La decisión en favor de la inocencia
1. El alumno feliz no
puede sentirse culpable por el hecho de tener que aprender. Esto es tan fundamental para el aprendizaje
que nunca debería olvidarse. El alumno
que está libre de culpa aprende con facilidad porque sus pensamientos son
libres. Esto conlleva, no obstante, el reconocimiento de que la culpa no es la
salvación, sino una interferencia que no tiene ningún propósito válido.
2. Tal vez estés
acostumbrado a utilizar la inocencia simplemente para contrarrestar el dolor de
la culpabilidad y no la ves como algo con valor propio. Crees que la culpabilidad y la inocencia son
valiosas, y que cada una representa un escape de lo que la otra no te ofrece.
No quieres tener solamente una de ellas, pues sin ambas te consideras a ti
mismo incompleto y, por lo tanto, infeliz. Sin embargo, solo puedes estar
completo en tu inocencia, y sólo en tu inocencia puedes ser feliz. En esto no
hay conflicto. Desear de algún modo la culpa, en cualquier forma que sea, hará
que dejes de apreciar el valor de tu inocencia y que no la puedas ver.
3. No puedes establecer
ningún acuerdo con la culpa y al mismo tiempo escaparte del dolor que solo la
inocencia mitiga. Vivir aquí significa aprender, de la misma manera en que
crear es estar en el Cielo. Cada vez que el dolor de la culpa parezca atraerte,
recuerda que si sucumbes a él estarás eligiendo en contra de tu felicidad y no podrás
aprender a ser feliz. Con dulzura, por lo tanto, aunque con la convicción que
nace del Amor del Padre y de Su Hijo, repite para tus adentros lo siguiente:
Pondré
de manifiesto lo que experimente.
Si
soy inocente no tengo nada que temer.
Elijo
dar testimonio de mi aceptación de la Expiación, no de su rechazo.
Aceptaré
mi inocencia poniéndola de manifiesto y compartiéndola.
Quiero
llevarle paz al Hijo de Dios de parte de su Padre.
4. Cada día, cada hora y
cada minuto e incluso cada segundo, estás decidiendo entre la crucifixión y la resurrección;
entre el ego y el Espíritu Santo. El ego
es la elección en favor de la culpabilidad; el Espíritu Santo, la elección en favor
de la inocencia. De lo único que dispones es del poder de decidir. Aquello entre lo que puedes elegir ya se ha
fijado porque aparte de la verdad y de la ilusión no hay más alternativas. Ni la verdad ni la ilusión traspasan los
límites la una de la otra, ya que son alternativas irreconciliables entre sí y ambas
no pueden ser verdad. Eres culpable o inocente, prisionero o libre, infeliz o
feliz.
5. El milagro te enseña
que has optado por la inocencia, la libertad y la dicha. El milagro no es causa, sino efecto. Es el
resultado natural de haber elegido acertadamente, y da testimonio de tu
felicidad, la cual procede de haber elegido estar libre de toda culpa. Todo
aquel a quien ofreces curación, te la devuelve. Todo aquel a quien ofreces
ataque lo conserva y lo atesora guardándote rencor. El que te guarde rencor o
no es irrelevante: tú creerás que lo hace.
Es imposible ofrecerle a otro lo que no deseas sin recibir esta sanción.
El costo de dar es recibir. Recibirás o bien una sanción que te hará
sufrir o bien la feliz adquisición de un preciado tesoro.
6. Nadie le impone sanción
alguna al Hijo de Dios, salvo la que él se impone a sí mismo. Cada oportunidad
que se le da para sanar es otra oportunidad más de reemplazar las tinieblas por
la luz y el miedo por el amor. Si la rechaza,
se condena a sí mismo a las tinieblas, puesto que no eligió liberar a su
hermano y entrar con él en la luz. Al otorgarle poder a lo que no es nada,
desperdicia la gozosa oportunidad de aprender que lo que no es nada no tiene ningún
poder. Y al no disipar las tinieblas, se vuelve temeroso de ellas y de la
luz. El gozo que resulta de aprender que
las tinieblas no tienen poder alguno sobre el Hijo de Dios es la feliz lección
que el Espíritu Santo enseña y desea que tú enseñes con Él. Enseñarla es Su
gozo, tal como será el tuyo.
