La invitación a
curar
1. Si la enfermedad es separación, la decisión de curar y de ser
curado es entonces el primer paso en el proceso de reconocer lo que
verdaderamente quieres. Todo ataque te
aleja de esto, y todo pensamiento curativo te acerca. El Hijo de Dios incluye tanto al Padre como al
Hijo porque es a la vez Padre e Hijo. Unir tener y ser es unir tu voluntad a la
Suya, pues lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti es Él Mismo. Y tu voluntad es entregarte a Él porque, en tu
perfecto entendimiento de Él, sabes que no hay sino una sola Voluntad. Mas cuando atacas cualquier parte de Dios o de
Su Reino tu entendimiento no es perfecto y, por consiguiente, pierdes lo que
realmente quieres.
2. Curar, por lo tanto, se convierte en una lección de entendimiento,
y cuanto más la practicas mejor maestro y alumno te vuelves. Si has negado la verdad, ¿qué mejores testigos
de su realidad podrías tener que aquellos que han sido curados por ella? Pero asegúrate de contarte a ti mismo entre
ellos, pues estando dispuesto a unirte a ellos es como te curarás. Todo milagro que obras te habla de la
Paternidad de Dios. Todo pensamiento curativo que aceptas, proceda éste de un
hermano o de tu propia mente, te enseña que eres el Hijo de Dios. En todo pensamiento hiriente que albergues,
independientemente de dónde lo percibas, yace la negación de la Paternidad de
Dios y de que eres Su Hijo.
3. Y la negación es tan total como el amor. No puedes negar parte de ti mismo porque el
resto parecerá estar separado de ti y, por lo tanto, desprovisto de significado.
Y al no tener significado para ti, no lo
entenderás. Negar el significado de algo equivale a no comprenderlo. Únicamente puedes curarte a ti mismo porque
únicamente el Hijo de Dios tiene necesidad de curación. Tienes necesidad de
ella porque no te entiendes a ti mismo y, por consiguiente, no sabes lo que
haces. Puesto que te has olvidado de lo que es tu voluntad, no sabes lo que
realmente quieres.
4. La curación es señal de que quieres reinstaurar la plenitud. Y el
hecho de que estés dispuesto a ello es lo que te permite oír la Voz del
Espíritu Santo, Cuyo mensaje es la plenitud. Él te capacitará para que vayas
mucho más allá del proceso de curación que has decidido emprender, pues a tu
pequeña dosis de buena voluntad para restaurar la plenitud Él sumará toda Su
Voluntad, haciendo así que la tuya sea plena. ¿Qué podría haber que el Hijo de
Dios no pudiera alcanzar cuando la Paternidad de Dios se encuentra en él? Mas la invitación tiene que proceder de ti,
pues sin duda debes haber aprendido que aquel a quien invites a ser tu huésped,
será quien morará en ti.
5. El Espíritu Santo no puede hablarle a un anfitrión que no le dé la
bienvenida, pues no sería oído. El Eterno Invitado jamás se ausenta, pero Su
Voz se vuelve cada vez más tenue en compañía de extraños. Necesita tu
protección únicamente porque la atención que le prestas es señal de que deseas
Su compañía. Piensa como Él aunque solo sea por un momento y la pequeña chispa
se convertirá en una luz tan resplandeciente que inundará tu mente para que Él
se convierta en tu único Invitado. Siempre que le abres las puertas al ego,
menoscabas la bienvenida que le das al Espíritu Santo. Él no se ausentará, pero
habrás hecho una alianza contra Él. Sea
cual sea la jornada que decidas emprender, Él irá contigo y esperará. Puedes confiar plenamente en Su paciencia,
pues Él no puede abandonar a ninguna parte de Dios. Mas tú necesitas mucho más
que paciencia.
6. No podrás descansar mientras no sepas cuál es tu función y la
lleves a cabo, pues solo en esto pueden estar completamente unidas la Voluntad
de tu Padre y la tuya. Tener a Dios es ser como Él, y Él se ha dado a Sí Mismo
a ti. Tú que tienes a Dios debes ser como Dios, pues mediante Su regalo Su Función
se convirtió en la tuya. Invita este
conocimiento de nuevo a tu mente y no dejes entrar ninguna otra cosa que lo
pueda enturbiar. El Invitado que Dios te
envió te enseñará cómo hacer esto solo con que reconozcas la pequeña chispa y
estés dispuesto a dejar que se expanda. No es necesario que estés enteramente
dispuesto porque Él lo está. Si
simplemente le ofreces un pequeño lugar, Él lo iluminará tanto que gustosamente
dejarás que se expanda. Y mediante esta expansión, comenzarás a recordar la
Creación.
7. ¿Qué prefieres ser, rehén
del ego o anfitrión de Dios? Aceptarás únicamente a aquel que invites. Eres
libre de determinar quién ha de ser tu invitado y cuánto tiempo ha de
permanecer contigo. Mas esto no es auténtica libertad, pues depende todavía de
cómo lo consideres. El Espíritu Santo se encuentra ahí, pero no puede ayudarte
a menos que tú se lo pidas. Y el ego no es nada, tanto si lo invitas a que
entre como si no. La auténtica libertad
radica en darle la bienvenida a la realidad; y de tus invitados, solo él
Espíritu Santo es real. Date cuenta, pues, de Quién mora en ti, reconociendo
simplemente lo que ya se encuentra ahí, y no te conformes con consoladores
imaginarios, pues el Consolador de Dios se encuentra en ti.
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