho propósito se niega
cuando la idea de transigir se ha aceptado, pues es la creencia de que la
salvación es imposible. La idea de transigir mantiene que puedes atacar un
poco, amar un poco, y ser consciente de la diferencia. De esta manera, pretende
enseñar que un poco de lo mismo puede ser diferente y, al mismo tiempo, permanecer
intacto, cual uno solo. ¿Tiene sentido esto? ¿Es acaso comprensible?
4. Este curso es fácil precisamente porque no transige en absoluto. Aun
así, parece ser difícil para aquellos que todavía creen que es posible
transigir. No se dan cuenta de que si lo fuera, la salvación sería un ataque.
Es indudable que la creencia de que la salvación es imposible no puede
propiciar la calmada y serena certeza de que ésta ha llegado. El perdón no se
puede negar solo un poco. Tampoco es posible atacar por una razón y amar por
otra, y entender lo que es el perdón. ¿No te gustaría poder reconocer lo que
constituye un asalto a tu paz si ésa es la única manera de no perderla de
vista? Si no la defiendes, puedes mantenerla brillando ante tu visión,
eternamente diáfana y sin jamás perderla de vista.
5. Los que creen que es posible defender la paz y que está justificado
atacar en su nombre, no pueden percibir que la paz se encuentra dentro de
ellos. ¿Cómo iban a saberlo? ¿Cómo iban a poder aceptar el perdón y al mismo
tiempo seguir albergando la creencia de que algunas formas de asesinato
mantienen la paz a salvo? ¿Cómo iban a estar dispuestos a aceptar el hecho de
que su brutal propósito va dirigido contra ellos mismos? Nadie se une a su enemigo
ni comparte su propósito. Y nadie transige con un enemigo sin seguir odiándolo
por razón de lo que éste le privó.
6. No confundas una tregua con la paz ni la transigencia con el escape
del conflicto. Haber sido liberado del conflicto significa que éste ha cesado. La
puerta está abierta; te has retirado del campo de batalla. No te has quedado
allí con la esperanza cobarde de que el conflicto no se reanude solo porque los
cañones se han acallado por un momento y el miedo que asola el lugar de la
muerte no es evidente. En un campo de batalla no hay seguridad. Lo puedes
contemplar a salvo desde lo alto sin que te afecte. Pero dentro de él no puedes
encontrar ninguna seguridad. Ni uno solo de los árboles que aún quedan en pie
puede ofrecerte cobijo. Ni una sola fantasía de protección puede servir de
escudo contra la fe en el asesinato. He aquí el cuerpo, vacilando entre el
deseo natural de comunicarse y la intención antinatural de asesinar y de morir.
¿Crees que puede haber alguna forma de asesinato que ofrezca seguridad? ¿Podría
acaso la culpa estar ausente de un campo de batalla?
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