La prueba de la
verdad
1. Lo esencial, sin embargo, es que reconozcas que no sabes nada. El Conocimiento es poder y todo poder es de
Dios. Tú que has tratado de quedarte con el poder para ti solo lo has
“perdido”. Todavía lo tienes, pero has
interpuesto tantos obstáculos entre él y tu conciencia de él que no puedes
utilizarlo. Todo lo que te has enseñado a ti mismo ha hecho que seas cada vez
menos consciente de tu poder. No sabes
lo que es ni dónde se encuentra. Has
hecho un alarde de fuerza y de poder tan lamentable que no ha podido sino
fallarte. Pues el poder no es una
apariencia de fuerza, y la verdad está más allá de toda apariencia. Aun así, lo
único que se interpone entre ti y el Poder de Dios en ti, es tu falso
aprendizaje, así como todos tus vanos intentos de querer des-hacer lo
verdadero.
2. Procura estar dispuesto, pues, a que todo esto sea des-hecho y a
sentirte feliz de no ser un prisionero de ello eternamente. Pues te has
enseñado a ti mismo a aprisionar al Hijo de Dios, lo cual es una lección tan
descabellada que solo un loco, en su delirio más profundo, podía haberla
soñado. ¿Cómo iba a poder Dios aprender
a no ser Dios? ¿Y sería posible que Su
Hijo, a quien Él ha dado todo poder, pudiera aprender a ser impotente? ¿Hay
algo de lo que te has enseñado a ti mismo que aún prefirieses conservar en
lugar de lo que tienes y eres?
3. La Expiación te enseña cómo escapar para siempre de todo lo que te
has enseñado a ti mismo en el pasado, al mostrarte únicamente lo que eres
ahora. El aprendizaje tiene lugar antes de que sus efectos se pongan de
manifiesto. Por lo tanto, es algo propio
del pasado, pero su influencia determina el presente al darle a éste el
significado que tiene para ti. Tu
aprendizaje, no obstante, no le aporta al presente significado alguno. Nada que
hayas aprendido te puede ayudar a entender el presente o enseñarte a des-hacer
el pasado. Tu pasado es lo que tú te has
enseñado a ti mismo. Renuncia a él completamente. No trates de entender ningún acontecimiento,
ningún hermano ni ninguna cosa bajo su “luz”, pues la obscuridad en la que
tratarías de ver tan solo empañaría lo que vieses. No confíes en que la obscuridad pueda jamás
iluminar tu entendimiento, pues si lo haces estarás contradiciendo la luz y,
por lo tanto, creerás que puedes ver la obscuridad. La obscuridad, no obstante, no se puede ver,
pues no es más que un estado en el que es imposible ver.
4. Tú que aún no has llevado ante la luz que mora en ti toda la
tenebrosidad que te has enseñado a ti mismo, difícilmente puedes juzgar la verdad
y el valor de este curso. Pero Dios no te abandonó. Y así, dispones de otra lección que Él te
envía, que Aquel a Quien Él se la confió aprendió ya por cada criatura de la
luz. Esta lección refulge con la Gloria de Dios, pues en Ella reside Su Poder,
que Él gustosamente comparte con Su Hijo. Aprende lo que es Su Felicidad, la cual es
también la tuya. Mas para alcanzar esto primero tienes que estar dispuesto a
llevar todas las lecciones tenebrosas que has aprendido ante la verdad y
depositarlas de buen grado con manos abiertas, listas para recibir, y no
cerradas para agarrar. Toda lección
tenebrosa que lleves ante Aquel que enseña lo que es la luz, Él la aceptará, puesto
que tú ya no la deseas. E intercambiará
gustosamente cada una de ellas por la luminosa lección que Él ya aprendió por
ti. Jamás creas que cualquier lección
que hayas aprendido aparte de las que proceden de Él tiene significado.
