Tu función
especial
1. La Gracia de Dios descansa dulcemente sobre los ojos que perdonan,
y todo lo que éstos contemplan le habla de Dios al espectador. Él no ve maldad ni nada que temer en el mundo
o nadie que sea diferente de él. Y de la misma manera en que ama a otros con amor
y con dulzura, así se contempla a sí mismo. No se condenaría por sus errores tal como
tampoco condenaría a otro. No es un árbitro de venganzas ni un castigador de
pecadores. La dulzura de su mirada descansa sobre sí mismo con toda la ternura
que les ofrece a los demás. Pues solo quiere curar y bendecir. Y puesto que
actúa en armonía con la Voluntad de Dios, tiene el poder de curar y bendecir a
todos los que contempla con la Gracia de Dios en su mirada.
2. Los ojos se acostumbran a la obscuridad, y la luz de un día soleado
les resulta dolorosa a los ojos aclimatados desde hace mucho a la tenue
penumbra que se percibe durante el crepúsculo. Dichos ojos esquivan la luz del sol y la
claridad que ésta arroja a todo lo que contemplan. La penumbra parece mejor:
más fácil de ver y de reconocer. De alguna manera lo vago y lo sombrío parece
ser más fácil de contemplar y menos doloroso para los ojos que lo que es completamente
claro e inequívoco. Éste, no obstante, no es el propósito de los ojos, y ¿quién
puede decir que prefiere la obscuridad y al mismo tiempo afirmar que desea ver?
3. Tu deseo de ver hace que la
Gracia de Dios descienda sobre tus ojos, trayendo consigo el regalo de luz que
hace que la visión sea posible. ¿Quieres realmente contemplar a tu hermano? A
Dios le complacería que lo hicieras. No es Su Voluntad que no reconozcas a tu
salvador. Tampoco es Su Voluntad que tu salvador no desempeñe la función que Él
le encomendó. No dejes que se siga sintiendo solo por más tiempo, pues los que
se sienten solos son aquellos que no ven ninguna función en el mundo que ellos
puedan desempeñar, ningún lugar en el que se les necesite ni ningún objetivo
que solo ellos puedan alcanzar perfectamente.
4. Ésta es la percepción benévola que el Espíritu Santo tiene del
deseo de ser especial: valerse de lo que tú hiciste, para sanar en vez de para
hacer daño. Él le asigna a cada cual una función especial en la salvación que solo
él puede desempeñar, un papel exclusivamente para él. Y el plan no se habrá
llevado a término hasta que cada cual descubra su función especial y desempeñe
el papel que se le asignó para completarse a sí mismo en un mundo donde rige la
incompleción.
5. Aquí, donde las Leyes de Dios no rigen de forma perfecta, él
todavía puede hacer una cosa perfectamente y llevar a cabo una elección
perfecta. Y por este acto de lealtad especial hacia uno que percibe como
diferente de sí mismo, se da cuenta de que el regalo se le otorgó a él y, por
lo tanto, de que ambos tienen que ser necesariamente uno. El perdón es la única
función que tiene sentido en el tiempo. Es el medio del que el Espíritu Santo
se vale para transformar el especialismo, de modo que de pecado pase a ser
salvación. El perdón es para todos. Mas solo es completo cuando descansa sobre
todos, y toda función que este mundo tenga se completa con él. Entonces el
tiempo cesa. No obstante, mientras se esté en el tiempo, es mucho lo que
todavía queda por hacer. Y cada uno tiene que hacer lo que se le asignó, pues
todo el plan depende de su papel. Cada
cual tiene un papel especial en el tiempo, pues eso fue lo que eligió, y al
elegirlo, hizo que fuese así para él. No se le negó su deseo, sino que se
modificó la forma del mismo, de manera que redundara en beneficio de su hermano
y de él, y se convirtiera de ese modo en un medio para salvar en vez de para
llevar a la perdición.
6. La salvación no es más que un recordatorio de que este mundo no es
tu hogar. No se te imponen sus leyes ni sus valores son los tuyos. Y nada de lo
que crees ver en él se encuentra realmente ahí. Esto se ve y se entiende a
medida que cada cual desempeña su papel en el des-hacimiento del mundo, tal
como desempeñó un papel en su fabricación. Cada cual dispone de los medios para
ambas posibilidades, tal como siempre ha dispuesto de ellos. Dios dispuso que
el especialismo que Su Hijo eligió para hacerse daño a sí mismo fuera
igualmente el medio para su salvación desde el preciso instante en que tomó esa
decisión. Su pecado especial pasó a ser
su gracia especial. Su odio especial se convirtió en su amor especial.
7. El Espíritu Santo necesita que desempeñes tu función especial, de
modo que la Suya pueda consumarse. No pienses que no tienes un valor especial
aquí. Tú lo quisiste, y se te concedió. Todo lo que has hecho se puede utilizar,
fácil y provechosamente, a favor de la salvación. El Hijo de Dios no puede
tomar ninguna decisión que el Espíritu Santo no pueda emplear a su favor, en
vez de contra él. Solo en la obscuridad parece ser un ataque tu deseo de ser
especial. En la luz, lo ves como la función especial que te corresponde
desempeñar en el plan para salvar al Hijo de Dios de todo ataque y hacerle
entender que está a salvo, tal como siempre lo estuvo y lo seguirá estando,
tanto en el tiempo como en la eternidad. Ésa es la función que se te encomendó
con respecto a tu hermano. Acéptala dulcemente de su mano, y deja que la
salvación se consume perfectamente en ti. Haz solo esto y todo se te dará.
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