Más allá de todo
ídolo
1. Los ídolos son algo muy concreto. Mas tu voluntad es universal,
puesto que es ilimitada. Y así, no tiene forma ni su contenido se puede expresar
en función de la forma. Los ídolos son límites. Representan la creencia de que
hay ciertas formas que pueden brindar felicidad y de que limitando se consigue
todo. Es como si dijeras: “No tengo necesidad de todo. Lo único que quiero es
este trocito y para mí será como si fuera todo”. Y esto no puede sino dejarte
insatisfecho porque tu voluntad es que todo sea tuyo. Decídete en favor de los
ídolos y estarás buscando perder. Decídete por la verdad y todo será tuyo.
2. No es la forma en sí lo que andas buscando. ¿Qué forma puede ser un
substituto del Amor de Dios el Padre? ¿Qué forma puede ocupar el lugar de todo
el amor que reside en la Divinidad de Dios el Hijo? ¿Qué ídolo puede dividir en
dos lo que es eternamente uno? ¿Y se podría acaso limitar lo que es ilimitado?
No deseas ningún ídolo, pues ésa no es tu voluntad. Ningún ídolo puede concederte
el regalo que buscas. Cuando decides qué forma debe tener lo que quieres, dejas
de entender su propósito. Y de ese modo, ves tu voluntad en el ídolo,
reduciéndola así a una forma concreta. Mas eso nunca podrá ser tu voluntad
porque lo que es partícipe de toda la Creación no puede contentarse con ideas
triviales o con cosas insignificantes.
3. Tras la búsqueda de todo ídolo yace el anhelo de compleción. Lo
pleno no tiene forma porque es ilimitado. Buscar una persona o una cosa
especial para añadir a lo que eres y así alcanzar la compleción, solo puede
querer decir que crees que te falta algo que una forma puede proporcionarte. Y
que al encontrarla, alcanzarás la compleción en una forma que a ti te gusta. El
propósito de todo ídolo es éste: que no mires más allá de él a la raíz de la creencia
de que te falta algo. Esto solo podría ser cierto si hubieses pecado. Pues el
pecado es la idea de que te encuentras solo y aparte de lo que es pleno. Es
necesario, por lo tanto, que la búsqueda de la plenitud se lleve a cabo más
allá de los límites que tú mismo te has impuesto.
4. No es nunca el ídolo lo que realmente quieres. Mas lo que crees que
te ofrece, eso ciertamente lo quieres y tienes derecho a pedirlo. Y es
imposible que te sea negado. El que tu voluntad sea estar completo es la
Voluntad de Dios, y por tal razón se te concede. Dios no sabe nada de formas. No
te puede contestar utilizando términos que no tienen sentido. Y tu voluntad no
se puede satisfacer con formas huecas, concebidas exclusivamente para llenar
una brecha que no existe. No es esto lo que quieres. La Creación no le da a
ninguna persona ni a ninguna cosa separada el poder de completar al Hijo de
Dios. ¿A qué ídolo se puede apelar para que le dé al Hijo de Dios lo que ya es
suyo?
5. Alcanzar la compleción es la función del Hijo de Dios. Sin embargo,
no tiene necesidad de buscarla. Más allá de todo ídolo se alza su santa
voluntad de ser únicamente lo que es. Pues ser más que pleno no tiene sentido. Si
se hubiese producido algún cambio en el Hijo de Dios o si se le pudiera reducir
a alguna forma y limitar a lo que no se encuentra en él, entonces no sería tal
como Dios lo creó. ¿Qué necesidad tiene de ídolos para ser Quién es? ¿Podría
acaso desprenderse de alguna parte de sí mismo? Lo que no es pleno no puede
otorgar plenitud. Mas lo que se pide sinceramente no puede ser negado. Tu
voluntad se te concede. No en una forma que no habría de satisfacerte, sino en
el Pensamiento pleno y completamente hermoso que Dios abriga de ti.
