La visión del
salvador
1. Aprender significa cambiar. La salvación no intenta valerse de
medios que todavía sean tan ajenos a tu modo de pensar que no te sirvan de
nada, ni tampoco es su intención producir cambios que no puedas reconocer. Mientras
perdure la percepción habrá necesidad de conceptos, y la tarea de la salvación
es cambiarlos. Y lo hace valiéndose de contrastes, no de la Verdad, la cual no
tiene opuestos ni puede cambiar. De acuerdo con los conceptos del mundo, los
culpables son “malos” y los inocentes “buenos”. Y no hay nadie aquí que no
tenga un concepto de sí mismo que cuente con lo “bueno” para que le perdone lo
“malo”. No puede tampoco confiar en el aspecto
“bueno” de nadie, pues cree que el “malo” anda por ahí al acecho. Este
concepto hace hincapié en la traición, de modo que resulta imposible tener
confianza. Nada de esto puede cambiar mientras percibas lo “malo” en ti.
2. Mientras le atribuyas valor al ataque no podrás ver tus “malos”
pensamientos. Puede que algunas veces los percibas, pero no te darás cuenta de
que no significan nada. Y así, se presentarán en formas temibles, ocultando su
contenido, a fin de quebrantar el pobre concepto que tienes de ti mismo y
ennegrecerlo con otro “crimen” más. No puedes concederte a ti mismo tu
inocencia, pues estás demasiado confundido con respecto a Quien eres. Mas solo
con que considerases a un solo hermano como completamente digno de perdón, tu
concepto de ti mismo cambiaría por completo. Tus “malos” pensamientos quedarían
perdonados junto con los suyos, al no haber permitido que ninguno de ellos te
afectara. Abandonarías tu empeño de querer ser el símbolo de su maldad y culpa.
Y al depositar tu confianza en lo que es bueno en él, la depositarías en lo que
es bueno en ti.
3. Desde un punto de vista conceptual, ésa es la manera de verlo como
algo más que un cuerpo, pues el cuerpo nunca parece ser lo que es bueno. Las
acciones del cuerpo se perciben como procedentes de lo más “bajo” en ti y, por
ende, de lo más “bajo” en él. Al
concentrarte únicamente en lo bueno en él, ves el cuerpo cada vez menos y a la
larga tan solo se verá como una sombra que circunda lo bueno. Y cuando hayas llegado al mundo que se
encuentra más allá de lo que solo se puede ver con los ojos del cuerpo, ése
será el concepto que tendrás de ti mismo. Pues no interpretarás nada de lo que
veas sin la Ayuda que Dios te proveyó. Y en Su visión yace otro mundo.
4. Vives en ese mundo tanto como en éste, pues los dos son conceptos
de ti mismo que se pueden intercambiar, pero que jamás pueden albergarse
simultánea-mente. El contraste es mucho mayor de lo que te imaginas, pues
amarás ese otro concepto de ti mismo porque no se concibió solo para ti. Aunque
nació como un regalo para alguien a quien no percibías como tu propio ser, se
te ha dado a ti. Pues el perdón que le concediste a él ha sido aceptado ahora
para los dos.
5. Ten fe en aquel que camina a tu lado para que el temeroso concepto
que tienes de ti mismo pueda cambiar. Y contempla lo bueno en él para que tus
“malos” pensamientos no te asusten al no poder nublar la manera en que lo ves. Lo
único que se requiere es que estés dispuesto a que este feliz intercambio tenga
lugar. No se te pide nada más. En apoyo de ese intercambio, recuerda lo que el
concepto de ti mismo que ahora abrigas te trajo en su estela, y dale la
bienvenida al grato contraste que se te ofrece. Extiende la mano y recibe el
regalo de dulce perdón que le ofreces a aquel que tiene tanta necesidad de él
como tú. Y permite que el cruel concepto que tienes de ti sea intercambiado por
otro que te brinda la Paz de Dios.
