Elige de nuevo
1. La lección que la tentación siempre quiere enseñar, en cualquier
forma en que se presente e independientemente de donde ocurra, es ésta: quiere
persuadir al santo Hijo de Dios de que él es un cuerpo, nacido dentro de lo que
no puede sino morir, incapaz de librarse de su fragilidad y condenado a lo que
el cuerpo le ordene sentir. El cuerpo fija los límites de lo que el Hijo de
Dios puede hacer. Su poder es la única fuerza de la que el Hijo dispone, y el
dominio de éste no puede exceder el reducido alcance del cuerpo. ¿Querrías
seguir siendo eso, si Cristo se te apareciera en toda Su gloria pidiéndote
únicamente esto?: Elige de nuevo si quieres ocupar el lugar que te corresponde
entre los salvadores del mundo o si prefieres quedarte en el infierno y mantener
a tus hermanos allí. Él ha venido, y eso es lo que te está pidiendo.
2. ¿Cómo se lleva a cabo esa elección? ¡Qué fácil de explicar es esto!
Siempre eliges entre tu debilidad y la fortaleza de Cristo en ti. Y lo que
eliges es lo que crees que es real. Solo con que te negaras a dejar que la
debilidad guiara tus actos, dejarías de otorgarle poder. Y la luz de Cristo en
ti estaría entonces a cargo de todo cuanto hicieses. Pues habrías llevado tu
debilidad ante Él y, a cambio de ella, Él te habría dado Su fortaleza.
3. Las pruebas por las que pasas no son sino lecciones que aún no has
aprendido, que vuelven a presentarse a fin de que donde antes hiciste una
elección equivocada, puedas ahora hacer una mejor y escaparte así del dolor que
te ocasionó lo que elegiste previamente. En toda dificultad, disgusto o
confusión Cristo te llama y te dice con ternura: “Hermano mío, elige de nuevo”.
Él no dejará sin sanar ninguna fuente de dolor ni dejará en tu mente ninguna
imagen que pueda ocultar a la Verdad. Te liberará de toda miseria a ti a quien
Dios creó como un altar a la dicha. No te dejará desconsolado ni solo en sueños
infernales, sino que liberará a tu mente de todo lo que te impide ver Su faz. Su
santidad es la tuya porque Él es el único poder que es real en ti. Su fortaleza
es la tuya porque Él es el Ser que Dios creó como Su único Hijo.
4. Las imágenes que fabricas no pueden prevalecer contra lo que Dios
Mismo quiere que seas. Por lo tanto, jamás tengas miedo de la tentación, sino
reconócela como lo que es: una oportunidad más para elegir de nuevo y dejar que
la fortaleza de Cristo impere en toda circunstancia y lugar donde antes habías
erigido una imagen de ti mismo. Pues lo que parece ocultar la faz de Cristo es
impotente ante Su majestad y desaparece ante Su santa Presencia. Los salvadores
del mundo, que ven tal como Él ve, son sencillamente los que eligen la
fortaleza de Cristo en lugar de su propia debilidad, la cual se ve como algo
aparte de Él. Ellos redimirán al mundo, pues están unidos en el poder de la
Voluntad de Dios. Y lo que ellos disponen no es sino lo que Él dispone.
5. Aprende, pues, el feliz hábito de responder a toda tentación de
percibirte a ti mismo débil y afligido con estas palabras: Soy tal como Dios me
creó. Su Hijo no puede sufrir. Y yo soy
Su Hijo. De este modo se invita a la fortaleza de Cristo a que impere y
reemplace todas tus debilidades con la fuerza que procede de Dios, la cual es
infalible. Y de este modo también, los milagros se vuelven algo tan natural
como el miedo y la angustia parecían serlo antes de que se eligiera la santidad.
Pues con esa elección desaparecen las distinciones falsas; y las alternativas
ilusorias se dejan atrás y ya no queda nada que interfiera en la Verdad.
6. Tú eres tal como Dios te creó, al igual como también lo es todo ser
vivo que contemples, independientemente de las imágenes que veas. Lo que
percibes como enfermedad, dolor, debilidad, sufrimiento y pérdida no es sino la
tentación de percibirte a ti mismo indefenso y en el infierno. No sucumbas a
esta tentación, y verás desaparecer toda clase de dolor, no importa dónde se
presente, en forma similar a como el sol disipa la neblina. Un milagro ha
venido a sanar al Hijo de Dios y a cerrarle la puerta a sus sueños de
debilidad, allanando así el camino hacia su salvación y liberación. Elige de
nuevo lo que quieres que él sea, recordando que toda elección que hagas
establecerá tu propia identidad tal como la has de ver y como creerás que es.
