El mensaje de la
relación santa
1. Deja que la razón dé otro paso. Si atacas a quien Dios quiere sanar
y odias a quien Él ama, entonces tú y tu Creador tenéis voluntades diferentes. Pero
si tú eres Su Voluntad, entonces debes creer que tú no eres Quien eres. Puedes
ciertamente creer esto y, de hecho, lo crees. Y tienes fe en ello y encuentras
muchas pruebas a su favor. ¿Y de dónde procede, te preguntas, tu extraño
desasosiego, tu sensación de estar desconectado y tu constante temor de que tú
no signifiques nada? Es como si hubieses llegado hasta aquí a la deriva, sin
ningún plan, excepto el de seguir vagando, pues solo eso parece seguro.
2. Sin embargo, hemos oído una descripción muy similar anteriormente,
pero no se refería a ti. Aun así, crees ser esa extraña idea que con tanta
precisión se describe ahí. La razón te diría que es imposible que el mundo que
ves a través de ojos que no son los tuyos tenga sentido para ti. ¿A quién le
devolvería sus mensajes esta forma de ver? Ciertamente no a ti, cuya visión es
totalmente independiente de los ojos que contemplan al mundo. Si ésa no es tu visión,
¿qué podría mostrarte? El cerebro no
puede interpretar lo que tu visión ve. Esto tú lo puedes comprender. El cerebro
interpreta para el cuerpo del que forma parte. Pero tú no puedes comprender lo
que dice. Sin embargo, lo has escuchado. Y te has esforzado durante mucho
tiempo por entender sus mensajes.
3. No te has dado cuenta de que es imposible que puedas entender lo que
nunca puede llegar hasta ti. Jamás has
recibido mensaje alguno que hubieses podido entender. Pues has estado
prestándole oídos a algo que no puede comunicarse en absoluto. Examina, entonces,
lo que ha sucedido. Al negar lo que eres y al estar firmemente convencido de
que eres otra cosa, esa “otra cosa” que tú has creído ser se ha convertido en
tus ojos. Sin embargo, debe ser esa “otra cosa” la que ve, y al no ser quien tú
eres te explica lo que ve. Por supuesto, tu verdadera visión haría que todo
esto fuese innecesario. Pero si tus ojos están cerrados y le pides a esa “cosa”
que te dirija y te explique el mundo que ve, no verás razón alguna para no
escuchar lo que te dice ni para sospechar que no es verdad. La razón te diría
que es imposible que sea verdad porque tú no lo entiendes. Dios no tiene
secretos. Él no te conduce por un mundo de sufrimiento, esperando hasta el
final de la jornada para decirte por qué razón te hizo pasar por eso.
4. ¿Qué podría mantenerse oculto de la Voluntad de Dios? Sin embargo,
tú crees tener secretos. ¿Qué podrían ser esos secretos sino otra “voluntad”
tuya propia, separada de la Suya? La razón te diría que esto no es un secreto
que deba ocultarse como si se tratase de un pecado. Pero ciertamente es un
error. No permitas que tu temor al pecado impida la corrección del error, pues
la atracción que ejerce la culpabilidad es solo miedo. He aquí la única emoción
que has inventado, independientemente de lo que aparente ser. He aquí la
emoción de los secretos, de los pensamientos privados y del cuerpo. He aquí la
emoción que se opone al amor y que siempre conduce a la percepción de
diferencias y a la pérdida de la igualdad. He aquí la única emoción que te
mantiene en las tinieblas, dependiente de ese otro ser que tú crees haber
inventado para que te guíe por el mundo que él fabricó para ti.
5. La visión se te concedió, junto con todo lo que puedes comprender. No
te resultará difícil comprender lo que esta visión te dice, pues todo el mundo
ve solo lo que cree ser. Y tú comprenderás lo que tu visión te muestre porque
es la verdad. Únicamente tu visión puede comunicarte lo que puedes ver. Te
llega directamente, sin necesidad de ninguna interpretación. Lo que necesita
interpretación tiene que ser algo ajeno a ti. Y un intérprete al que no
entiendes nunca podrá hacer que ello te resulte inteligible.
6. De todos los mensajes que has recibido y que no has entendido, solo
este curso está al alcance de tu entendimiento y puede ser entendido. Éste es
tu idioma. Aún no lo entiendes porque tu comunicación es todavía como la de un
bebé. No se puede dar credibilidad a los balbuceos de un bebé ni a lo que oye,
ya que los sonidos tienen un significado diferente para él, según la ocasión. Y
ni los sonidos que oye ni las cosas que ve son aún estables. Pero lo que oye y
todavía no comprende será algún día su lengua materna, a través de la cual se
comunicará con los que le rodean y ellos con él. Y esos seres extraños y
cambiantes que se mueven a su alrededor serán quienes lo consuelen, y él
reconocerá su hogar y los verá allí junto con él.
