Buscar y hallar
1. El ego está seguro de que el amor es peligroso, y ésta es siempre su
enseñanza principal. Nunca lo expresa de este modo. Al contrario, todo el que
cree que el ego es la salvación parece estar profundamente inmerso en la
búsqueda del amor. El ego, sin embargo, aunque alienta con gran insistencia la
búsqueda del amor, pone una condición: que no se encuentre. Sus dictados, por lo tanto, pueden resumirse
simplemente de esta manera: “Busca, pero no halles”. Ésta es la única promesa que el ego te hace y
la única que cumplirá. Pues el ego
persigue su objetivo con fanática insistencia, y su juicio, aunque seriamente
menoscabado, es completamente coherente.
2. La búsqueda que el ego emprende está, por ende, condenada al
fracaso. Y como también te enseña que él
es tu identidad, su consejo te embarca en una jornada que siempre acaba en una
sensación de autoderrota. Pues el ego es incapaz de amar, y en su frenética
búsqueda de amor, anda en pos de lo que teme encontrar. La búsqueda es inevitable porque el ego es
parte de tu mente y, debido a su origen, no está totalmente dividido, ya que,
de lo contrario, carecería por completo de credibilidad. Tu mente es la que cree en él y la que le
otorga existencia. Sin embargo, es
también tu mente la que tiene el poder de negar su existencia, y eso es sin
duda lo que harás cuando te des cuenta exactamente de la clase de jornada en la
que el ego te embarca.
3. Es sin duda obvio que nadie quiere encontrar lo que le derrotaría
por completo. El ego, al ser incapaz de amar, se sentiría totalmente perdido en
presencia del amor, pues no podría responder en absoluto. Tendrías entonces que abandonar su guía,
puesto que sería evidente que no te puede dar la respuesta que necesitas. Por lo tanto, el ego distorsionará el amor y
te enseñará que el amor en realidad suscita las respuestas que él puede enseñar.
Si sigues sus enseñanzas, pues, irás en
busca de amor, pero serás incapaz de reconocerlo.
4. ¿No te das cuenta de que el
ego solo puede embarcarte en una jornada que únicamente puede conducirte a una
sensación de futilidad y depresión? Buscar y no hallar no puede ser una actividad
que brinde felicidad. ¿Es ésta la
promesa que quieres seguir manteniendo? El Espíritu Santo te ofrece otra
promesa, la cual te conduce a la dicha. Pues Su promesa es siempre: “Busca y
hallarás”, y bajo Su dirección no podrás fracasar. La jornada en la que el Espíritu Santo es tu
Guía es la jornada que conduce al triunfo, y el objetivo que pone ante ti, Él
te lo dará consumado. Pues nunca
engañará al Hijo de Dios a Quien ama con el Amor del Padre.
5. No podrás por menos que emprender una búsqueda, ya que en este
mundo no te sientes a gusto. Y buscarás
tu hogar tanto si sabes dónde se encuentra como si no. Si crees que se
encuentra fuera de ti, la búsqueda será en vano, pues lo estarás buscando donde
no está. No recuerdas cómo buscar dentro de ti porque no crees que tu hogar
esté ahí. Pero el Espíritu Santo lo
recuerda por ti y te guiará a tu hogar porque ésa es Su misión. A medida que Él cumpla Su misión te enseñará a
cumplir la tuya, pues tu misión es la misma que la Suya. Al guiar a tus hermanos hasta su hogar estarás
siguiéndolo a Él.
6. Contempla el Guía que tu Padre te ha dado, para que puedas aprender
que posees vida eterna, pues la muerte no es la Voluntad de tu Padre ni la
tuya, y todo lo que es verdad es la Voluntad del Padre. La vida no te cuesta nada, pues se te dio,
pero por la muerte tienes ciertamente que pagar, y pagar un precio exorbitante.
Si la muerte es tu tesoro, venderás todo
lo demás para comprarla. Y creerás
haberla comprado, al haber vendido todo lo demás. No obstante, no puedes vender el Reino de los
Cielos. Tu herencia no se puede comprar
ni vender. Ninguna parte de la Filiación
puede quedar desheredada, pues Dios goza de plenitud y todas Sus extensiones
son como Él.
7. La Expiación no es el precio
de tu plenitud. No obstante, es el precio de ser consciente de ella. Lo que decidiste “vender” tuvo que ser
salvaguardado, ya que no lo habrías podido volver a “comprar”. Aun así, tienes que invertir en ello, no con
dinero, sino con espíritu. Porque el espíritu es voluntad, y la voluntad es el
“precio” del Reino. Tu herencia aguarda
únicamente tu reconocimiento de que has sido redimido. El Espíritu Santo te
guía hacia la vida eterna, pero tienes que abandonar tu interés por la muerte
o, de lo contrario, no podrás ver la vida aunque te rodea por todas partes.
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