Cómo compartir
la percepción del Espíritu Santo
1. ¿Qué deseas? Pues en tus manos está poder disponer de la Luz o de
la obscuridad, del Conocimiento o de la ignorancia, pero no de ambas
alternativas a la vez. Los opuestos deben ponerse uno al lado del otro en vez
de mantenerse separados. Pues su separación solo existe en tu mente y, al igual
que tú, se reconcilian al unirse. En la unión todo lo que no es real
inevitablemente desaparece, pues la verdad es unión. De la misma manera en que la obscuridad
desaparece ante la luz, de igual modo la ignorancia se desvanece cuando alborea
el Conocimiento. La percepción es el
medio a través del cual se lleva la ignorancia ante el Conocimiento. La
percepción, no obstante, tiene que estar desprovista de engaño, pues de otra
manera se convierte en el mensajero de la ignorancia en vez de en un ayudante
en la búsqueda de la verdad.
2. La búsqueda de la verdad no es más que un honesto examen de todo lo
que la obstaculiza. La verdad
simplemente es. No se puede perder,
buscar o encontrar. Está dondequiera que
estés, pues está en tu interior. Aun
así, puedes reconocerla o pasarla por alto, o bien puede ser real o falsa para
ti. Si la ocultas, se vuelve irreal para
ti por haberla ocultado y revestido de miedo. La verdad yace oculta bajo cada piedra angular
de miedo sobre la que has erigido tu demente sistema de creencias. Pero no
puedes saber esto, pues al ocultar la verdad en el miedo, no ves razón alguna
para creer que mientras más mires de frente al miedo menos lo verás y más claro
se hará lo que oculta.
3. Es imposible convencer a los que no saben de qué saben. Desde su punto de vista no es verdad que
sepan. Pero como Dios lo sabe, es
verdad. Éstos son puntos de vista
claramente opuestos acerca de la realidad de los que “no saben”. Para Dios, no saber es imposible. No saber, por lo tanto, no es un punto de
vista, sino simplemente una creencia en algo que no existe. Lo único que les
ocurre a los que no saben es que abrigan esa creencia y, debido a ello, se
equivocan con respecto a sí mismos. Se
han definido de manera diferente de cómo fueron creados. Su creación no fue un
punto de vista, sino una certeza. Cuando
la incertidumbre se lleva ante la certeza, se abandona toda convicción de que
sea real.
4. Hemos estado haciendo
hincapié en el hecho de que lo indeseable debe llevarse ante lo deseable, y lo
que no se desea ante lo que se desea. Te
darás cuenta de que ésta es la manera de alcanzar la salvación si te detienes a
considerar lo que es la disociación. La
disociación es un proceso de pensamiento distorsionado en el que se abrigan dos
sistemas de creencias que no pueden coexistir. Si se pone uno al lado del otro, resulta imposible
aceptarlos a los dos. Pero si uno de ellos se mantiene oculto del otro, su
separación parece mantenerlos vigentes a los dos y hace que parezcan ser
igualmente reales. Poner uno al lado del otro, por lo tanto, se convierte en
motivo de miedo, pues si haces eso, no podrás por menos que dejar de aceptar
uno de ellos. No puedes quedarte con los
dos, pues cada uno supone la negación del otro. Si se mantienen separados, este hecho se
pierde de vista, pues al estar entonces en lugares diferentes es posible creer
firmemente en los dos. Ponlos uno al
lado del otro, y su absoluta incompatibilidad resultará evidente de inmediato. Uno de ellos tiene que desaparecer porque el
otro se ve en el mismo lugar.
5. Cuando una mente cree en la obscuridad y se niega a abandonarla, la
luz no puede entrar. La verdad no lucha contra la ignorancia ni el amor ataca
al miedo. Lo que no necesita protección no tiene necesidad de defenderse. Las defensas son invención tuya. Dios las desconoce. El Espíritu Santo las usa en favor de la
verdad sólo porque tú las inventaste contra ella. La percepción que de acuerdo
con Sus propósitos Él tiene de ellas, simplemente las transforma en una llamada
a lo que has atacado con ellas. Las
defensas, al igual que todo lo demás que has inventado, tienen que ser
transformadas dulcemente en algo beneficioso para ti y ser reinterpretadas por
el Espíritu Santo de medios de autodestrucción a medios de conservación y
liberación. La tarea del Espíritu Santo es imponente, pero el Poder de Dios
está con Él. Llevar a cabo esa tarea,
por lo tanto, es algo tan fácil para Él, que se logró en el mismo instante en
el que se le dio para ti. No demores tu
retorno a la paz preguntándote cómo va a poder Él llevar a cabo lo que Dios le
encomendó. Deja eso en manos de Uno que sabe. No se te pide que lleves a cabo
tareas de tal magnitud. Se te pide únicamente que hagas lo poco que Él sugiere,
confiando tan solo en que, si Él te lo pide, tú lo puedes hacer. Verás cuán
fácilmente puedes llevar a cabo todo lo que Él te pida.
6. El Espíritu Santo solo te pide esto: que lleves ante Él todos los secretos
que le hayas ocultado. Ábrele todas las
puertas y pídele que entre en la obscuridad y la desvanezca con Su luz. Si lo invitas, Él entrará gustosamente. Y
llevará la luz a la obscuridad si le franqueas la entrada. Pero no puede ver lo
que mantienes oculto. Él ve por ti, pero
a menos que tú mires con Él, Él no puede ver. La visión de Cristo no es sólo para Él, sino
para Él junto contigo. Llévale, por lo
tanto, todos tus pensamientos tenebrosos y secretos, y contémplalos con Él. Él abriga la luz y tú la obscuridad. Ambas cosas no pueden coexistir cuando las
contemplan juntos. Su juicio
prevalecerá, y Él te lo ofrecerá cuando unas tu percepción a la Suya.
7. Uniéndote a Su manera de ver es como aprendes a compartir con Él la
interpretación de la percepción que conduce al Conocimiento. Por tu cuenta no puedes ver. Compartir la percepción con Aquel que Dios te
ha dado te enseña a reconocer lo que ves. Es el reconocimiento de que ninguna cosa que ves
significa nada por sí sola. Ver con Él
te mostrará que todo significado, incluyendo el tuyo, no procede de una visión
doble, sino de la dulce fusión de todas las cosas en un solo significado, una
sola emoción y un solo propósito Dios
tiene un solo propósito y lo comparte contigo. La única visión que el Espíritu
Santo te ofrece brindará esta unicidad a tu mente con una claridad y
luminosidad tan intensas que por nada del mundo dejarías de aceptar lo que Dios
quiere que tengas. Contempla tu voluntad
y acepta que es la Suya y que todo Su Amor es tuyo. ¡Que todo honor se te rinda a ti a través del
Espíritu Santo y, a través de Él, a Dios!
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