7. Así es como renace en cada relación santa la capacidad de comunicar
en vez de la de separar. Mas una relación santa, que apenas acaba de renacer de
una relación no santa, y que, sin embargo, es más antigua que la vieja ilusión
que acaba de reemplazar, es como un bebé que ahora renaciera. Pero con este
bebé se te devuelve la visión, ya que te hablará en un idioma que podrás
entender. Este bebé no se nutre de “aquello otro” que tú creías ser. No fue
dado ahí ni tampoco fue recibido por nada excepto por ti. Pues no es posible
que dos hermanos se puedan unir, salvo a través de Cristo, Cuya visión los ve como
uno.
8. Santo hermano mío, piensa en lo que se te ha dado. Este infante te
explicará lo que no entiendes y te lo presentará de una manera muy clara. Pues
su idioma no será una lengua extraña. Él no necesitará ningún intérprete para
comunicarse contigo, pues fuiste tú quien le enseñó lo que sabe debido a que tú
lo sabías. Él no habría podido acudir a nadie excepto a ti, nunca a “esa otra
cosa”. Donde Cristo ha entrado nadie está solo, pues Él nunca podría encontrar
Su morada entre los que creen estar separados. Mas Él tiene que renacer en Su
hogar de antaño—tan aparentemente nuevo y, sin embargo, tan inmemorial como
Él—como un pequeño recién llegado que depende de la santidad de tu relación
para sobrevivir.
9. Ten por seguro que Dios no puso a Su Hijo en manos de quien no es
digno de él. Solamente lo que es parte de Dios es digno de estar unido. Y es
imposible que nada que no sea parte de Él pueda unirse. La comunicación tiene
que haberse restablecido entre los que se unen, ya que nunca se habrían podido unir
a través de sus cuerpos. ¿Qué es lo que los ha unido, entonces? La razón te
diría que tuvieron que haberse visto el uno al otro a través de una visión que
no era del cuerpo y haberse comunicado en un lenguaje que el cuerpo no habla.
No pudo tampoco haber sido una visión o sonido atemorizante lo que tan
dulcemente los unió. Fue más bien que cada uno vio en el otro un perfecto
refugio donde su Ser podía renacer a salvo y en paz. Así se lo dijo la razón y
así lo creyó porque era la verdad.
10. He aquí la primera percepción directa que puedes construir. Y la
construyes a través de una conciencia que es más antigua que la percepción, y
que, sin embargo, renace en un instante. Pues ¿qué es el tiempo para lo que
siempre ha sido cómo es? Observa lo que ese instante trajo consigo: el
reconocimiento de que “esa otra cosa” que tú pensabas ser, era solo una
ilusión. Y la verdad brotó instantáneamente para mostrarte dónde se encuentra
tu Ser. Al negar las ilusiones invitas a la Verdad, pues al negarlas reconoces
que el miedo no significa nada. En el santo hogar donde el miedo es impotente
el amor entra dando las gracias, agradecido de ser uno con ustedes que se unieron para dejarlo entrar.
11. Cristo acude a lo que es semejante a Él; a lo que es lo mismo, no
a lo que es diferente. Pues siempre se siente atraído hacia Sí Mismo. ¿Qué se
asemeja más a Él que una relación santa? Y lo que hace que tu hermano y tú os
sintáis mutuamente atraídos, es lo que hace que Cristo se sienta atraído hacia
ti. Ahí Su dulzura y Su benévola inocencia están a salvo del ataque. Y ahí Él
puede regresar con confianza, pues la fe que depositas en otro es la fe que
depositas en Él. No cabe duda de que estás en lo cierto al considerar a tu
hermano el hogar que Cristo ha elegido, pues al hacer eso ejerces tu voluntad
junto con la de Cristo y la de Su Padre. Esto es lo que la Voluntad de tu Padre
dispone para ti, y la tuya junto con la de Él. Y el que se siente atraído hacia
Cristo se siente atraído hacia Dios tan irremediablemente como Cristo y Dios se
sienten atraídos hacia toda relación santa: la morada que ha sido preparada
para Ellos a medida que la tierra se convierte en el Cielo.
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