Capítulo 12
El PROGRAMA DE
ESTUDIOS DEL ESPÍRITU SANTO
El juicio del Espíritu Santo
1. Se te ha dicho que no le
otorgues realidad al error, y la manera de hacer esto es muy simple. Si deseas creer en el error, tienes que
otorgarle realidad porque el error en sí no es real. Mas la verdad es real por derecho propio, y
para creer en ella no tienes que hacer nada. Comprende que no reaccionas a nada
directamente, sino a tu propia interpretación de ello. Tu interpretación, por lo tanto, se convierte
en la justificación de tus reacciones. Por eso es por lo que analizar los motivos de
otros es peligroso. Si decides que
alguien está realmente tratando de atacarte, abandonarte o esclavizarte,
reaccionarás como si realmente lo hubiese hecho, al haberle otorgado “realidad”
a su error. Interpretar el error es conferirle poder, y una vez que haces eso
pasas por alto la verdad.
2. Analizar los motivos del ego
es algo muy complicado, muy confuso y nunca se hace sin la participación de tu
propio ego. Todo el proceso no es sino un intento inequívoco de demostrar que
tienes la capacidad de comprender lo que percibes. Esto lo prueba el hecho de
que reaccionas ante tus interpretaciones como si fueran correctas. Puedes entonces controlar tus reacciones en lo
que respecta a tu comportamiento, pero no en lo que respecta a tus emociones.
Esto obviamente divide o ataca la integridad de tu mente, poniendo a uno de sus
niveles contra otro.
3. Solo hay una forma sensata de
interpretar motivos. Y por tratarse del juicio del Espíritu Santo, no requiere esfuerzo
alguno por tu parte. Todo pensamiento amoroso es verdadero. Todo lo demás es
una petición de ayuda y de curación, sea cual sea la forma que adopte. ¿Cómo puede estar justificado reaccionar con
ira ante la súplica de un hermano? Ninguna reacción podría ser apropiada,
excepto estar dispuesto a ayudarle, pues eso y solo eso, es lo que está
pidiendo. Ofrécele cualquier otra cosa, y te estarás arrogando el derecho de
atacar su realidad al interpretarla como mejor te parezca. Tal vez no esté
completamente claro para ti el peligro que esto supone para tu mente. Si crees
que una petición de ayuda es otra cosa, reaccionarás a esa otra cosa. Tu
reacción, por lo tanto, será inadecuada a la realidad tal como ésta es, pero no
a la percepción que tú tienes de ella.
4. No hay nada que te impida
reconocer todas las peticiones de ayuda exactamente como lo que son, excepto tu
imaginaria necesidad de atacar. Esta necesidad es lo único que hace que estés
dispuesto a entablar interminables “batallas” con la realidad, en las que
niegas que la necesidad de curación sea real haciéndola irreal. No harías eso
si no fuera por el hecho de que no estás dispuesto a aceptar la realidad tal
como es y, por consiguiente, te privas de ella.
5. Decirte que no juzgues lo que
no entiendes es ciertamente un buen consejo. Nadie que sea parte interesada
puede ser un testigo imparcial porque la verdad se habrá convertido para él en
lo que él quiere que sea. Si no estás dispuesto a percibir una petición de
ayuda como lo que es, es porque no estás dispuesto a prestar ayuda ni a
recibirla. Dejar de reconocer una petición de ayuda es negarse a recibir ayuda.
¿Mantendrías que no la necesitas? Sin
embargo, eso es lo que mantienes cuando te niegas a reconocer la súplica de un
hermano, pues solo respondiendo a su súplica puedes tú mismo ser ayudado. Niégate
a ayudarle, y no podrás reconocer la respuesta que Dios te dio. El Espíritu
Santo no necesita tu ayuda para interpretar motivos, pero es indudable que tú
necesitas la Suya.
6. La única reacción apropiada hacia
un hermano es apreciarlo. Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos
de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las percibes
correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia. Toda sensación de esfuerzo procede de tus
intentos de no hacer simplemente eso. ¡Cuán simple es, entonces, el plan de Dios
para la salvación! No hay sino una sola manera de reaccionar ante la realidad
porque la realidad no suscita conflicto alguno. No hay sino un solo Maestro de la realidad, el
Cual entiende lo que ésta es. Este Maestro no cambia de parecer con respecto a
la realidad porque la realidad no cambia. Si bien tus interpretaciones de la realidad no
tienen sentido en tu estado dividido, las Suyas son por siempre fieles a la
verdad. Él te las da porque son para ti.