5. Existe una prueba—tan infalible como Dios—con la que puedes
reconocer si lo que has aprendido es verdad. Si en realidad no tienes miedo de
nada, y si todos aquellos con los que estás o aquellos que simplemente piensen
en ti comparten tu perfecta paz, entonces puedes estar seguro de que has
aprendido la lección de Dios y no la tuya. A menos que sea así, es que todavía quedan
lecciones tenebrosas en tu mente que te hieren y te limitan, y que hieren y
limitan a todos los que te rodean. La
ausencia de una paz perfecta solo significa una cosa: crees que no quieres para
el Hijo de Dios lo que su Padre dispone para él. Toda lección tenebrosa enseña
esto de una forma u otra. Y cada lección
luminosa con la que el Espíritu Santo reemplazará las lecciones tenebrosas que
tú no aceptes, te enseñará que tu voluntad dispone lo mismo que la del Padre y
la del Hijo.
6. No te preocupes por cómo vas a aprender una lección tan
diametralmente opuesta a todo lo que te has enseñado a ti mismo. ¿Cómo ibas a
poder saberlo? Tu papel es muy simple. Solo
tienes que reconocer que ya no deseas nada de lo que has aprendido. Pide nuevas enseñanzas, y no te valgas de tus
experiencias para confirmar lo que has aprendido. Cuando de alguna manera tu paz se vea
amenazada o perturbada, afirma lo siguiente: No conozco el significado de nada,
incluido esto. No sé, por lo tanto, cómo
responder. Mas no me valdré de lo que he
aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora. Cuando de este modo te niegues a tratar de
enseñarte a ti mismo lo que no sabes, el Guía que Dios te ha dado te hablará. Y
ocupará el lugar que le corresponde en tu conciencia en el momento en que tú lo
desocupes y se lo ofrezcas a Él.
7. Tú no puedes ser tu propio guía a los milagros, pues fuiste tú el
que hizo que fuesen necesarios. Y debido a ello, se te proveyeron los medios
con los que puedes contar para que se produzcan. El Hijo de Dios no puede
inventar necesidades que su Padre no pueda satisfacer solo con que se dirija a
Él ligeramente. Mas no puede forzar a Su Hijo a que se dirija a Él y seguir
siendo Él Mismo. Es imposible que Dios
pueda perder Su Identidad, ya que si la perdiese, tú perderías la tuya. Y dado
que Su Identidad es la tuya, Él no puede cambiar lo que Él es, pues tu
Identidad es inmutable. El milagro reconoce la inmutabilidad de Dios al ver a
Su Hijo como siempre ha sido y no como lo que él quiere hacer de sí mismo. El
milagro produce efectos que solo la inocencia puede producir y, así, establece
el hecho de que la inocencia es real.
8. Tú que tan aferrado estás a la culpa y tan comprometido a que siga
siendo así, ¿cómo ibas a poder establecer tu inocencia por tu cuenta? Eso es
imposible. Asegúrate, no obstante, de
que estás dispuesto a reconocer que es imposible. Lo único que limita la guía que el Espíritu
Santo te puede ofrecer es que crees que puedes estar a cargo de una pequeña
parte de tu vida o que puedes lidiar con ciertos aspectos de ella por tu
cuenta. De esta manera, quieres convertir al Espíritu Santo en alguien que no es
de fiar y valerte de esta imaginaria falta de confianza como una excusa para
ocultar de Él ciertas lecciones tenebrosas que has aprendido. Y al así limitar
la dirección que deseas aceptar, eres incapaz de depender de los milagros para
que resuelvan todos tus problemas.
9. ¿Crees que el Espíritu Santo se negaría a darte lo que quiere que
tú des? No tienes ningún problema que Él no pueda resolver ofreciéndote un
milagro. Los milagros son para ti. Y todo miedo, dificultad o dolor que tengas ya
ha sido des-hecho. Él los ha llevado todos ante la luz, al haberlos aceptado
por ti y haber reconocido que nunca existieron. No hay ninguna lección
tenebrosa que Él no haya iluminado ya por ti. Las lecciones que quieres enseñarte a ti mismo,
Él ya las ha corregido. No existen en Su
Mente en absoluto. Pues el pasado no
ejerce ningún control sobre Él, por consiguiente, tampoco lo ejerce sobre ti. Él no ve el tiempo como lo ves tú. Y cada
milagro que te ofrece corrige el uso que haces del tiempo y lo pone a Su servicio.
