Cómo invertir en
la realidad
1. Te pedí una vez que vendieras todo cuanto tuvieses, que se lo
dieras a los pobres y que me siguieras. Esto es lo que quise decir: si no
tienes interés alguno en las cosas de este mundo, puedes enseñarles a los
pobres dónde está su tesoro. Los pobres son sencillamente los que han invertido
mal, ¡y vaya que son pobres! Puesto que están necesitados, se te ha encomendado
que los ayudes, pues te cuentas entre ellos. Observa lo bien que aprenderías tu lección si
te negarás a compartir su pobreza, pues la pobreza no es otra cosa que
insuficiencia, y solo hay una insuficiencia, ya que sólo hay una necesidad.
2. Suponte que un hermano insiste en que hagas algo que tú crees que
no quieres hacer. Su misma insistencia
debería indicarte que él cree que su salvación depende de que tú hagas lo que
te pide. Si insistes en que no puedes satisfacer su deseo y experimentas de
inmediato una reacción de oposición, es que crees que tu salvación depende de
no hacerlo. Estás, por lo tanto, cometiendo el mismo error que él y haciendo
que su error sea real para ambos. Insistir significa invertir, y aquello en lo
que inviertes está siempre relacionado con tu idea de lo que es la salvación. La
pregunta se compone de dos partes: primera, ¿qué es lo que hay que salvar? y
segunda, ¿cómo se puede salvar?
3. Cada vez que te enfadas con un hermano, por la razón que sea, crees
que tienes que proteger al ego, y que tienes que protegerlo atacando. Si es tu
hermano el que ataca, estás de acuerdo con esta creencia; si eres tú el que ataca,
no haces sino reforzarla. Recuerda que
los que atacan son pobres. Su pobreza
pide regalos, no mayor empobrecimiento. Tú que podrías ayudarles estás ciertamente
actuando de forma destructiva si aceptas su pobreza como propia. Si no hubieras invertido de la manera en que
ellos lo hicieron, jamás se te hubiese ocurrido pasar por alto su necesidad.
4. Reconoce lo que no importa, y si tus hermanos te piden algo
“descabellado”, hazlo precisamente porque no importa. Niégate, y tu oposición
demuestra que sí te importa. Eres únicamente tú, por lo tanto, el que determina
si la petición es descabellada o no, y toda petición de un hermano es tu propia
petición. ¿Por qué te empeñas en negarle lo que pide? Pues negárselo es negártelo a ti mismo, y
empobrecerte a ti y a él. Él está pidiendo la salvación, al igual que tú. La
pobreza es siempre cosa del ego; nunca de Dios. Ninguna petición es
“descabellada” para el que reconoce lo que es valioso y no acepta nada más.
5. La salvación es para la mente, y se alcanza por medio de la paz. La mente es lo único que se puede salvar, y solo
se puede salvar a través de la paz. Cualquier otra respuesta que no sea amor,
surge como resultado de una confusión con respecto a “qué” es la salvación y a
“cómo” se alcanza, y el amor es la única respuesta. Nunca te olvides de esto, y nunca te permitas
creer, ni por un solo instante, que existe otra respuesta, pues de otro modo te contarás forzosamente
entre los pobres, quienes no han entendido que moran en la abundancia y que la
salvación ha llegado.
6. Identificarte con el ego es atacarte a ti mismo y empobrecerte. Por
eso es por lo que todo aquel que se identifica con el ego se siente desposeído.
Lo que experimenta entonces es depresión
o ira, ya que lo que hizo fue intercambiar su amor hacia Sí Mismo por odio
hacia sí mismo y, como consecuencia, tiene miedo de sí mismo. Él no se da
cuenta de esto. Aun si es plenamente consciente de que está sintiendo ansiedad,
no percibe que el origen de ésta reside en su identificación con el ego, y
trata de lidiar con ella haciendo algún “trato” demente con el mundo. Siempre
percibe este mundo como algo externo a él, pues esto es crucial para su propia
adaptación. No se da cuenta de que él es el autor de este mundo, pues fuera de
sí mismo no existe ningún mundo.