No intentes “ayudar” a un hermano a tu
manera, pues no puedes ayudarte a ti mismo. Mas oye sus ruegos que claman por
la Ayuda de Dios y, de este modo, reconocerás la necesidad que tú mismo tienes
del Padre.
7. Las interpretaciones que haces
de las necesidades de tu hermano son las interpretaciones que haces de las
tuyas propias. Al prestar ayuda la estás pidiendo, y si percibes tan solo una
necesidad en ti serás sanado. Pues
reconocerás la Respuesta de Dios tal como deseas que sea y, si de verdad la deseas,
ciertamente será tuya. Cada súplica a la
que respondes en el Nombre de Cristo acerca más a tu conciencia el recuerdo del
Padre. En interés de tu propia
necesidad, pues, oye toda petición de ayuda como lo que es, para que Dios te
pueda responder a ti.
8. Al aplicar cada vez más la
interpretación del Espíritu Santo a las reacciones de otros, irás cobrando
mayor conciencia de que Su criterio es igualmente aplicable a las tuyas. Pues reconocer
el miedo no es suficiente para poder escaparse de él, aunque sí es necesario
para demostrar la necesidad de escapar. El Espíritu Santo tiene aún que
transformar el miedo en verdad. Si se te dejase con el miedo una vez que lo
hubieses reconocido, habrías dado un paso que te alejaría de la realidad en vez
de acercarte a ella. No obstante, hemos señalado repetidamente la necesidad de
reconocer el miedo y de encararlo sin camuflarlo como un paso crucial en el proceso
de desvanecer al ego. Considera entonces lo mucho que te va a servir la
interpretación que hace el Espíritu Santo de los motivos de los demás. Al
haberte enseñado a aceptar únicamente los pensamientos de amor de otros y a
considerar todo lo demás como una petición de ayuda, te ha enseñado que el
miedo en sí es una petición de ayuda. Esto es lo que realmente quiere decir
reconocer el miedo. Si no lo proteges,
el Espíritu Santo lo reinterpretará. En
esto radica el valor principal de aprender a percibir el ataque como una
petición de amor. Ya hemos aprendido que
el miedo y el ataque están inevitablemente interrelacionados. Si el ataque es lo único que da miedo, y
consideras al ataque como la petición de ayuda que realmente es, te darás
cuenta de la irrealidad del miedo. Pues el miedo es una súplica de amor, en la
que se reconoce inconscientemente lo que se ha negado.
9. El miedo es un síntoma de tu profunda
sensación de pérdida. Si al percibirlo en otros aprendes a subsanar la
sensación pérdida, se elimina la causa básica del miedo. De esa manera, te
enseñas a ti mismo que en ti no hay miedo. Los medios para erradicarlo se
encuentran en ti, y has demostrado esto al dárselos a otros. El miedo y el amor
son las únicas emociones que eres capaz de experimentar. Una es falsa, pues
procede de la negación, y la negación depende, para poder existir, de que se
crea en lo que se ha negado. Al interpretar correctamente el miedo como una
afirmación categórica de la creencia subyacente que enmascara, estás socavando
su percibida utilidad al hacer que sea inservible. Las defensas que no sirven se
abandonan automáticamente. Si haces que lo que el miedo oculta pase a ocupar
una posición inequívocamente preeminente, el miedo deja de ser relevante. Habrás
negado que puede ocultar al amor, lo cual era su único propósito. El velo que
habías puesto sobre la faz del amor habrá desaparecido.
10. Si deseas contemplar el amor,
que es la realidad del mundo, ¿qué mejor cosa podrías hacer que reconocer en
toda defensa contra él la súplica de amor subyacente? ¿Y de qué mejor manera
podrías darte cuenta de su realidad que respondiendo a esa súplica dando amor? La
interpretación que el Espíritu Santo hace del miedo ciertamente lo desvanece,
pues la conciencia de la verdad no se puede negar. De esta manera el Espíritu
Santo reemplaza al miedo por el amor y transforma el error en verdad. Y de esta
manera aprenderás de Él cómo reemplazar tu sueño de separación por el hecho
innegable de la unidad. Pues la separación no es otra cosa que la negación de
la unión, y si se interpreta correctamente, da testimonio de tu eterno
conocimiento de que la unión es verdad.
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