7. Lo que dicha lección
enseña es sencillamente esto: La ausencia de culpa es invulnerabilidad. Por lo
tanto, pon de manifiesto tu invulnerabilidad ante todo el mundo. Enséñales que
no importa lo que traten de hacerte, tu perfecta libertad de la creencia de que
algo puede hacerte daño demuestra que ellos son inocentes. No pueden hacer nada
que te haga daño, y al no dejarles pensar que pueden les enseñas que la
Expiación, que has aceptado para ti mismo, es también suya. No hay nada que
perdonar. Nadie puede hacerle daño al
Hijo de Dios. Su culpabilidad es
totalmente infundada, y al no tener causa, no puede existir.
8. Dios es la única Causa,
y la culpa es algo ajeno a Él. No le muestres a nadie que te ha hecho daño,
pues si lo haces, te estarás enseñando a ti mismo que lo que es ajeno a Dios
tiene poder sobre ti. Lo que no tiene
causa no puede existir. No
des testimonio de ello ni fomentes el que ninguna mente lo crea. Recuerda siempre que la mente es una y que la
causa es una. No aprenderás a comunicarte con esta unicidad
hasta que no aprendas a negar lo que no tiene causa y a aceptar como
tuya la Causa que es Dios. El poder que Dios le ha dado a Su Hijo es suyo
y no hay nada más que él pueda ver o elija contemplar sin imponerse a sí mismo
la pena de la culpabilidad, en lugar de la feliz enseñanza que gustosamente le
ofrecería el Espíritu Santo.
9. Siempre que eliges
tomar una decisión solo para ti estás pensando destructivamente y la decisión
será errónea. Te hará daño por razón del concepto de decisión que te condujo a
ella. No es verdad que puedas tomar decisiones por tu cuenta o solo para
ti. Ningún pensamiento del Hijo de Dios
puede estar separado o tener efectos aislados.
Cada decisión que se toma, se toma para toda la Filiación, es aplicable
tanto a lo interno como a lo externo y afecta a una constelación mucho mayor
que nada que hayas podido concebir jamás.
10. Los que aceptan la
Expiación son invulnerables. Pero los que creen ser culpables reaccionarán
ante la culpabilidad porque creerán que es la salvación, y no se negarán a
verla ni a ponerse de su parte. Creen
que incrementar la culpa es la manera de auto protegerse. No lograrán
comprender el simple hecho de que lo que no desean no puede sino hacerles daño.
Todo esto procede del hecho de que no creen que lo que desean sea bueno. Mas se
les dio la voluntad porque es algo santo y porque les brindará todo lo que
necesitan, lo cual les llegará tan naturalmente como la paz que no conoce
límites. Nada que su voluntad no les provea tiene valor alguno. Pero como no
entienden su voluntad, el Espíritu Santo la comprende por ellos silenciosamente
y les da lo que desean sin que se tengan que esforzar o afanar, y sin dejarlos
con la imposible carga de tener que decidir por su cuenta qué es lo que desean
o necesitan.
11. Jamás se dará el caso
de que tengas que tomar decisiones por tu cuenta. No estás desprovisto de
ayuda, y de una Ayuda que sabe la solución. ¿Te conformarías con unas migajas,
que es todo lo que por tu cuenta puedes ofrecerte a ti mismo, cuando Aquel que
te lo da todo simplemente lo pone a tu disposición? Él nunca te preguntará qué
has hecho para ser digno del regalo de Dios.
Así pues, no te lo preguntes a ti mismo. Acepta, en cambio, Su respuesta,
pues Él sabe que eres digno de todo lo que Dios dispone para ti. No trates de
librarte del regalo de Dios que el Espíritu Santo tan libre y gustosamente te
ofrece. Él te ofrece solo lo que Dios le
dio para ti. No tienes que decidir si eres merecedor de ello o no. Dios sabe
que lo eres.
12. ¿Negarías la verdad de
la decisión de Dios imponiendo tu mísera evaluación de ti mismo en lugar de la
serena e inmutable evaluación que Él ha hecho de Su Hijo? Nada puede alterar la convicción de Dios de
que todo lo que Él creó goza de perfecta pureza, pues es absolutamente
puro. No decidas contra ello porque,
dado que procede de Él, no puede sino ser verdad. La paz mora en toda mente que acepta
serenamente el plan que Dios elaboró para su Expiación y renuncia al suyo
propio. Tú no sabes lo que es la
salvación, pues no comprendes lo que es. No tomes decisiones con respecto a qué
es o dónde se encuentra, sino que en vez de ello pregúntale todo al Espíritu Santo y
no tomes ninguna decisión sin Su dulce consejo.
