El inocente Hijo
de Dios
1. El propósito fundamental de la proyección es siempre deshacerse de
la culpa. Pero el ego, como de costumbre, trata de deshacerse de ella
exclusivamente desde su punto de vista, pues por mucho que él quiera conservarla,
a ti te resulta intolerable, toda vez que la culpa te impide recordar a Dios,
Cuya atracción es tan fuerte que te es irresistible. En este punto, pues, se
produce la más profunda de las divisiones, pues si has de conservar la culpa,
tal como insiste el ego, tú no puedes ser tú mismo. Solo persuadiéndote de que
tú eres él, podría el ego inducirte a proyectar la culpa y de ese modo
conservarla en tu mente.
2. Observa, sin embargo, cuán extraña es la solución que el ego ha
urdido. Proyectas la culpa para
deshacerte de ella, pero en realidad estás simplemente ocultándola. Experimentas culpa, pero no sabes por qué. Al
contrario, la asocias con un extraño surtido de “ideales del ego”, en los que,
según él, le has fallado. Sin embargo,
no te das cuenta de que a quien le estás fallando es al Hijo de Dios al
considerarlo culpable. Al creer que tú
ya no eres tú, no te das cuenta de que te estás fallando a ti mismo.
3. La más tenebrosa de las piedras angulares que ocultas, mantiene tu
creencia en la culpa fuera de tu conciencia, pues en ese lugar tenebroso y
secreto yace el reconocimiento de que has traicionado al Hijo de Dios al
haberlo condenado a muerte. Tú ni siquiera sospechas que esta idea asesina,
aunque demente, yace ahí oculta, pues las ansias destructivas del ego son tan
intensas que sólo la crucifixión del Hijo de Dios puede, en última instancia,
satisfacerle. No sabe quién es el Hijo
de Dios porque es ciego. Mas permítele
percibir inocencia en cualquier parte y tratará de destruirla debido a su miedo.
4. Gran parte del extraño comportamiento del ego se puede atribuir
directamente a su definición de la culpa. Para el ego, los inocentes son
culpables. Los que no atacan son sus “enemigos” porque, al no aceptar su
interpretación de lo que es la salvación, se encuentran en una posición
excelente para poder abandonarla. Se han aproximado a la piedra angular más
recóndita y tenebrosa de los cimientos del ego, y si bien el ego puede tolerar
que pongas en duda todo lo demás, este secreto lo guarda con su vida, pues su
existencia depende de que lo siga manteniendo oculto. Por lo tanto, es este
secreto lo que tenemos que examinar, pues el ego no puede protegerte de la
verdad, y en presencia de ésta él se desvanece.
5. En la serena luz de la verdad, reconozcamos que crees haber
crucificado al Hijo de Dios. No has
admitido este “terrible” secreto porque todavía desearías crucificarlo si
pudieses encontrarlo. No obstante, este
deseo ha hecho que el Hijo de Dios se mantenga oculto de ti, ya que es un deseo
aterrador y, por lo tanto, temes encontrarlo. La manera en que has lidiado con
este deseo de matarte es desconociendo tu Identidad e identificándote con lo
que no eres. Has proyectado la culpa
ciega e indiscriminadamente, pero no has podido descubrir su fuente. Pues el ego quiere destruirte, y si te
identificas con él no podrás sino creer que su objetivo es también el tuyo.
6. He dicho que la crucifixión es el símbolo del ego. Cuando el ego se enfrentó con la verdadera
inocencia del Hijo de Dios intentó darle muerte, y la razón que adujo fue que
la inocencia es una blasfemia contra Dios. Para el ego, el ego es Dios, y la
inocencia tiene que ser interpretada como la máxima expresión de culpa que
justifica plenamente el asesinato. Todavía no entiendes que cualquier miedo que
puedas experimentar en conexión con este curso procede, en última instancia, de
esa interpretación, pero si examinases las reacciones que éste suscita en ti,
te convencerías cada vez más de que eso es cierto.
7. Este curso ha afirmado explícitamente que su objetivo es tu
felicidad y tu paz. A pesar de ello, le
tienes miedo. Se te ha dicho una y otra
vez que te liberará; sin embargo, a veces reaccionas como si estuviera tratando
de aprisionarte. A menudo lo descartas con mayor diligencia de la que empleas
para descartar los postulados del ego.
En cierta medida, pues, debes creer que si no aprendes el curso te estás
protegiendo a ti mismo. Y no te das
cuenta de que lo único que puede protegerte es tu inocencia.
8. La Expiación se ha interpretado siempre como lo que libera de la
culpa, y esto es cierto si se entiende debidamente. No
obstante, incluso si yo te interpreto lo que es, puede que la rechaces y no la
aceptes para ti mismo. Tal vez hayas
reconocido la futilidad del ego y de sus ofrecimientos, pero aunque no los
deseas, puede que todavía no contemples la alternativa con agrado. En última instancia, tienes miedo de la
redención y crees que te aniquilaría. No
te engañes con respecto a la intensidad de ese miedo, pues crees que, en presencia de la Verdad,
puedes volverte contra ti mismo y destruirte.
9. Criatura de Dios, eso no es
así. Ese “secreto por el que te sientes
culpable” no es nada, y si lo sacas a la luz, la luz lo desvanecerá. No quedará
entonces ninguna nube tenebrosa que pueda interponerse entre ti y el recuerdo
de tu Padre, pues recordarás a Su inocente Hijo, que no murió porque es
inmortal. Y te darás cuenta de que
fuiste redimido juntó con él y de que nunca has estado separado de él. El que puedas recordar depende de que
comprendas esto, pues implica que has reconocido el amor sin miedo. Con ocasión
de tu vuelta a casa se producirá un gran júbilo en el Cielo y el júbilo será
tuyo. Pues el hijo redimido del hombre
es el Hijo inocente de Dios, y reconocerle es tu redención.
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