La
visión de la impecabilidad
1.
Al principio, la visión te llegará en forma de vislumbres, pero eso bastará
para mostrarte lo que se te concede a ti que ves a tu hermano libre de pecado. La
verdad se restituye en ti al tú desearla, tal como la perdiste al desear otra
cosa. Abre las puertas del santo lugar que cerraste al haber valorado ésa “otra
cosa”, y lo que nunca estuvo perdido regresará calladamente. Ha sido
salvaguardado para ti. La visión no sería necesaria si no se hubiese concebido
la idea de juzgar. Desea ahora que ésta
sea eliminada completamente y así se hará.
2.
¿Deseas conocer tu Identidad? ¿No
intercambiarías gustosamente tus dudas por la certeza? ¿No estarías dispuesto a estar libre de toda
aflicción y aprender de nuevo lo que es la dicha? Tu relación santa te ofrece
todo esto. Tal como se te dio, así también
se te darán sus efectos. Y del mismo modo en que no fuiste tú quien concibió su
santo propósito, tampoco fuiste tú quien concibió los medios para lograr su
feliz desenlace. Regocíjate de poder disponer de lo que es tuyo solo con
pedirlo, y no pienses que tienes que ser tú quien debe concebir los medios o el
fin. Todo ello se te da a ti que quieres
ver a tu hermano libre de pecado. Todo ello se te da, y solo espera a que
desees recibirlo. La visión se le otorga
libremente a todo aquel que pide ver.
3.
La impecabilidad de tu hermano se te muestra en una luz brillante para que la
veas con la visión del Espíritu Santo y para que te regocijes con ella junto
con Él. Pues la paz vendrá a todos aquellos que la pidan de todo corazón y sean
sinceros en cuanto al propósito que comparten con el Espíritu Santo y de un
mismo sentir con Él con respecto a lo que es la salvación. Estáte dispuesto,
pues, a ver a tu hermano libre de pecado para que Cristo pueda aparecer ante tu
vista y colmarte de felicidad. Y no le
otorgues ningún valor al cuerpo de tu hermano, el cual no hace sino condenarlo
a fantasías de lo que él es. Él desea
ver su impecabilidad, tal como tú deseas ver la tuya. Bendice al Hijo de Dios en tu relación, y no
veas en él lo que tú has hecho de él.
4.
El Espíritu Santo garantiza que lo que Dios dispuso para ti y te concedió, será
tuyo. Éste es tu propósito ahora, y la
visión que hace que sea posible solo espera a que la recibas. Ya dispones de la visión que te permite no ver
el cuerpo. Y al contemplar a tu hermano verás en él un altar a tu Padre tan
santo como el Cielo, refulgiendo con radiante pureza y con el destello de las
deslumbrantes azucenas que allí depositaste. ¿Qué otra cosa podría tener más
valor para ti? ¿Por qué piensas que el
cuerpo es un mejor hogar, un albergue más seguro, para el Hijo de Dios? ¿Por qué preferirías ver el cuerpo en vez de
la Verdad? ¿Cómo es posible que esa máquina de destrucción sea lo que prefieres
y lo que eliges para reemplazar el santo hogar que te ofrece el Espíritu Santo
y donde morará contigo?
5.
El cuerpo es el signo de la debilidad, de la vulnerabilidad y de la pérdida de
poder. ¿Qué ayuda te puede prestar un
salvador así? ¿Le pedirías ayuda a un desvalido en momentos de angustia y de
necesidad? ¿Es lo infinitamente pequeño la mejor alternativa a la que recurrir
en busca de fortaleza? Tus juicios parecerán debilitar a tu salvador. Mas eres
tú quien tiene necesidad de su fortaleza. No hay problema, acontecimiento, situación o
perplejidad que la visión no pueda resolver. Todo queda redimido cuando se ve a
través de la visión. Pues no es tu visión, y trae consigo las amadas Leyes de
Aquel Cuya visión es.
6.
Todo lo que se contempla a través de la visión cae suavemente en su sitio, de
acuerdo con las leyes que acompañan Su serena y certera mirada. La finalidad de
todo lo que Él contempla es siempre indudable. Pues servirá a Su propósito, al contemplarse
sin ajuste alguno y al estar perfectamente adaptada al mismo. Bajo Su bondadosa mirada, lo destructivo se
vuelve benigno y el pecado se convierte en una bendición. ¿Qué poder tienen los
ojos del cuerpo para corregir lo que perciben? Los ojos del cuerpo se ajustan al pecado, pues
son incapaces de pasarlo por alto en ninguna de sus formas, al verlo por todas
partes y en todas las cosas. Mira a
través de sus ojos y todo quedará condenado ante ti. Y jamás podrás ver todo lo que te podría
salvar. Tu santa relación, la fuente de tu salvación, queda desprovista de todo
significado, y su más santo propósito desposeído de los medios para su
consecución.
7.
Los juicios no son sino juguetes, caprichos, instrumentos insensatos para jugar
al juego fútil de la muerte en tu imaginación. La visión, en cambio, enmienda
todas las cosas y las pone dulcemente bajo el tierno dominio de las Leyes del
Cielo. ¿Qué pasaría si reconocieras que este mundo es tan solo una alucinación?
¿O si realmente entendieras que fuiste tú quien lo inventó? ¿Y qué pasaría si
te dieras cuenta de que los que parecen deambular por él, para pecar y morir,
atacar, asesinar y destruirse a sí mismos son totalmente irreales? ¿Podrías
tener fe en lo que ves si aceptaras esto? ¿Y lo verías?
8.
Las alucinaciones desaparecen cuando se reconocen como lo que son. Ésa es la
cura y el remedio. No creas en ellas, y desaparecen. Lo único que necesitas
reconocer es que todo ello es tu propia fabricación. Una vez que aceptas este
simple hecho y recuperas el poder que les habías otorgado, te liberas de ellas.
Pero de esto no hay duda: las alucinaciones tienen un propósito, mas cuando dejan
de tenerlo, desaparecen. La pregunta,
por lo tanto, no es nunca si las deseas o no, sino si deseas el propósito que
apoyan. Este mundo parece tener muchos
propósitos, todos ellos diferentes entre sí y con diferentes valores. Sin embargo, son todos el mismo. Una vez más,
no hay grados, sino solo una aparente jerarquía de valores.
9.
Solo dos propósitos son posibles: el pecado y la santidad. No existe nada
entremedias, y el que elijas determinará lo que veas. Pues lo que ves
simplemente demuestra cómo has elegido alcanzar tu objetivo. Las alucinaciones sirven
para alcanzar el objetivo de la locura. Son el medio a través del cual el mundo
externo, proyectado desde dentro, se ajusta al pecado y parece dar fe de su
realidad. Aún sigue siendo cierto, no obstante, que no hay nada afuera. Sin
embargo, es sobre esta nada donde se lanzan todas las proyecciones. Pues es la proyección la que le confiere a la
“nada” todo el significado que parece tener.
10.
Lo que carece de significado no puede ser percibido. Y el significado siempre busca dentro de sí
para encontrar significado, y luego mira hacia fuera. Todo el significado que
tú le confieres al mundo externo tiene que reflejar, por lo tanto, lo que viste
dentro de ti o, mejor dicho, si es que realmente viste o simplemente emitiste
un juicio en contra de lo que viste. La
visión es el medio a través del cual el Espíritu Santo transforma tus
pesadillas en sueños felices y reemplaza tus dementes alucinaciones—que te
muestran las terribles consecuencias de pecados imaginarios—por plácidos y
reconfortantes paisajes. Estos plácidos paisajes y sonidos se ven con agrado y
se oyen con alegría. Son Sus substitutos
para todos los aterradores panoramas y pavorosos sonidos que el propósito del
ego le trajo a tu horrorizada conciencia. Te alejan del pecado y te recuerdan
que no es la realidad lo que te asusta y que los errores que cometiste se
pueden corregir.
11.
Cuando hayas contemplado lo que parecía infundir terror y lo hayas visto
transformarse en paisajes de paz y hermosura; cuando hayas presenciado escenas
de violencia y de muerte y las hayas visto convertirse en serenos panoramas de
jardines bajo cielos despejados, con aguas diáfanas, portadoras de vida, que
corren felizmente por ellos en arroyuelos danzantes que nunca se secan, ¿qué
necesidad habrá de persuadirte para que aceptes el don de la visión? Y una vez
que la visión se haya alcanzado, ¿quién podría rehusar lo que necesariamente ha
de venir después? Piensa solo en esto
por un instante: puedes contemplar la santidad que Dios le dio a Su Hijo. Y nunca jamás tendrás que pensar que hay algo
más que puedas ver.
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