La revelación,
el tiempo y los milagros
1. La revelación produce una suspensión completa, aunque temporal, de la
duda y el miedo. Refleja la forma original de comunicación entre Dios y Sus
Creaciones, la cual entraña la sensación extremadamente personal de creación
que a veces se busca en las relaciones físicas. La proximidad física no puede
proporcionarla. Los milagros, en cambio, son genuinamente interpersonales y
conducen a un auténtico acercamiento a los demás. La revelación te une
directamente a Dios. Los milagros te unen directamente a tu hermano. Ni la
revelación ni los milagros emanan de la conciencia, aunque ambos se
experimentan en ella. La conciencia es el estado que induce a la acción, aunque
no la inspira. Eres libre de creer lo que quieras, y tus actos dan testimonio
de lo que crees.
2. La revelación es algo intensamente personal y no puede transmitirse
de forma que tenga sentido. De ahí que cualquier intento de describirla
con palabras sea inútil. La revelación induce solo a la experiencia. Los
milagros, por otra parte, inducen a la acción. Por ahora resultan más útiles
debido a su naturaleza interpersonal. En esta fase del aprendizaje, obrar
milagros es importante porque no se te puede forzar a que te liberes del miedo.
La revelación es literalmente inefable porque es una experiencia de amor
inefable.
3. La reverencia se debe reservar solo para la revelación, a la que se
puede aplicar perfecta y correctamente. No es una reacción apropiada hacia los
milagros porque un estado de reverencia es un estado de veneración, lo cual
implica que uno de rango inferior se encuentra ante su Creador. Tú eres una
creación perfecta y deberías sentir reverencia solamente en presencia del
Creador de la perfección. El milagro es, por lo tanto, un gesto de amor entre
iguales. Los que son iguales no deben sentir reverencia los unos por los otros,
pues la reverencia implica desigualdad. Por consiguiente, no es una reacción
apropiada hacia mí. Un hermano mayor merece respeto por su mayor experiencia y
obediencia por su mayor sabiduría. También merece ser amado por ser un hermano
y devoción si es devoto. Es tan solo mi devoción por ti lo que me hace
merecedor de la tuya. No hay nada con respecto a mí que tú no puedas alcanzar.
No tengo nada que no proceda de Dios. La diferencia entre nosotros por ahora estriba
en que yo no tengo nada más. Esto me coloca en un estado que en ti es solo
latente.
4. “Nadie viene al Padre sino por mí” no significa que yo esté en modo
alguno separado de ti o que sea diferente, excepto en el tiempo, y el tiempo no
existe realmente. La afirmación tiene más sentido desde el punto de vista de un
eje vertical que de uno horizontal. Tú estás debajo de mí y yo estoy debajo de
Dios. En el proceso de “ascensión” yo estoy más arriba porque sin mí la
distancia entre Dios y el hombre sería demasiado grande para que tú la pudieras
salvar. Yo salvo esa distancia por ser tu hermano mayor por un lado y, por el
otro, por ser un Hijo de Dios. La devoción que les profeso a mis hermanos es lo
que me ha puesto a cargo de la Filiación, que completo porque formo parte de
ella. Tal vez esto parezca contradecir la afirmación “Yo y el Padre somos uno”,
pero esa afirmación consta de dos partes en reconocimiento de la mayor grandeza
del Padre.
5. Las revelaciones son indirectamente inspiradas por mí debido a mi
proximidad al Espíritu Santo y a que me mantengo alerta para cuando mis
hermanos estén listos para recibir la revelación. De esta manera puedo obtener
para ellos más de lo que ellos podrían obtener por sí mismos. El Espíritu Santo
es el Mediador entre la comunicación superior y la inferior, y mantiene abierto
para la revelación el canal directo de Dios hacia ti. La revelación no es
recíproca. Procede de Dios hacia ti, pero no de ti hacia Dios.
6. El milagro reduce al mínimo la necesidad del tiempo. En el plano
longitudinal u horizontal el reconocimiento de la igualdad de los miembros de
la Filiación parece requerir un tiempo casi interminable. El milagro, no
obstante, entraña un cambio súbito de la percepción horizontal a la vertical.
Esto introduce un intervalo del cual tanto el que da como el que recibe emergen
mucho más adelantados en el tiempo de lo que habrían estado de otra manera. El
milagro, pues, tiene la propiedad única de abolir el tiempo en la medida en que
hace innecesario el intervalo de tiempo que abarca. No existe relación alguna
entre el tiempo que un milagro tarda en llevarse a cabo y el tiempo que abarca.
El milagro substituye a un aprendizaje que podría haber durado miles de años.
Lo hace en virtud del reconocimiento implícito de la perfecta igualdad que
existe entre el que da y el que recibe en la que se basa el milagro. El milagro
acorta el tiempo al producir su colapso, eliminando de esta manera ciertos
intervalos dentro del mismo. Hace esto, no obstante, dentro de la secuencia
temporal más amplia.
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