La bifurcación
del camino
1. Cuando llegas al lugar en que la bifurcación del camino resulta
evidente, no puedes seguir adelante. Tienes que decidirte por uno de los dos
caminos, pues si sigues adelante de la manera en que ibas antes de llegar a
este punto, no llegarás a ninguna parte. El único propósito de llegar hasta
aquí fue decidir cuál de los dos caminos vas a tomar ahora. El trayecto que te
condujo hasta aquí ya no importa. Ya no tiene ninguna utilidad. Nadie que haya
llegado hasta aquí puede decidir equivocadamente, pero sí puede demorarse. Y no
hay momento de la jornada más frustrante y desalentador, que aquel en el que te
detienes ahí donde el camino se bifurca, indeciso con respecto a qué rumbo
seguir.
2. Son solo los primeros pasos por el camino recto los que parecen
difíciles, pues tu decisión ya está tomada, si bien puede que aún creas que
puedes volverte atrás y elegir la otra alternativa. Pero no es así. Ninguna
decisión que se haya tomado y que cuente con el respaldo del Poder del Cielo
puede ser revocada. Tu camino ya se decidió. Si reconoces esto no habrá nada
que no se te diga.
3. Y así, tú y tu hermano se encuentran ahí en ese santo lugar, ante
el velo de pecado que pende entre ustedes y la faz de Cristo. Dejen que sea
descorrido! ¡Descórranlo juntos! Pues es
solo un velo lo que se interpone entre ustedes. Por separado, cada uno de ustedes lo verán como un sólido muro y no se darán cuenta de lo delgado que
es el cortinaje que ahora los separa. Aun así, éste ya casi ha sido eliminado de
vuestra conciencia, e incluso aquí, ante el velo, la paz ha venido a ustedes. Piensa
en lo que les espera después: el Amor de Cristo iluminará sus rostros e
irradiará desde ellos a un mundo en penumbra y con necesidad de luz. Y desde
este santo lugar Él regresará con ustedes, sin irse de él y sin abandonarlos. Se convertirán en Sus mensajeros, al restituirlo a Él a Sí Mismo.
4. ¡Piensen en la hermosura que verán, ustedes que caminan a Su lado!
¡Y piensen cuán bello les parecerá el otro! ¡Cuán felices se sentirán de estar
juntos después de una jornada tan larga y solitaria en la que caminaban por
separado! Las puertas del Cielo, francas ya para ustedes, las abrirán ahora
para los que aún sufren. Y nadie que mire al Cristo en ustedes dejará de
regocijarse. ¡Qué bello es el panorama que vieron más allá del velo y que
ahora portarán para iluminar los cansados ojos de aquellos que todavía están
tan extenuados como una vez lo estuvieron ustedes! ¡Cuán agradecidos estarán de veros llegar y
ofrecer el perdón de Cristo para desvanecer así la fe que ellos aún tienen en
el pecado!
5. Cualquier error que cometas, el otro ya lo habrá corregido
tiernamente por ti. Pues para él tu hermosura es su salvación y procura protegerla
de cualquier daño. Y cada uno será para el otro su firme defensor contra todo
lo que parezca surgir para separarlos. Y así caminaran por el mundo conmigo,
pues tengo un mensaje que aún no se ha llevado a todos. Y ustedes están aquí
para permitir que se reciba. La oferta de Dios todavía sigue en pie, pero
aguarda aceptación. Se recibe de ustedes que la han aceptado. En sus manos unidas se deposita confiadamente, pues ustedes que la comparten se han convertido en sus devotos guardianes y protectores.
6. A todos aquellos que comparten el Amor de Dios se les concede la
gracia de ser los dadores de lo que han recibido. Y así aprenden que es suyo
para siempre. Todas las barreras desaparecen ante su llegada, de la misma
manera en que cada obstáculo que antes parecía bloquear su camino quedó
finalmente superado. Ese velo que tú y
tu hermano descorran juntos les abre el camino a la verdad y se lo abre también
a otros. Los que permiten que se les
libere de las ilusiones de sus mentes son los salvadores de este mundo, y
caminan por él con su Redentor, llevando Su mensaje de esperanza, libertad y
emancipación del sufrimiento a todo aquel que necesite un milagro para
salvarse.
7. ¡Qué fácil es ofrecer este milagro a todos! Nadie que lo haya
recibido tendría dificultad alguna en darlo. Pues al recibirlo aprendió que no se le daba
solamente a él. Tal es la función de una
relación santa: que reciban juntos y que den tal como reciban. Cuando se está ante el velo, esto todavía
parece difícil. Pero si extienden sus manos unidas y tocan eso que parece un denso muro, notarán con
cuánta facilidad se deslizan sus dedos a través de su insubstancialidad.
Ese muro no es sólido en absoluto. Y es solo una ilusión lo que se interpone
entre tú y tu hermano y el santo Ser que comparten.
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