6. Lo que Dios no conoce no existe. Y lo que Él conoce existe para
siempre y es inmutable. Pues los pensamientos duran tanto como la mente que los
pensó. Y la Mente de Dios no tiene fin ni puede haber un instante en que Sus
Pensamientos puedan estar ausentes o cambiar. Los pensamientos ni nacen ni
mueren. Comparten los atributos de su creador y no tienen una vida separada
aparte de la de él. Tus pensamientos están en tu mente, tal como tú estás en la
Mente que te pensó. Por lo tanto, no hay partes separadas en lo que existe
dentro de la Mente de Dios. Su Mente es por siempre Una y está eternamente
unida y en paz.
7. Los pensamientos parecen ir y venir. Sin embargo, lo único que esto
significa es que algunas veces eres consciente de ellos y otras no. Un
pensamiento del que te has olvidado parece nacer de nuevo en ti cuando retorna
a tu conciencia. Mas no murió cuando lo olvidaste. Siempre estuvo ahí, sin embargo,
no eras consciente de él. El Pensamiento que Dios abriga de ti no se ha visto
afectado en modo alguno por tu olvido. Siempre será exactamente como era antes
de que te olvidaras de él, como seguirá siendo cuando lo recuerdes y como fue
durante el lapso en que lo habías olvidado.
8. Los Pensamientos de Dios están mucho más allá de cualquier
posibilidad de cambio y su resplandor es eterno. No están esperando a nacer, sino
a que se les dé la bienvenida y se les recuerde. El Pensamiento que Dios abriga
de ti es como una estrella inmutable en un eterno firmamento. Se encuentra tan
alto en el Cielo que aquellos que se encuentran fuera del Cielo no saben que
está allí. No obstante, brillará por toda la eternidad, sereno, puro y hermoso.
En ningún momento ha dejado de estar allí ni ha habido jamás un instante en que
su luz se haya atenuado o haya perdido su perfección.
9. El que conoce al Padre conoce esta luz, pues Él es el eterno
firmamento que la mantiene a salvo, por siempre elevada y firmemente anclada. La
perfecta pureza de esa luz no depende de si se ve en la tierra o no. El
firmamento la envuelve y la mantiene dulcemente en su perfecto lugar, el cual
está tan lejos de la tierra como la tierra lo está del Cielo. No es la
distancia ni el tiempo lo que hace que esta estrella sea invisible desde la
tierra. Mas aquellos que andan en pos de ídolos no pueden saber que la estrella
está ahí.
10. Más allá de todo ídolo se encuentra el Pensamiento que Dios abriga
de ti. Este Pensamiento no se ve afectado en modo alguno por la confusión y el
terror del mundo, por los sueños de nacimiento y muerte que aquí se tienen ni
por las innumerables formas que el miedo puede adoptar, sino que, sin
perturbarse en lo más mínimo, sigue siendo tal como siempre fue. Rodeado de una
calma tan absoluta que el estruendo de batallas ni siquiera llega hasta él,
dicho Pensamiento descansa en la certeza y en perfecta paz. Tu única realidad
se mantiene a salvo en él, completamente inconsciente del mundo que se postra
ante ídolos y no conoce a Dios. El Pensamiento que Dios abriga de ti,
completamente seguro de su inmutabilidad y de que descansa en su eterno hogar,
nunca ha abandonado la Mente de su Creador, al que conoce tal como su Creador
sabe que dicho Pensamiento se encuentra en Su Propia Mente.
11. ¿Dónde podría existir el Pensamiento que Dios abriga de ti sino
donde te encuentras? ¿Podría acaso tu realidad ser algo aparte de ti y
encontrarse en un mundo que le es completamente desconocido? Fuera de ti no hay
eterno firmamento ni estrella inmutable ni realidad alguna. La mente del Hijo
del Cielo, en el Cielo está, pues ahí la Mente del Padre y la del Hijo se
unieron en la Creación, la cual no tiene fin. Tú no tienes dos realidades, sino
una sola, y no puedes ser consciente más que de una. Tu realidad es o bien un
ídolo o bien el Pensamiento que Dios abriga de ti. No olvides, por lo tanto,
que los ídolos tienen que mantener oculto lo que eres, no de la Mente de Dios,
sino de la tuya. La estrella sigue brillando y el firmamento jamás ha cambiado.
Mas tú, el santo Hijo de Dios, no eres consciente de tu realidad.
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