La morada
inmutable
1. Hay un lugar en ti en el que este mundo en su totalidad ha sido
olvidado y en el que no quedan memorias de pecado ni de ilusiones. Hay un lugar
en ti donde el tiempo ha desaparecido y donde se oyen ecos de la eternidad. Hay
un lugar de descanso donde el silencio es tan absoluto que no se oye ningún
sonido, excepto un himno que se eleva hasta el Cielo para brindar júbilo a Dios
el Padre y al Hijo. Allí donde Ambos moran, allí Ambos son recordados. Y allí
donde Ambos están, allí se encuentran el Cielo y la paz.
2. No creas que puedes cambiar el lugar donde Ellos moran. Pues tu
Identidad reside en Ellos, y allí donde están, allí tienes que estar tú para
siempre. La inmutabilidad del Cielo se encuentra tan profundamente dentro de
ti, que todas las cosas de este mundo no hacen sino pasar de largo, sin notarse
ni verse. La sosegada infinitud de la paz eterna te envuelve dulcemente en su
tierno abrazo, tan fuerte y serena, tan tranquila en la omnipotencia de su
Creador, que nada puede perturbar al sagrado Hijo de Dios que se encuentra en
tu interior.
3. He aquí el papel que el Espíritu Santo te asigna a ti que sirves al
Hijo de Dios y que quieres contemplar su despertar y regocijarte. Él forma
parte de ti y tú de él porque es el Hijo de su Padre y no por ningún otro propósito
que tú puedas ver en él. Lo único que se te pide es que aceptes lo inmutable y
lo eterno en él, pues tu Identidad reside ahí.
Solo en él puedes encontrar la paz que mora en ti. Y todo pensamiento de amor que le ofreces no
hace sino acercarte más a tu despertar a la paz eterna y a la dicha infinita.
4. Este sagrado Hijo de Dios es como tú: el reflejo del Amor de su Padre
por ti, el tierno recordatorio del Amor de su Padre mediante el que fue creado,
el cual todavía mora en él al igual que en ti. Permanece muy quedo y escucha la
Voz de Dios en él, y deja que esa Voz te diga cuál es su función. Pues él fue
creado para que tú fueras íntegro, pues solo lo que está completo puede ser
parte de la Compleción de Dios, la cual te creó.
5. El único regalo que el Padre te pide es que no veas en la Creación
más que la esplendorosa gloria del regalo que Él te hizo. Contempla a Su Hijo,
Su regalo perfecto, en Quien su Padre refulge eternamente y a Quien toda la
Creación le ha sido dada como propia. Y puesto que dispone de Ella se te da a
ti. Por lo tanto, contempla tu paz allí donde la Creación se encuentra en él. La
calma que te rodea mora en él, y de esa quietud emanan los sueños felices en los
que sus manos se unen candorosamente. Éstas no son las manos usurpadoras de los
sueños de dolor. No empuñan ninguna
espada, pues han abandonado su apego a todas las vanas ilusiones del mundo. Y al estar vacías reciben en cambio la mano de
un hermano en la que yace la plenitud.
6. Si supieras el glorioso objetivo que se halla más allá del perdón,
no conservarías ningún pensamiento por muy leve que parezca ser su roce con la
maldad. Pues entenderías cuán grande es el costo que supone conservar cualquier
cosa que Dios no haya otorgado en las mentes que pueden en cambio dirigir las
manos a bendecir y a conducir al Hijo de Dios a la morada de su Padre. ¿No te
gustaría ser amigo de aquel que fue creado para ser la morada de su Padre? Si
Dios lo considera digno de Sí Mismo, ¿lo atacarías tú con las manos del odio? ¿Quién
que ponga sus ensangrentadas manos sobre el propio Cielo podría esperar
encontrar la paz de éste? Tu hermano cree estar sujetando la mano de la muerte.
Pero no le creas. Reconoce, en cambio, cuán bendito eres tú que lo puedes
liberar solo con ofrecerle la tuya.
7. Se te ofrece un sueño en el que tu hermano es tu salvador, no tu
enemigo acérrimo. Se te ofrece un sueño en el que lo has perdonado por todos
sus sueños de muerte: un sueño de esperanza que compartes con él, en vez de los
sueños de odio y maldad que sueñas por tu cuenta. ¿Por qué parece tan difícil
compartir ese sueño? Porque a menos que sea el Espíritu Santo Quien le otorgue
al sueño la función que debe tener, éste continuará estando al servicio de la
muerte, ya que fue concebido para el odio. Cada forma que adopta es, de alguna
manera, una invocación a la muerte. Y aquellos que sirven al señor de la muerte
han venido a adorarlo en un mundo de separación—cada uno con su diminuta lanza
y enmohecida espada—para cumplir su vieja promesa de morir.
8. Tal es la médula de miedo de cada sueño que no se le haya entregado
a Aquel que otorga a los sueños una función distinta. Cuando los sueños se
comparten, pierden la función de atacar y separar, si bien para esto fue para
lo que se concibieron. En el mundo de los sueños, no obstante, no hay nada que
esté exento de la esperanza de cambio y mejora, pues no es en él donde se encuentra
la inmutabilidad. Alegrémonos en verdad de que esto sea así y no busquemos lo
eterno en este mundo. Los sueños de perdón son medios para dejar de soñar con
un mundo externo a ti. Y conducen finalmente más allá de todo sueño a la paz de
la vida eterna.
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