6. El concepto que ahora tienes de ti mismo garantiza que tu función
aquí sea por siempre irrealizable e imposible de llevar a cabo. Y así, te
condena a una amarga y profunda sensación de depresión y futilidad. Dicho
concepto, sin embargo, no tiene por qué ser fijo e inalterable, a menos que decidas
que no hay esperanza de que pueda cambiar y lo mantengas estático y oculto en
tu mente. En lugar de ello, entrégaselo a Aquel que entiende cuáles son las
modificaciones que necesita para que pueda serle útil a la función que se te
encomendó a fin de brindarte paz, de modo que puedas ofrecer paz para así gozar
de ella. Las alternativas están en tu mente para que las uses, y tú puedes verte
a ti mismo de otra manera. ¿No preferirías considerarte como alguien que es
necesario para la salvación del mundo, en vez de un enemigo de ella?
7. El concepto del yo se alza como un escudo, como una silenciosa
barricada contra la Verdad, ocultándola de tu vista. Todas las cosas que ves
son imágenes porque las contemplas a través de una barrera que te empaña la
vista y deforma tu visión, de manera que no puedes ver nada con claridad. La
luz está ausente de todo lo que ves. Como máximo, vislumbras una sombra de lo
que se encuentra más allá. Como mínimo, ves simplemente la obscuridad y
percibes las aterradoras imaginaciones procedentes de pensamientos de culpa y
de conceptos nacidos del miedo. Y lo que ves es el infierno, pues eso es lo que
es el miedo. Mas todo lo que se te da es para tu liberación, y la vista, la
visión y el Guía interno te sacarán del infierno junto con aquellos que amas a
tu lado y al universo junto con ellos.
8. ¡Observa el papel que se les ha encomendado en el universo! El
Señor del Amor y de la Vida le ha encomendado a cada aspecto de la verdadera
creación que salve a todo el mundo de la aflicción del infierno. Y a cada uno
le ha concedido la gracia de ser el salvador de los santos hermanos que se le
confiaron especialmente. Esto es lo que aprende cuando primero ve a otro tal
como se ve a sí mismo y contempla su propio reflejo en él. Así es como deja a
un lado el concepto que tiene de sí mismo, pues nada viene a interponerse entre
su visión y lo que contempla, para juzgar lo que él ve. Y en esta única visión,
ve la faz de Cristo y se da cuenta de que contempla a todo el mundo según
contempla a este hermano. Pues ahora hay luz donde antes había obscuridad, y el
velo que cubría su vista ha sido descorrido.
9. El velo que cubre la faz de Cristo, el temor a Dios y a la
salvación, así como el amor a la culpa y a la muerte no son sino diferentes
nombres de un mismo error: que hay un espacio entre tu hermano y tú que les
mantiene aparte debido a una ilusión de ti mismo que lo mantiene a él separado
de ti y a ti alejado de él. La espada del juicio es el arma que le entregas a
esta ilusión de ti mismo, para que pueda luchar e impedir que el amor llene el
espacio que mantiene a tu hermano separado de ti. Mientras empuñes esa espada,
no obstante, no podrás sino percibirte a ti mismo como un cuerpo, pues te
habrás condenado a estar separado de aquel que sostiene el espejo que refleja
otra imagen de lo que él es y, por ende, de lo que tú no puedes sino ser
también.
10. ¿Qué es la tentación sino el deseo de permanecer en el infierno y
en la aflicción? ¿Y a qué puede dar lugar esto sino a una imagen de ti que
puede estar afligida y permanecer atormentada y en el infierno? El que ha
aprendido a no ver a su hermano de esta manera, se ha salvado a sí mismo y, por
ende, se ha convertido en el salvador de todos los demás. Dios ha encomendado a
todos a cada uno, pues un salvador parcial es uno que solo se ha salvado
parcialmente. Los santos hermanos que Dios te ha encomendado para que los
salves son todos aquellos con quienes te encuentras o a quienes contemplas sin
saber Quién son; los que viste por un instante y luego olvidaste; los que
conociste hace mucho; los que conocerás algún día; aquellos de los que ya no te
acuerdas y los que aún no han nacido. Pues Dios te ha dado Su Hijo para que lo
salves de cualquier concepto que él haya abrigado jamás.
