Los testigos de
Dios
1. No condenes a tu salvador porque él crea ser un cuerpo. Pues más
allá de sus sueños se encuentra su realidad. Pero antes de que pueda recordar
lo que es, tiene que aprender que es un salvador. Y tiene que salvar a todo aquel
que quiera ser salvado. Su felicidad depende de que te salve a ti. Pues ¿quién
puede ser un salvador sino aquel que brinda salvación? De este modo aprende que
la salvación es algo que él tiene que ofrecer. Pues a menos que se la conceda a
otro no sabrá que dispone de ella, ya que dar es la prueba de que se tiene. Esto
no lo pueden entender aquellos que creen que con su fuerza pueden menoscabar a
Dios. Pues ¿quién podría dar lo que no tiene? ¿Y quién podría perder al dar
aquello que, por el hecho de darlo, no puede sino incrementarse?
2. ¿Crees acaso que el Padre perdió Su Ser cuando te creó? ¿Crees que se debilitó por haber compartido Su
Amor? ¿Se vio acaso menoscabada Su Plenitud
debido a tu perfección? ¿O no eres tú acaso la prueba de Su Plenitud y
Perfección? No niegues Su testigo en el sueño que Su Hijo prefiere a su propia
realidad. Su Hijo tiene que ser el
salvador del sueño al que él mismo dio lugar para poder así liberarse de él. Tiene
que ver a otro no como un cuerpo, sino como uno con él, sin la muralla que el
mundo ha construido para mantener separados a todos los seres vivos que no
saben que viven.
3. En el sueño de cuerpos y muerte aún puede vislumbrarse un atisbo de
verdad que tal vez no sea más que una pequeña chispa, un espacio de luz creado
en la obscuridad donde Dios todavía refulge. Tú no puedes despertarte a ti
mismo. No obstante, puedes permitir que se te despierte. Puedes pasar por alto
los sueños de tu hermano. Puedes perdonarle sus ilusiones tan perfectamente,
que él se convierte en el que te salva a ti de tus sueños. Y al verlo brillar
en el espacio de luz donde Dios mora dentro de la obscuridad, verás que Dios
Mismo se encuentra allí donde está su cuerpo. Ante esta luz el cuerpo
desaparece, de la misma manera en que las sombras densas ceden ante la luz. La
obscuridad no puede disponer que el cuerpo siga presente. La llegada de la luz
supone su desaparición. Verás entonces a tu hermano en la gloria y entenderás qué
es lo que realmente llena la brecha que por tanto tiempo pensaste que los
mantenía separados. Ahí, en lugar de ella, el testigo de Dios ha trazado el
dulce camino de la bondad para que el Hijo de Dios lo recorra. A todo aquel que
perdonas se le concede el poder de perdonarte a ti tus ilusiones. Mediante tu
regalo de libertad te liberas tú.
4. Hazte a un lado y deja pasar al amor, el cual tú no creaste, pero
sí puedes extender. En la tierra eso quiere decir perdonar a tu hermano para
que las tinieblas desaparezcan de tu mente. Una vez que la luz haya llegado
hasta tu hermano a través de tu perdón, él no se olvidará de su salvador ni lo
dejará sin absolver. Pues fue en tu rostro donde vio la luz que quiere mantener
a su lado, a medida que camina a través de las tinieblas hacia la Luz eterna.
5. ¡Cuán santo debes ser para que el Hijo de Dios pueda ser tu
salvador en medio de sueños de desolación y desastres! Observa cuán deseoso
llega, apartando las densas sombras que lo ocultaban, para poder brillar sobre
ti lleno de gratitud y amor. Él es él mismo, pero no él mismo solo. Y de la
misma manera en que su Padre no perdió parte de él al crearte a ti, así la luz
en él es aún más brillante por tú haberle dado tu luz para salvarlo de las
tinieblas. Y ahora la luz en ti tiene que ser tan brillante como la que refulge
en él. Ésta es la chispa que brilla en el sueño: que tú puedes ayudarle a
despertar, y estar seguro de que sus ojos despiertos se posarán sobre ti. Y con
su feliz salvación, te salvas tú.
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