El puente que
conduce al mundo real
1. Ir en busca de una relación
especial es señal de que te equiparas con el ego y no con Dios, pues la relación especial solo tiene valor
para el ego. Para él, a no ser que una
relación tenga valor especial, no tiene ningún significado, pues para el ego
todo amor es especial. Esto, sin
embargo, no puede ser natural, pues es diferente de la relación que Dios tiene
con Su Hijo, y toda relación que no sea como ésa es necesariamente antinatural.
Pues Dios creó el amor tal como Él quería que fuera, y lo dio tal como es. El amor no tiene ningún significado excepto el
que su Creador le otorgó mediante Su Voluntad. Es imposible definirlo de otra manera y
entenderlo.
2. El amor es libertad. Ir en
su busca encadenándote a ti mismo es separarte de él. ¡Por el Amor de Dios, no
sigas buscando la unión en la separación ni la libertad en el cautiverio! Según concedas libertad, serás liberado. No
te olvides de esto o, de lo contrario, el amor será incapaz de encontrarte y
ofrecerte consuelo.
3. Hay una manera en que el Espíritu Santo te pide que le prestes tu
ayuda si quieres disponer de la Suya. El
instante santo es el recurso más útil de que Él dispone para protegerte de la
atracción de la culpabilidad, que es el verdadero señuelo de la relación
especial. No te das cuenta de que ése es
el verdadero atractivo de la relación especial, debido a que el ego te ha
enseñado que la libertad reside en ella. Sin embargo, mientras más detenidamente
examines la relación especial, más claro te resultará que no puede sino
fomentar la culpabilidad y que, por lo tanto, no puede sino aprisionar.
4. La relación especial no significa nada sin un cuerpo. Si le atribuyes valor a la relación especial,
tienes que atribuírselo también al cuerpo. Y no podrás sino conservar aquello a lo que
atribuyas valor. La relación especial es un recurso para limitar tu Ser a un
cuerpo, y para limitar la percepción que tienes de los demás a los suyos. Si pudieses ver los Grandes Rayos, éstos te
demostrarían que la relación especial no tiene absolutamente ningún valor. Pues
al verlos, el cuerpo desaparecería, ya que perdería su valor. Y de este modo, perderías todo tu interés en
verlo.
5. Ves el mundo al que atribuyes valor. A este lado del puente ves un
mundo de cuerpos separados que buscan unirse unos con otros en uniones
exclusivas, y convertirse en uno solo a costa de la pérdida que ambos sufren. Cuando dos individuos intentan convertirse en
uno solo están tratando de reducir su grandeza. Cada uno quiere negar su poder, pues una unión
exclusiva excluye al universo. Se deja
afuera mucho más de lo que se admite adentro, pues se deja a Dios afuera y no
se admite nada adentro. Si una sola de
esas uniones se estableciera con perfecta fe, el universo entraría a formar
parte de ella. Mas la relación especial
que el ego persigue no incluye ni siquiera un solo individuo en su totalidad. El ego solo quiere parte de él, y ve solo esa
parte y nada más.
6. ¡Qué diferentes son las cosas al otro lado del puente! Durante algún tiempo se sigue viendo el
cuerpo, pero ya no es lo único que se ve, como ocurre aquí. La pequeña chispa que contiene los Grandes
Rayos también es visible, y no puede ser confinada a la pequeñez por mucho más
tiempo. Una vez que hayas cruzado el puente, el valor del cuerpo disminuirá
tanto ante tus ojos, que ya no tendrás ninguna necesidad de enaltecerlo. Pues
te darás cuenta de que su único valor es el de permitirte llevar a tus hermanos
contigo hasta el puente, para allí ser liberados juntos.
7. El puente en sí no es más que
una transición en la perspectiva que se tiene de la realidad. A este lado ves todo sumamente distorsionado y
desde una perspectiva errónea. Lo que es
pequeño e insignificante se enaltece, y a lo que es fuerte y poderoso no se le
concede ningún valor. Durante la transición hay un período de confusión en el
que es posible experimentar una sensación muy real de desorientación. No tengas miedo de esto, pues lo único que
significa es que has estado dispuesto a abandonar el marco de referencia
distorsionado que parecía mantener a tu mundo intacto. Este marco de referencia
está construido en torno a la relación especial. Sin esta ilusión, no seguirías buscando ningún
significado aquí.
