Capítulo
17
EL PERDÓN
Y LA RELACIÓN SANTA
I. Cómo
llevar las fantasías ante la verdad
1.
La traición que el Hijo de Dios cree haber cometido solo tuvo lugar en
ilusiones, y todos sus “pecados” no son sino el producto de su propia
imaginación. Su realidad es eternamente inmaculada. El Hijo de Dios no necesita ser perdonado,
sino despertado. En sus sueños se ha
traicionado a sí mismo, a sus hermanos y a su Dios. Mas lo que ocurre en sueños
no ocurre realmente. Es imposible
convencer al que sueña de que esto es así, pues los sueños son lo que son
debido a la ilusión de que son reales. Solo
al despertar se libera uno completamente de ellos, pues solo entonces resulta
perfectamente evidente el hecho de que no afectaron en modo alguno a la realidad
y de que no la han cambiado. Las fantasías
“cambian” la realidad. Ése es su propósito. En realidad no lo pueden hacer, pero sí pueden
hacerlo en la mente que quiere que la realidad sea diferente.
2.
Tu deseo de cambiar la realidad es, por lo tanto, lo único que es temible, pues
al desear que la realidad cambie crees que tu deseo se ha cumplido. En cierto
sentido, esta extraña perspectiva da testimonio de tu poder. Mas cuando lo
distorsionas y lo usas en favor del “mal”, haces también que sea irreal para
ti. No puedes serle fiel a dos amos que
te piden cosas contradictorias. Lo que
usas en beneficio de las fantasías, se lo niegas a la verdad. Mas lo que le entregas a la verdad para que lo
use en tu beneficio, se encuentra a salvo de las fantasías.
3.
Cuando sostienes que es imposible que no haya grados de dificultad en los
milagros, lo único que estás diciendo es que hay algunas cosas que no quieres
entregarle a la verdad. Crees que la
verdad no podría resolverlas debido únicamente a que prefieres mantenerlas
ocultas de ella. Dicho llanamente, tu falta de fe en el poder que sana todo
dolor emana de tu deseo de conservar algunos aspectos de la realidad y
reservarlos para la fantasía. ¡Si tan solo
comprendieses cuánto afecta esto tu apreciación de la totalidad! Aquello que te reservas solo para ti, se lo
quitas a Aquel que quiere liberarte. A
menos que se lo devuelvas, tu perspectiva de la realidad permanecerá
inevitablemente distorsionada y sin corregir.
4.
Mientras desees que esto siga siendo así, seguirás albergando la ilusión de que
hay grados de dificultad en los milagros. Pues habrás sembrado la idea de grados de
realidad al darle una parte de ésta a un maestro y la otra al otro. De este modo, aprendes a tratar con una parte
de la verdad de una manera y con la otra de otra. Fragmentar la verdad es
destruirla, pues la desprovee de todo significado. El concepto de grados de realidad es un
enfoque que denota falta de entendimiento; un marco de referencia para la
realidad con el que realmente no se la puede comparar en absoluto.
5.
¿Crees acaso que puedes llevar la verdad a las fantasías y aprender lo que
significa desde la perspectiva de lo ilusorio? La verdad no tiene significado
dentro de lo ilusorio. El marco de
referencia para entender su significado tiene que ser ella misma. Cuando tratas de llevar la verdad a las
ilusiones, estás tratando de hacer que las ilusiones sean reales y de
conservarlas al justificar tu creencia en ellas. Entregar las fantasías a la verdad, no
obstante, es permitir que la verdad te muestre que las ilusiones son irreales,
lo cual te permite entonces liberarte de ellas. No mantengas ni una sola idea
excluida de la verdad, pues si lo haces, estarás estableciendo diferentes grados
de realidad que no podrán sino aprisionarte. No hay grados de realidad porque en ella todo
es verdad.
6.
Procura estar dispuesto, pues, a entregarle todo lo que has ocultado de la
verdad a Aquel que la conoce, Quien lo llevará ante ella. Lograremos salvarnos de la separación
completamente o no lo lograremos en absoluto. No te preocupes por nada, excepto por estar
dispuesto a que se logre. Él es Quien lo
ha de lograr, no tú. Pero no te olvides
de esto: cuando te alteras y pierdes la paz porque otro está tratando de
resolver sus problemas valiéndose de fantasías, estás negándote a perdonarte a
ti mismo por haber hecho exactamente lo mismo. Y estás manteniéndoos a ti y al otro alejados
de la verdad y de la salvación. Al
perdonarlo, restituyes a la verdad lo que ambos habíais negado. Y verás el perdón allí donde lo hayas
otorgado.
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