La
correspondencia entre medios y fin
1.
Hemos hablado mucho acerca de las discrepancias que puede haber entre los
medios y el fin, y de la necesidad de que éstos concuerden antes de que tu
relación santa pueda brindarte únicamente dicha. Pero hemos dicho también que
los medios para alcanzar el objetivo del Espíritu Santo emanarán de la misma
Fuente de donde procede Su propósito. En vista de lo simple y directo que es
este curso, no hay nada en él que no sea consistente. Las aparentes inconsistencias, o las partes
que te resultan más difíciles de entender, apuntan meramente a aquellas áreas
donde todavía hay discrepancias entre los medios y el fin. Y esto produce un
gran desasosiego. Mas esto no tiene porqué ser así. Este curso apenas requiere
nada de ti. Es imposible imaginarse algo que pida tan poco o que pueda ofrecer
más.
2.
El período de desasosiego que sigue al cambio súbito que se produce en una
relación cuando su propósito pasa a ser la santidad en lugar del pecado, tal
vez esté llegando a su fin. En la medida en que todavía experimentes
desasosiego, en esa misma medida estarás negándote a poner los medios en manos
de Aquel que cambió el propósito de la relación. Reconoces que deseas alcanzar
el objetivo. ¿Cómo no ibas a estar entonces igualmente dispuesto a aceptar los
medios? Si no lo estás, admitamos que eres tú el que no es consistente. Todo objetivo se logra a través de ciertos
medios, y si deseas lograr un objetivo tienes que estar igualmente dispuesto a
desear los medios. ¿Cómo podría uno ser sincero y decir: “Deseo esto por encima
de todo lo demás, pero no quiero aprender cuáles son los medios necesarios para
lograrlo?”
3.
Para alcanzar el objetivo, el Espíritu Santo pide en verdad muy poco. Y pide
igualmente poco para proporcionar los medios. Los medios son secundarios con respecto al
objetivo. Cuando dudas, es porque el
propósito te atemoriza, no los medios. Recuerda esto, pues, de lo contrario,
cometerás el error de creer que los medios son difíciles. Sin embargo, ¿cómo
van a ser difíciles cuando son algo que simplemente se te proporciona? Los
medios garantizan el objetivo y concuerdan perfectamente con él. Antes de que
los examinemos más detenidamente, recuerda que si piensas que son imposibles,
tu deseo de lograr el objetivo se ve menoscabado. Pues si es posible alcanzar
un objetivo, los medios para lograrlo tienen que ser posibles también.
4.
Es imposible ver a tu hermano libre de pecado y al mismo tiempo verlo como si
fuese un cuerpo. ¿No es esto perfectamente consistente con el objetivo de la
santidad? Pues la santidad es simplemente el resultado de dejar que se nos
libere de todos los efectos del pecado, de modo que podamos reconocer lo que
siempre ha sido verdad. Es imposible ver un cuerpo libre de pecado, ya que la
santidad es algo positivo y el cuerpo es simplemente neutral. No es pecaminoso,
pero tampoco es impecable. Y como realmente no es nada, no se le puede revestir
significativamente con los atributos de Cristo o del ego. Tanto una cosa como
la otra sería un error, pues en ambos casos se le estarían adjudicando
atributos a algo que no los puede poseer. Y ambos errores tendrían que ser
corregidos en aras de la verdad.
5.
El cuerpo es el medio a través del cual el ego trata de hacer que la relación
no santa parezca real. El instante no santo es el tiempo de los cuerpos. Y su
propósito aquí es el pecado. Mas éste no
se puede alcanzar salvo en fantasías, por lo tanto, la ilusión de que un
hermano es un cuerpo está en perfecta consonancia con el propósito de lo que no
es santo. Debido a esta correspondencia,
los medios no se ponen en duda mientras se siga atribuyendo valor a la
finalidad. La visión se amolda a lo que
se desea, pues la visión siempre sigue al deseo. Y si lo que ves es el cuerpo,
es que has optado por los juicios en vez de por la visión. Pues la visión, al igual que las relaciones,
no admite grados. O ves o no, ves.
6.
Todo aquel que ve el cuerpo de un hermano ha juzgado a su hermano y no lo ve. No
es que realmente lo vea como un pecador, es que sencillamente no lo ve. En la
obscuridad del pecado su hermano es invisible. Ahí solo puede ser imaginado, y
es ahí donde las fantasías que tienes acerca de él no se comparan con su
realidad. Ahí es donde las ilusiones se
mantienen separadas de la realidad. Ahí las ilusiones nunca se llevan ante la
verdad y siempre se mantienen ocultas de ella. Y ahí, en la obscuridad, es
donde te imaginas que la realidad de tu hermano es un cuerpo, el cual ha
entablado relaciones no santas con otros cuerpos y sirve a la causa del pecado
por un instante antes de morir.
7.
Existe ciertamente una clara diferencia entre este vano imaginar y la visión. La
diferencia no estriba en ellos, sino en su propósito. Ambos son únicamente
medios, y cada uno de ellos es adecuado para el fin para el que se emplea. Ninguno
de los dos puede servir para el propósito del otro, pues cada uno de ellos es
en sí la elección de un propósito, que se emplea para propiciarlo. Cada uno de
ellos carece de sentido sin el fin para el que fue concebido y, aparte de su
propósito, no tiene valor propio. Los medios parecen reales debido al valor que
se le adjudica al objetivo. Y los juicios carecen de valor a menos que el
objetivo sea el pecado.
8.
El cuerpo no se puede ver, excepto a través de juicios. Ver el cuerpo es señal de que te falta visión
y de que has negado los medios que el Espíritu Santo te ofrece para que sirvas
a Su propósito. ¿Cómo podría lograr su
objetivo una relación santa si se vale de los medios del pecado? Tú te enseñaste a ti mismo a juzgar; mas tener
visión es algo que se aprende de Aquel que quiere anular lo que has aprendido. Su
visión no puede ver el cuerpo porque no puede ver el pecado. Y de esta manera, te conduce a la realidad. Tu santo hermano—a quien verlo de este modo
supone tu liberación—no es una ilusión. No intentes verlo en la obscuridad, pues ahí
lo que te imagines acerca de él parecerá real. Cerraste los ojos para
excluirlo. Tal fue tu propósito, y mientras ese propósito parezca tener
sentido, los medios para su consecución se considerarán dignos de ser vistos y,
por lo tanto, no verás.
9.
Tu pregunta no debería ser: “¿Cómo puedo ver a mi hermano sin su cuerpo?”, sino “¿Deseo realmente verlo como alguien
incapaz de pecar?” Y al preguntar esto,
no te olvides de que en el hecho de que él es incapaz de pecar radica tu
liberación del miedo. La salvación es la
meta del Espíritu Santo. El medio es la
visión. Pues lo que contemplan los que
ven está libre de pecado. Nadie que ama puede juzgar, por lo tanto, lo que ve
está libre de toda condena. Y lo que él
ve no es obra suya, sino que le fue dado para que lo viera, tal como se le dio
la visión que le permitió ver.
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