7. Si solo los pensamientos amorosos del Hijo de Dios constituyen la
realidad del mundo, el mundo real tiene que estar en su mente. Sus pensamientos descabellados tienen que
estar también en su mente, pero él no puede tolerar un conflicto interno de tal
magnitud. Una mente dividida está en peligro, y el reconocimiento de que
alberga dentro de sí pensamientos diametralmente opuestos es intolerable. Proyecta,
por consiguiente, la división, no la realidad. Todo lo que percibes como el
mundo externo no es otra cosa que tu intento de mantener vigente tu
identificación con el ego, pues todo el mundo cree que esa identificación es su
salvación. Observa, sin embargo, lo que ha sucedido, pues los pensamientos
tienen consecuencias para el que los piensa. Estás en conflicto con el mundo
tal como lo percibes porque crees que el mundo es antagónico a ti. Ésta es la
consecuencia inevitable de lo que has hecho. Has proyectado afuera aquello que es
antagónico a lo que está dentro y, por consiguiente, no puedes por menos que
percibirlo de esa forma. Por eso es por
lo que debes darte cuenta de que tu odio se encuentra en tu mente y no fuera de
ella, antes de que puedas liberarte de él, y por lo que debes deshacerte de él
antes de que puedas percibir el mundo tal como realmente es.
8. He dicho antes que Dios amó tanto al mundo que se lo dio a Su Hijo unigénito.
Dios ciertamente ama el mundo real y aquellos que perciben la realidad de éste
no pueden ver el mundo de la muerte, pues la muerte no forma parte del mundo
real, en el que todo es un reflejo de lo eterno. Dios te dio el mundo real a cambio del mundo
que tú fabricaste como resultado de la división de tu mente, el cual es el
símbolo de la muerte. Pues si pudieras
realmente separarte de la Mente de Dios, perecerías.
9. El mundo que percibes es un mundo de separación. Quizá estés
dispuesto a aceptar incluso la muerte con tal de negar a tu Padre. Sin embargo,
Él no dispuso que fuese así y, por lo tanto, no lo es. Tu voluntad sigue siendo
incapaz de oponerse a lo que la Suya dispone, y ésa es la razón de que no
tengas ningún control sobre el mundo que fabricaste. No es éste un mundo que provenga de la
voluntad, pues está regido por el deseo de ser diferente de Dios, y ese deseo
no tiene nada que ver con la voluntad. El mundo que has fabricado es, por lo tanto,
completamente caótico, y está regido por “leyes” arbitrarias que no tienen sentido
ni significado alguno. Se compone de lo que no deseas, lo cual has proyectado
desde tu mente porque tienes miedo de ello. Sin embargo, un mundo así solo se
puede encontrar en la mente de su hacedor, junto con su verdadera salvación. No
creas que se encuentra fuera de ti, ya que únicamente reconociendo dónde se
encuentra es como podrás tener control sobre él. Y ciertamente tienes control sobre tu mente,
dado que la mente es el mecanismo de decisión.
10. Si reconocieras que cualquier ataque que percibes se encuentra en
tu mente y solo en tu mente, habrías por fin localizado su origen, y allí donde
el ataque tiene su origen, allí mismo tiene que terminar. Pues en ese mismo
lugar reside también la salvación. El Altar de Dios donde Cristo mora se
encuentra ahí. Tú has profanado el altar, pero no has profanado el mundo.
Cristo, sin embargo, ha puesto la Expiación sobre el altar para ti. Lleva todas
tus percepciones del mundo ante ese altar, pues es el Altar a la Verdad. Ahí verás tu visión transformarse y ahí aprenderás
a ver verdaderamente. Desde este lugar,
en el que Dios y Su Hijo moran en paz y en el que se te da la bienvenida,
mirarás en paz hacia el exterior y verás el mundo correctamente. Mas para
encontrar ese lugar tienes que renunciar a tu inversión en el mundo tal como lo
proyectas, y permitir que el Espíritu Santo extienda el mundo real desde el
Altar de Dios hasta ti.
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