Capítulo 11
DIOS O EL EGO
Introducción
1. O Dios está loco o bien es el ego el que lo está. Si examinas
imparcialmente las pruebas que ambas partes presentan, te darás cuenta de que
eso tiene que ser verdad. Ni Dios ni el
ego proponen un sistema de pensamiento parcial. Ambos sistemas son internamente coherentes,
aunque diametralmente opuestos en todo, de tal modo que una lealtad parcial es
imposible. Recuerda también que sus resultados son tan diferentes como sus
cimientos y que sus naturalezas fundamentalmente irreconciliables no pueden ser
reconciliadas alternando entre ellos. Nada que esté vivo es huérfano, pues la
vida es creación. Por lo tanto, toda decisión que tomas es invariablemente la
respuesta a la pregunta: “¿Quién es mi padre?” Y serás fiel al padre que
elijas.
2. No obstante, ¿qué le dirías a alguien que creyese que esta pregunta
realmente entraña conflicto? Si tú concebiste al ego, ¿cómo habría podido él
concebirte a ti? El problema de la autoridad sigue siendo la única fuente de
conflictos porque el ego se originó como consecuencia del deseo del Hijo de Dios
de ser el padre de su Padre. El ego, por lo tanto, no es más que un sistema
ilusorio en el que tú concebiste a tu propio padre. No te equivoques con
respecto a esto. Parece una locura cuando se expone con perfecta honestidad,
pero el ego nunca examina lo que hace con perfecta honestidad. Sin embargo, ésa
es su premisa demente, la cual está cuidadosamente oculta bajo la tenebrosa
piedra angular de su sistema de pensamiento. Y o bien el ego—que tú
concebiste—es tu padre o bien todo su sistema de pensamiento se viene abajo.
3. Tú fabricas mediante la proyección, mas Dios crea mediante la
extensión. Eres la piedra angular de la Creación de Dios, pues Su sistema de pensamiento
es la Luz. Recuerda que los Rayos están ahí aunque no se vean. Cuanto más te
aproximas al centro del sistema de pensamiento de Dios, más clara se hace la
luz. Cuanto más te aproximas al sistema de pensamiento del ego, más tenebroso y
sombrío se vuelve el camino. Sin embargo, incluso la pequeña chispa que se
encuentra en tu mente basta para iluminarlo. Lleva esa luz contigo sin ningún
temor, y valerosamente enfócala en los cimientos del sistema de pensamiento del
ego. Estáte dispuesto a juzgarlo con absoluta honestidad. Pon al descubierto la
tenebrosa piedra angular de terror sobre la que descansa y sácala a la luz. Ahí
verás que se basaba en la insensatez y que todos tus miedos eran infundados.
4. Hermano mío, eres parte de Dios y parte de mí. Cuando por fin hayas
visto los cimientos del ego sin acobardarte, habrás visto también los nuestros.
Vengo a ti de parte de nuestro Padre a ofrecerte todo nuevamente. No lo
rechaces a fin de mantener oculta la tenebrosa piedra angular, pues la
protección que te ofrece no te puede salvar. Yo te daré la lámpara y te
acompañaré. No harás este viaje solo. Te conduciré hasta tu Padre, Quien, como
yo, tiene necesidad de ti. ¿Cómo no ibas a responder jubilosamente a la llamada
del amor?
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