7. No me niegues el pequeño regalo que te pido, cuando a cambio de
ello pongo a tus pies la Paz de Dios y el poder para llevar esa Paz a todos los
que deambulan por el mundo solos, inseguros y presos del miedo. Pues se te ha
concedido poder unirte a cada uno de ellos y, a través del Cristo en ti,
apartar el velo de sus ojos y dejar que contemplen al Cristo en sí mismos.
8. Hermanos míos en la salvación, no dejen de oír mi voz ni de
escuchar mis palabras. No les pido nada, excepto su propia liberación. El
infierno no tiene cabida en un mundo cuya hermosura puede todavía llegar a ser
tan deslumbrante y abarcadora que solo un paso la separa del Cielo. Traigo a
tus cansados ojos la visión de un mundo diferente, tan nuevo, depurado y fresco
que se olvidarán de todo el dolor y miseria que una vez vieron. Tienes que
compartir esta visión con todo aquel que veas, pues de lo contrario, no la
contemplarás. Dar este regalo es la
manera de hacerlo tuyo. Y Dios ordenó, con amorosa bondad, que lo fuese.
9. ¡Alegrémonos de poder caminar por el mundo y de tener tantas
oportunidades de percibir nuevas situaciones donde el regalo de Dios se puede
reconocer otra vez como nuestro! Y de esta manera, todo vestigio del infierno,
así como los pecados secretos y odios ocultos, desaparecerán. Y toda la
hermosura que ocultaban aparecerá ante nuestros ojos cual prados celestiales,
que nos elevarán más allá de los tortuosos senderos por los que viajábamos antes
de que apareciera el Cristo. Óiganme, hermanos míos, óiganme y únanse a mí. Dios
ha decretado que yo no pueda llamarlos en vano, y en Su Certeza yo descanso en
paz. Pues ustedes me oirán y elegirán de nuevo. Y con esa elección todo el
mundo quedará liberado.
10. Gracias, Padre, por estos santos seres que son mis hermanos así
como Tus Hijos. La fe que tengo en ellos es Tu Propia Fe. Estoy tan seguro de
que vendrán a mí como Tú estás de lo que ellos son y de lo que serán
eternamente. Aceptarán el regalo que les ofrezco porque me lo diste para ellos.
Y así como yo únicamente quiero hacer Tu santa Voluntad, ésa también será su
elección. Te doy gracias por ellos. El himno de salvación resonará a través del
mundo con cada elección que cada uno de ellos haga. Pues compartimos un mismo
propósito, y el fin del infierno está cerca.
11. Mi mano se extiende en gozosa bienvenida a todo hermano que quiera
unirse a mí para ir más allá de la tentación y mirar con firme determinación
hacia la luz que brilla con perfecta constancia tras ella. Dame los míos, pues
Te pertenecen. ¿Y podrías dejar de hacer lo que es Tu Voluntad? Te doy las gracias por lo que mis hermanos
son. Y según cada uno de ellos elija unirse a mí, el himno de gratitud que se
eleva desde la tierra hasta el Cielo se convertirá, de unas cuantas notas
sueltas, en un coro todo-abarcador, que brota de un mundo redimido del infierno
y que te da las gracias a Ti.
12. Y ahora decimos “Amén”. Pues Cristo ha venido a morar al lugar
que, en el sosiego de la eternidad, Tú estableciste para Él desde antes de los
orígenes del tiempo. La jornada llega a su fin y acaba donde comenzó. No queda
ni rastro de ella. Ya no se le otorga fe a ninguna ilusión ni queda una sola
mota de obscuridad que pudiera ocultarle a nadie la faz de Cristo. Tu Voluntad
se hace, total y perfectamente, y toda la Creación Te reconoce y sabe que Tú
eres la única Fuente que tiene. La Luz, clara como Tú, irradia desde todo lo
que vive y se mueve en Ti. Pues hemos llegado allí donde todos somos uno y
finalmente estamos en casa, donde Tú quieres que estemos.
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