10. Aquel que te ha liberado del pasado quiere enseñarte que estás
libre de él. Lo único que desea es que
aceptes Sus logros como tuyos porque los logró para ti. Y por tal razón, son
tuyos. Él te ha liberado de lo que
fabricaste. Puedes negarle, pero no
puedes invocarle en vano. Él siempre da Sus regalos en substitución de los
tuyos. Él quiere que Su resplandeciente enseñanza se arraigue con tal firmeza
en tu mente, que ninguna tenebrosa lección de culpabilidad pueda morar en lo
que Él ha santificado con Su Presencia. Dale gracias a Dios de que Él esté ahí y de
que obre a través de ti. Pues todas Sus obras son tuyas. Él te ofrece un
milagro por cada uno que le dejes obrar a través de ti.
11. El Hijo de Dios será siempre indivisible. De la misma manera en que somos uno solo en
Dios, así también aprendemos cual uno solo en Él. El Maestro de Dios se asemeja
tanto a Su Creador como el Hijo al Padre, y, a través de Su Maestro, Dios
proclama Su Unicidad y la de Su Hijo. Escucha en silencio y no le levantes la
voz. Pues Él enseña el milagro de la unicidad, y ante Su lección la división
desaparece. Enseña como Él aquí, y recordarás que siempre has creado como tu
Padre. El milagro de la Creación nunca ha cesado, pues lleva impreso sobre sí
el sello sagrado de la inmortalidad. Esto es lo que la Voluntad de Dios dispone
para toda la Creación, y toda la Creación se une para disponer lo mismo.
12. Aquellos que nunca se olvidan de que no saben nada y que
finalmente están dispuestos a aprenderlo todo, lo aprenderán. Pero mientras
confíen en sí mismos, no aprenderán. Pues habrán destruido su motivación para aprender
pensando que ya saben. No creas que sabes nada hasta que pases la prueba de la
paz perfecta, pues la paz y el entendimiento van de la mano y nunca se les
puede encontrar aparte. Cada uno de
ellos trae consigo al otro, pues la Ley de Dios es que no estén separados. Cada
uno es causa y efecto del otro, de forma tal que donde uno de ellos está
ausente, el otro no puede estar.
13. Solo aquellos que reconocen que no pueden saber nada a menos que
los efectos del entendimiento estén con ellos, pueden realmente aprender. Para lograrlo tienen que desear la paz y nada
más. Siempre que crees que sabes, la paz
se aleja de ti porque has abandonado al Maestro de la paz. Siempre que
reconoces que no sabes, la paz retorna a ti, pues has invitado al Espíritu
Santo a que retorne, al haber abandonado al ego por Él. No acudas al ego para nada. Eso es lo único
que necesitas hacer. El Espíritu Santo, por Su Propia iniciativa, ocupará toda
mente que de esta manera le haga sitio.
14. Si quieres paz tienes que abandonar al maestro del ataque. El Maestro de la paz nunca te abandonará. Puedes apartarte de Él, pero Él nunca se
apartará de ti, pues la fe que tiene en ti es Su entendimiento. Dicha fe es tan firme como la que tiene en Su
Creador, sabiendo que tener fe en Su Creador incluye necesariamente tener fe en
Su Creación. En esta consistencia reside Su Santidad a la que Él no puede
renunciar, pues no es Su Voluntad hacerlo. Teniendo siempre presente tu
perfección, Él da el don de la paz a todo aquel que percibe la necesidad que
tiene de ella y que desea alcanzarla. Hazle sitio a la paz, y vendrá. Pues el
entendimiento se encuentra en ti, y es de éste de donde inevitablemente procede
la paz.
15. El Poder de Dios, de donde el entendimiento y la paz emanan, es
tan tuyo como Suyo. Crees que no conoces a Dios únicamente porque, solo, es
imposible conocerlo. Mas si contemplas las obras imponentes que Él hará a
través de ti, te convencerás de que las hiciste a través de Él. Es imposible negar la Fuente de unos efectos
que son tan poderosos que es imposible que procedan de ti. Hazle sitio a Él, y
te encontrarás tan lleno de poder que nada podrá prevalecer contra tu paz. Y
ésta será la prueba por la que sabrás que has entendido.
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