13. Aquel que conoce el
plan que Dios quiere que sigas puede explicarte en qué consiste. Solo Su
sabiduría puede guiar tus pasos en dicho plan. Cada decisión que tomas por tu
cuenta significa únicamente que quieres definir lo que es la salvación,
así como aquello de lo que debes ser salvado. El Espíritu Santo sabe que
la salvación es escapar de la culpa. No tienes ningún otro “enemigo”, y el
Espíritu Santo es el único Amigo que te puede ayudar contra esta absurda
distorsión de la pureza del Hijo de Dios.
Él es el poderoso Protector de la inocencia que te hace libre. Y Él ha decidido des-hacer todo lo que oculta
tu inocencia de tu mente despejada.
14. Permítele, por lo
tanto, ser el único Guía que sigues hacia la salvación. Él conoce el camino y te conduce gustosamente
por él. Con Él no podrás sino aprender que lo que Dios desea para ti es tu
voluntad. Sin Su dirección pensarás que solo tú sabes, y decidirás contra tu
paz tan irremediablemente como decidiste que la salvación residía solamente en
ti. La salvación está en manos de Aquel
a Quien Dios se la confió para ti. Él no
se ha olvidado. No te olvides de Él y Él
tomará todas tus decisiones por ti, las cuales serán en favor de tu salvación y
de la Paz de Dios en ti.
15. No intentes tasar el
valor del Hijo de Dios que Él creó santo, pues hacer eso es evaluar a su Padre
y juzgar contra Él. Y no podrás sino sentirte culpable por este crimen
imaginario, que nadie en este mundo ni en el Cielo podría cometer. El Espíritu
Santo solo enseña que el “pecado” de instaurar un falso ser en el trono de Dios
no debe ser motivo de culpabilidad. Lo que no puede suceder no puede tener
efectos temibles. Descansa tranquilamente en la fe que has depositado en Aquel
que te ama y que desea librarte de la locura. Puede que lo que hayas elegido
sea la demencia, mas la demencia no es tu realidad. Nunca te olvides del Amor de Dios, Quien se
ha acordado de ti, pues es absolutamente
imposible que Él jamás hubiese permitido que Su Hijo dejara de formar parte de
la amorosa Mente en la que fue creado y donde se fijó su morada en perfecta paz
para siempre.
16. Dile únicamente al
Espíritu Santo: “Decide por mí”, y está hecho.
Pues Sus decisiones reflejan lo que Dios sabe acerca de ti, y ante esa
luz cualquier clase de error es imposible.
¿Por qué luchas tan frenéticamente por tratar de prever lo que no puedes
saber, cuando tras cada decisión que el Espíritu Santo toma por ti se encuentra
el Conocimiento? Aprende de Su Sabiduría y de Su Amor, y enseña Su respuesta a
todos los que luchan en las tinieblas, pues al hacerlo decides por ellos y por
ti.
17. ¡Qué grato es decidir
todas las cosas a través de Aquel que da Su equitativo Amor a todos por igual! Él
no excluye a nadie de ti. Por lo tanto, te da lo que es tuyo porque tu Padre
quiere que lo compartas con Él. Deja que
el Espíritu Santo sea tu Guía en todo y no te vuelvas atrás. Confía en que Él responderá de inmediato y amorosamente
a todos los que de algún modo se vean afectados por tus decisiones. Y todo el mundo se ve afectado. ¿Te echarías al hombro la responsabilidad de
tener que decidir qué es lo único que redundaría en beneficio de todos? ¿Cómo
ibas a saberlo?
18. Te has enseñado a ti
mismo el hábito completamente antinatural de no comunicarte con tu
Creador. Sin embargo, permaneces en
estrecha comunicación con Él y con todo lo que mora en Él, lo cual mora también
en ti. Desaprende, mediante el amoroso consejo del Espíritu Santo, el
aislamiento que aprendiste, y aprende la feliz comunicación que desechaste,
pero que aun así no pudiste perder.
19. Siempre que tengas
dudas acerca de lo que debes hacer, piensa en Su Presencia en ti y repite para
tus adentros esto y solo esto:
Él
me guía y conoce el camino que yo no conozco.
Mas
nunca me privará de lo que quiere que aprenda.
Por
eso confío en que me comunicará todo lo que sabe por mí.
Permite entonces que te
enseñe quedamente cómo percibir tu inocencia, la cual ya está ahí.
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