8. No temas que se te vaya a elevar y a arrojar abruptamente a la
realidad. El tiempo es benévolo, y si lo
usas en beneficio de la realidad se ajustará al ritmo de tu transición. Lo único que es urgente es desencajar a tu
mente de la posición fija que ha adoptado aquí. Ello no te dejará desamparado ni desprovisto
de un marco de referencia. El período de
desorientación, que precede a la transición en sí, es mucho más corto que el
tiempo que tardaste en fijar tu mente tan firmemente en las ilusiones.
Cualquier demora te hará ahora más daño que antes, debido únicamente a que te
das cuenta de que es una demora y de que realmente es posible escapar del
dolor. En lugar de desesperación, halla
esperanza y consuelo en esto: muy pronto ya no podrás encontrar en ninguna
relación especial aquí ni siquiera la ilusión de amor, pues ya no estás
completamente loco y no tardarás mucho en reconocer la culpabilidad que te
produce traicionarte a ti mismo.
9. Nada que procures fortalecer en la relación especial es realmente
parte de ti. Y no puedes conservar parte
del sistema de pensamiento que te enseñó que la relación especial es real, y
entender el Pensamiento que sabe lo que eres. Le has permitido al Pensamiento de tu realidad
entrar en tu mente, y puesto que lo invitaste, morará contigo. Tu amor por él no permitirá que te traiciones
a ti mismo, y no podrás entablar ninguna relación en la que dicho pensamiento
no te acompañe, pues no desearás estar separado de él.
10. Alégrate de haber escapado de la parodia de salvación que el ego
te ofrecía, y no mires atrás con nostalgia a la farsa que hacía de tus
relaciones. Ahora nadie tiene que
sufrir, pues has llegado demasiado lejos como para sucumbir a la ilusión de que
la culpa es algo bello y santo. Solo los
que son completamente dementes podrían contemplar la muerte y el sufrimiento,
la enfermedad y la desesperanza, y considerarlos bellos y santos. Lo que la culpa ha forjado es feo, temible y
muy peligroso. No veas ninguna ilusión de verdad y belleza en ello. Y siéntete agradecido de que haya un lugar
donde la verdad y la belleza te aguardan. Ve gustosamente a su encuentro y descubre lo
mucho que te espera por el simple hecho de estar dispuesto a abandonar lo que
no es nada precisamente porque no es nada.
11. La nueva perspectiva que adquirirás al cruzar el puente será el
entendimiento de dónde se encuentra el Cielo. Desde este lado parece
encontrarse fuera de ti y al otro lado del puente. Pero al cruzarlo para unirte al Cielo, éste se
unirá a ti y os volveréis uno. Y pensarás, con feliz asombro, que a cambio de
todo esto renunciaste a lo que no era nada. El júbilo del Cielo, que no tiene
límites, aumenta con cada luz que regresa a ocupar el lugar que le corresponde
en él. ¡Por el Amor de Dios y por el tuyo
propio, no te demores más! ¡Y qué el
instante santo te acelere en tu camino, como indudablemente lo hará solo con
que lo dejes llegar a ti!
12. El Espíritu Santo solo te pide este pequeño favor: que cada vez
que tus pensamientos se desvíen hacia una relación especial que todavía te
atraiga, te unas a Él en un instante santo y ahí le permitas liberarte. Lo
único que necesita es que estés dispuesto a compartir Su perspectiva para que
Él te la conceda en su totalidad. Y no tienes que estar completamente dispuesto
porque Él lo está. Su tarea es expiar tu
renuencia mediante Su perfecta fe, y es Su fe la que tú compartes con Él en el
instante santo. Como resultado de reconocer
que no estás dispuesto a ser liberado, se te ofrece la perfecta buena voluntad
de la que Él goza. Invócale, pues el
Cielo responde a Su llamada. Y permite
que Él invoque al Cielo por ti.
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