La
pequeña dosis de buena voluntad
1. El instante santo es el resultado
de tu decisión de ser santo. Es la respuesta. Desearlo y estar dispuesto
a que llegue precede su llegada. Preparas tu mente para él en la medida en que
reconoces que lo deseas por encima de todas las cosas. No es necesario que
hagas nada más; de hecho, es necesario que comprendas que no puedes hacer nada
más. No te empeñes en darle al Espíritu
Santo lo que Él no te pide o, de lo contrario, creerás que el ego forma parte
de Él y confundirás a uno con el otro. El Espíritu Santo pide muy poco. Él es Quien aporta la grandeza y el poder. Él se une a ti para hacer que el instante
santo sobrepase con mucho tu entendimiento. Darte cuenta de lo poco que tienes
que hacer es lo que le permite a Él dar tanto.
2. No confíes en tus buenas
intenciones, pues tener buenas intenciones no es suficiente. Pero confía implícitamente
en tu buena voluntad, independientemente de lo que pueda presentarse. Concéntrate
solo en ella y no dejes que el hecho de que esté rodeada de sombras te
perturbe. Ésa es la razón por la que viniste. Si hubieses podido venir sin
ellas no tendrías necesidad del instante santo. No vengas a él con arrogancia,
dando por sentado que tienes que alcanzar de antemano el estado que solo su
llegada produce. El milagro del instante santo reside en que estés dispuesto a
dejarlo ser lo que es. Y en esa muestra de buena voluntad reside también tu
aceptación de ti mismo tal como Dios dispuso que fueras.
3. La humildad jamás te pedirá que te
conformes con la pequeñez. Pero sí
requiere que no te conformes con nada que no sea la grandeza que no procede de
ti. La dificultad que tienes con el instante santo procede de tu arraigada
convicción de que no eres digno de él. ¿Y qué es eso sino la decisión de ser lo
que tú quisieras hacer de ti mismo? Dios
no creó Su morada indigna de Él. Y si
crees que no puede entrar allí donde desea estar, debes estar oponiéndote a Su
Voluntad. No es necesario que la fuerza de tu buena voluntad proceda de ti,
sino únicamente de Su Voluntad.
4. El instante santo no procede
únicamente de tu pequeña dosis de buena voluntad. Es siempre el resultado de combinar
tu buena voluntad con el poder ilimitado de la Voluntad de Dios. Estabas
equivocado al pensar que era necesario que te preparases para Él. Es imposible
hacer arrogantes preparativos para la santidad sin creer que es a ti a quien le
corresponde establecer las condiciones de la paz. Dios las ha establecido ya, y
para ser lo que son no dependen de tu buena voluntad. Ésta es necesaria solo para poder enseñarte lo
que son. Si sostienes que no eres digno de aprender esto, estarás interfiriendo
en la lección al creer que tienes que hacer que el alumno sea diferente. Tú no lo creaste ni tampoco puedes cambiarlo.
¿Cómo ibas a obrar primero un milagro por tu cuenta, y luego esperar a que se
haga uno por ti?
5. Limítate simplemente a hacer la
pregunta. La respuesta se te dará. No trates de contestarla; trata simplemente de
recibir la respuesta tal como se te dé. Al prepararte para el instante santo,
no intentes hacerte santo de antemano a fin de estar listo para él. Eso sería
confundir tu papel con el de Dios. La Expiación no puede llegarles a los que
piensan que primero tienen que expiar, sino solo a aquellos que simplemente le
ofrecen su buena voluntad para de este modo hacer posible su llegada. La
purificación es algo que es únicamente propio de Dios y, por lo tanto, es para
ti. En vez de tratar de prepararte para
Él, trata de pensar de esta manera:
Yo que soy
anfitrión de Dios, soy digno de Él. Aquel que estableció Su morada en mí la
creó como Él quiso que fuera. No es necesario que la prepare para Él, sino tan solo
que no interfiera en Su plan para restaurar en mí la conciencia de que estoy listo,
estado éste que es eterno. No tengo que añadir nada a Su plan. Mas para
aceptarlo, tengo que estar dispuesto a no substituirlo por el mío.
6. Y eso es todo. Añade algo más, y
estarás simplemente desvirtuando lo poco que se te pide. Recuerda que fuiste tú quien inventó la
culpa, y que tu plan para escapar consiste en llevar la Expiación ante ella y
hacer que la salvación parezca temible. Y si intentas prepararte a ti mismo
para el amor, lo único que harás será incrementar tu miedo. La preparación para
el instante santo le corresponde a Aquel que lo da. Entrégate a Aquel Cuya
función es la liberación. No usurpes Su función. Dale solo lo que te pide, para
que puedas aprender cuán ínfimo es tu papel y cuán grande el Suyo.
7. Esto es lo que hace que el instante
santo sea algo tan fácil y natural. Haces que sea difícil porque insistes en que
debe haber algo más que tú tienes que hacer. Te resulta difícil aceptar la idea
de que solo necesitas dar un poco para recibir mucho. Y te resulta muy difícil
entender que no es un insulto personal el que haya tal desproporción entre tu
aportación y la del Espíritu Santo. Todavía estás convencido de que tu
entendimiento constituye una poderosa aportación a la verdad y de que hace que
ésta sea lo que es. Mas hemos subrayado que no tienes que comprender nada. La
salvación es fácil de alcanzar precisamente porque no te pide nada que
no puedas dar ahora mismo.
8. No te olvides de que fue tu
decisión hacer que todo lo que es natural y fácil, para ti fuese imposible. Si
crees que el instante santo es algo difícil, es porque te has erigido en
árbitro de lo que es posible y aún no estás dispuesto a cederle el lugar a Uno
que sabe. La creencia según la cual hay grados de dificultad en los milagros se
basa en eso. Todo lo que Dios dispone no solo es posible, sino que ya ha tenido
lugar. Por eso es por lo que el pasado
ha desaparecido. En realidad nunca tuvo lugar. Lo único que es necesario es
deshacerlo en tu mente, que sí creyó que tuvo lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario