No tengo que hacer nada
1. Todavía tienes
demasiada fe en el cuerpo como fuente de fortaleza. ¿Qué planes haces que de algún modo no sean
para su comodidad, protección o disfrute? De acuerdo con tu interpretación, esto hace
del cuerpo un fin y no un medio, lo cual siempre quiere decir que todavía te
atrae el pecado. Nadie que aún acepte el
pecado como su objetivo, puede aceptar la Expiación. Por lo tanto, aún no has
aceptado tu única responsabilidad. Aquellos que prefieren el dolor y la
destrucción no le dan la bienvenida a la Expiación.
2. Hay algo que nunca has
hecho: jamás te has olvidado completamente del cuerpo. Quizá alguna que otra vez lo hayas perdido de
vista, pero nunca ha desaparecido del todo. No se te pide que dejes que eso
ocurra por más de un instante; sin embargo, en ese instante es cuando se
produce el milagro de la Expiación.
Después verás el cuerpo de nuevo, pero nunca como lo veías antes. Y cada instante que pases sin ser consciente
de tu cuerpo te proporcionará una perspectiva diferente de él cuando regreses.
3. No hay ni un instante en el que el cuerpo exista en absoluto.
Es siempre algo que se recuerda o se prevé, pero nunca se puede tener una
experiencia de él ahora. Solo su pasado y su futuro hacen que parezca
real. El tiempo lo controla enteramente, pues el pecado nunca se encuentra
totalmente en el presente. En cualquier
momento que desees podrías experimentar la atracción de la culpabilidad como
dolor y, por lo tanto, evitarías sucumbir ante ella. La culpabilidad no ejerce
ninguna atracción en el ahora. Toda su atracción es imaginaria y, así,
es algo en lo que se piensa en conexión con el pasado o con el futuro.
4. Es imposible aceptar el
instante santo sin reservas a no ser que estés dispuesto, aunque solo sea por
un instante, a no ver el pasado ni el futuro. Y no te puedes preparar para él sin ubicarlo
en el futuro. La liberación se te concede en el instante en que la desees. Son muchos los que se han pasado toda una vida
preparándose y ciertamente han tenido sus momentos de éxito. Este curso no
pretende enseñar más de lo que ellos aprendieron en el tiempo, pero sí se
propone ahorrar tiempo. Tal vez estés tratando de seguir un camino muy largo
hacia el objetivo que has aceptado. Es extremadamente difícil alcanzar la
Expiación luchando contra el pecado. Son muchos los esfuerzos que se llevan a
cabo tratando de hacer santo aquello que se odia y se aborrece. No es necesario tampoco que dediques toda tu
vida a la contemplación ni que te pases largos períodos de tiempo meditando con
objeto de romper tu atadura al cuerpo. Todos esos intentos tendrán éxito a la
larga debido a su propósito. Pero los
medios son tediosos y requieren mucho tiempo, pues todos ven la liberación de
la condición actual de insuficiencia y falta de valor en el futuro.
5. Tu camino será
diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios. La relación santa es un medio de ahorrar
tiempo. Un instante que tú y tu hermano
paséis juntos os restituye el universo a ambos.
Ya estás listo. Ahora solo
tienes que recordar que no tienes que hacer nada. Sería mucho más efectivo
ahora que te concentrases únicamente en esto, que reflexionar sobre lo que
debes hacer. Cuando la paz llega por fin a los que luchan contra la tentación y
batallan para no sucumbir al pecado; cuando la luz llega por fin a la mente que
se ha dedicado a la contemplación; o cuando finalmente alguien alcanza la meta,
ese momento siempre viene acompañado de este feliz descubrimiento: “No tengo
que hacer nada”.
6. He aquí la liberación
final que todos hallarán algún día a su manera y a su debido tiempo. Tú
no tienes necesidad de ese tiempo. Se te
ha economizado tiempo porque tú y tu hermano están juntos. Éste es el medio especial del que este curso
se vale para economizarte tiempo. No
aprovechas el curso si te empeñas en utilizar medios que les han resultado
útiles a otros y descuidas lo que se estableció para ti. Ahorra tiempo valiéndote
únicamente de los medios que aquí se ofrecen y no hagas nada más. “No tengo que hacer nada” es una declaración
de fidelidad y de una lealtad verdaderamente inquebrantable. Créelo aunque solo sea por un instante, y
lograrás más que con un siglo de contemplación o de lucha contra la tentación.
7. Hacer algo siempre
involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado
de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. He aquí la puerta abierta que te
ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escapar de inmediato,
liberándote así del tiempo. Ésta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo
en este mismo momento. Pues con ello se niega el tiempo y, así, el pasado
y el futuro desaparecen. El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de
tiempo. No hacer nada es descansar y crear un lugar dentro de ti donde la
actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí
mora. Permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan
a abarrotar tu mente consciente.
8. Mas este lugar de
reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo
centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada,
permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier
actividad a la que se te envíe. Pues
desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente. Este centro, del que el cuerpo está ausente,
es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario