Capítulo 22
LA SALVACIÓN Y LA
RELACIÓN SANTA
Introducción
1. Ten piedad de ti mismo, tú que por tanto tiempo has estado
esclavizado. Regocíjate de que a los que Dios ha unido se han reunido y ya no
tienen necesidad de seguir contemplando el pecado por separado. No es posible que dos individuos puedan
contemplar juntos el pecado, pues nunca podrían verlo en el mismo sitio o al
mismo tiempo. El pecado es una
percepción estrictamente personal, que se ve en el otro, pero que cada uno cree
que está dentro de sí. Y cada uno parece cometer un error diferente, que el
otro no puede comprender. Hermano, se trata del mismo error, cometido por lo
que es lo mismo, y perdonado por su hacedor de igual manera. La santidad de tu
relación los perdona a ti y a tu hermano, y cancela los efectos de lo que ambos
creyeron y vieron. Y al desaparecer
dichos efectos, desaparece también la necesidad del pecado.
2. ¿Quién tiene necesidad del pecado? Únicamente los que deambulan por
su cuenta y en soledad, creyendo que sus hermanos son diferentes de ellos. Es
esta diferencia, que aunque es visible no es real, lo que hace que el pecado,
que si bien no es real es visible, parezca estar justificado. Todo esto sería
real si el pecado lo fuese. Pues una relación no santa se basa en diferencias y
en que cada uno piense que el otro tiene lo que a él le falta. Se juntan, cada
uno con el propósito de completarse a sí mismo robando al otro. Siguen juntos
mientras piensen que ya no queda nada más por robar y luego se separan. Y así,
vagan por un mundo de extraños, distintos de ellos, viviendo tal vez con los
cuerpos de esos extraños bajo un mismo techo que a ninguno de ellos da cobijo;
en la misma habitación y, sin embargo, a todo un mundo de distancia.
3. La relación santa parte de una premisa diferente. Cada uno ha
mirado dentro de sí y no ha visto ninguna insuficiencia. Al aceptar su
compleción, desea extenderla uniéndose a otro, tan pleno como él. No ve
diferencias entre su Ser y el Ser del otro, pues las diferencias solo se dan a
nivel del cuerpo. Por lo tanto, no ve nada de lo que quisiera apropiarse. No
niega su realidad porque ésta es la verdad. Se encuentra justo debajo del
Cielo, pero lo bastante cerca como para no tener que retornar a la tierra. Pues
esta relación goza de la Santidad del Cielo. ¿Cuán lejos del hogar puede estar
una relación tan semejante al Cielo?
4. ¡Piensa en lo que una relación santa te podría enseñar! En ella desaparece la creencia en diferencias.
En ella la fe en las diferencias se convierte
en fe en la igualdad. Y en ella la
percepción de diferencias se transforma en visión. La razón puede ahora llevar
a ti y a tu hermano a la conclusión lógica de su unión. Ésta se tiene que
extender, de la misma forma en que ustedes se extendieron al unirse. La unión tiene que extenderse más
allá de sí misma, tal como ustedes se extendieron más allá del cuerpo para
hacer posible su unión. Ahora la igualdad que vieron se extiende y elimina
finalmente cualquier sensación de diferencia, de modo que la igualdad que yace
bajo todas las diferencias se hace evidente. Éste es el círculo áureo en el que
reconocen al Hijo de Dios. Pues lo que nace en una relación santa es
imperecedero.
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