11. Sin embargo ¿cómo podrías ser el salvador del Hijo de Dios
mientras todavía desees permanecer en el infierno? ¿Cómo ibas a ser consciente
de su santidad mientras lo veas separado de la tuya? Pues la santidad se ve a
través de ojos santos que ven la inocencia en su interior y, consecuentemente,
esperan verla en todas partes. De esta manera, la invocan en todo aquel que
contemplan para que pueda ser lo que ellos esperan de él. Esta es la visión del
salvador: él ve su inocencia en todo lo que contempla, y su propia salvación en
todas partes. No tiene un concepto de sí mismo que se interponga entre sus ojos
despejados y serenos y lo que ve. De este modo, lleva la luz a todo lo que
contempla para así poder verlo como realmente es.
12. Sea cual sea la forma en que la tentación parezca manifestarse, no
es más que un reflejo de tu deseo de ser algo que no eres. De ese deseo surge
un concepto que te enseña que eres aquello que deseas ser. Y hasta que no dejes
de atribuirle valor al deseo que lo engendró, ése será el concepto que tendrás
de ti mismo. Y mientras lo tengas en gran estima, verás a tu hermano como la
imagen de ti que dicho deseo engendró. Pues ver es tan solo la representación
de un deseo, ya que no tiene el poder de crear. Puede, no obstante, contemplar
con amor o con odio, dependiendo sencillamente de si eliges unirte a lo que ves
o mantenerte aparte y separado de ello.
13. Así como la visión del salvador está desprovista de cualquier
juicio acerca de ti, del mismo modo es inocente con respecto a lo que tu hermano
es. No ve el pasado de nadie en absoluto. Y así, sirve a una mente
completamente receptiva, libre de viejos conceptos y dispuesta a contemplar solo
lo que el presente contiene. No puede juzgar porque no sabe nada. Y al haber
reconocido esto, simplemente pregunta: “¿Cuál es el significado de lo que
contemplo”? Entonces se le da la respuesta. Y la puerta se abre para que la faz
de Cristo refulja sobre aquel que con inocencia pide ver más allá del velo de las
viejas ideas y de los conceptos ancestrales que por tanto tiempo abrigó contra
la visión de Cristo en ti.
14. Así pues, mantente alerta contra la tentación, recordando que no
es más que un deseo demente e insensato de convertirte en algo que no eres. Y
piensa también en esa cosa que querrías ser en cambio. Pues de lo que esa cosa
se compone es de locura, dolor y muerte; de traición y de profunda
desesperación, así como de sueños fallidos y de haber perdido toda esperanza,
salvo la de morir para así poner fin al sueño de miedo. Eso es todo lo que es
la tentación; nada más. ¿Cómo iba a ser difícil elegir contra ello? Examina lo
que es la tentación y reconoce cuáles son las verdaderas alternativas entre las
que eliges. Pues solo hay dos. No te dejes engañar por el hecho de que
aparentan ser muchas. Las alternativas son el infierno o el Cielo, y de éstas, solo
puedes elegir una.
15. No dejes que la luz del mundo, la cual te ha sido concedida,
permanezca oculta de él. Pues el mundo necesita la luz, ya que ciertamente es
un lugar sombrío, y los hombres se desesperan porque la visión del salvador
está velada y lo que ven es la muerte. Su salvador se encuentra ahí,
desconocidamente y desconocido, y los contempla con los ojos cerrados. Y ellos no
podrán ver hasta que él los contemple con ojos videntes y les ofrezca el perdón
que se ofrece a sí mismo. ¿Podrías tú a quien Dios exhorta: “¡Libera a mi
Hijo!” caer en la tentación de no escuchar, una vez que te has dado cuenta de
que es tu propia liberación la que Él pide? ¿Y qué otra cosa sino ésta pretende
enseñar este curso? ¿Y qué otra cosa sino ésta tienes que aprender?
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