El único propósito
1. El mundo real es el estado mental en el que el único propósito para
el mundo es el perdón. El miedo ha dejado de ser el objetivo, pues escapar de
la culpa se ha convertido ahora en la meta. Se reconoce el valor del perdón,
que pasa a ocupar el lugar de los ídolos, los cuales dejan de perseguirse
porque ya no se les atribuye ningún valor a sus “regalos”. No se establecen
reglas fútiles ni se le exige a nada ni a nadie que cambie y se amolde al sueño
de miedo. Por el contrario, hay un deseo de querer comprender todas las cosas
creadas tal como realmente son. Y se reconoce que todas las cosas tienen que
ser primero perdonadas y luego comprendidas.
2. En este mundo se piensa que el entendimiento se consigue mediante
el ataque. En el mundo real es evidente que atacando es como se pierde, y se
reconoce claramente la insensatez de tener como objetivo a la culpabilidad. En
dicho mundo no se desean los ídolos, pues se entiende que la culpabilidad es la
única causa de cualquier dolor. Nadie sucumbe ante su vana atracción, pues el
sufrimiento y la muerte se han percibido como cosas que ya no se desean y por
las cuales no vale la pena esforzarse. Se ha vislumbrado la posibilidad de
liberación y se le ha dado la bienvenida, y ahora por fin se comprenden los
medios por los que se puede alcanzar. El mundo se convierte en un lugar de
esperanza porque su único propósito es ser un lugar donde la esperanza de ser
feliz pueda ser colmada. Y nadie está excluido de esta esperanza porque todos
se han unido en la creencia de que el propósito del mundo es uno que todos
tienen que compartir, si es que dicha esperanza ha de ser algo más que un
simple sueño.
3. Aún no se recuerda el Cielo totalmente, pues el propósito del
perdón todavía necesita alcanzarse. Sin embargo, todo el mundo está seguro de
que irá más allá del perdón y de que solo seguirá aquí hasta que éste se
consuma perfectamente en él. Ése es su
único deseo. Todo temor ha desaparecido porque él está unido a sí mismo en su
propósito. Su esperanza de felicidad es tan segura y constante que apenas puede
seguir esperando aquí por más tiempo con los pies aún tocando la tierra. Aun
así, se siente feliz de poder esperar hasta que todas las manos se hayan unido
y todos los corazones estén listos para elevarse e ir con él. Pues así es como
se prepara para dar el paso con el que se trasciende el perdón.
4. El paso final lo da Dios porque únicamente Él pudo crear un Hijo
perfecto y compartir Su Paternidad con él. Nadie que no se encuentre en el
Cielo puede entender esto, pues entenderlo es en sí el Cielo. lncluso el mundo
real tiene un propósito que se encuentra por debajo de la Creación y la
eternidad. Pero el miedo ha desaparecido de él porque su propósito es el
perdón, no la idolatría. Y así, el Hijo del Cielo está listo para ser Quien es,
y para recordar que el Hijo de Dios sabe todo lo que su Padre entiende y que lo
entiende perfectamente junto con Él.
5. El mundo real ni siquiera se aproxima a eso, pues ése es el
propósito de Dios y solo de Dios, si bien se comparte totalmente y se logra
perfectamente. El mundo real es un estado en el que la mente ha aprendido cuán
fácilmente desaparecen los ídolos, que, aunque todavía se perciben, ya no se
desean más. ¡Cuán fácilmente los puede abandonar la mente que ha comprendido
que no son nada, que no están en ninguna parte y que no tienen ningún
propósito! Pues solo entonces se puede entender que el pecado y la culpabilidad
no tienen propósito alguno y que no significan nada.
6. De esta manera es como el propósito del mundo real se lleva dulcemente
hasta tu conciencia para que reemplace al objetivo de pecado y culpabilidad. Y
el perdón purifica felizmente todo lo que se interponía entre tu imagen de ti mismo
y lo que realmente eres. Sin embargo, Dios no necesita crear a Su Hijo
nuevamente para que a éste se le restituya lo que es suyo. Jamás existió brecha
alguna entre tu hermano y tú. Y el Hijo de Dios volverá a saber lo que supo
cuando fue creado.
7. Cuando dos o más hermanos comparten un mismo propósito en el mundo
del miedo, se encuentran ya en el umbral del mundo real. Puede que aún miren
atrás y piensen que ven un ídolo que todavía desean. Mas su trayectoria ha sido
ya firmemente trazada en dirección contraria a la de los ídolos: hacia la
realidad. Pues cuando se dieron la mano, fue la mano de Cristo la que tomaron,
y contemplarán a Aquel de Cuya mano van asidos. La faz de Cristo se ve antes de
que se pueda recordar al Padre, pues Éste permanece en el olvido hasta que Su
Hijo haya llegado más allá del perdón hasta el Amor de Dios. El Amor de Cristo,
no obstante, se acepta primero. Y entonces aflora el conocimiento de que Ambos
son Uno.
8. ¡Cuán fácil y ligero es el paso que te saca de los estrechos
confines del mundo del miedo una vez que has reconocido de Quién es la mano de
la que vas asido! Tienes a mano todo lo necesario para poder alejarte del miedo
para siempre con perfecta certeza, y para seguir adelante y llegar lo antes posible
a las puertas del Cielo. Pues Aquel de Cuya mano vas asido solo estaba
esperando a que te unieras a Él. Y ahora que has venido, ¿se demoraría en
mostrarte el camino que debe recorrer contigo? Su bendición descansa sobre ti
tan indudablemente como el Amor de Dios descansa sobre Él. Su gratitud hacia ti
sobrepasa tu entendimiento, pues le has permitido liberarse de sus cadenas para
que juntos se dirijan a la morada de Su Padre.
9. Un viejo odio está desapareciendo del mundo. Y con él va
desapareciendo también todo miedo y rencor. No vuelvas la vista atrás, pues lo
que te espera más adelante es lo que siempre anheló tu corazón. ¡Renuncia al
mundo! Pero no con una actitud de sacrificio, pues nunca lo deseaste. ¿Qué
felicidad que alguna vez buscaste en él no te ocasionó dolor? ¿Qué momento de
satisfacción no se compró con monedas de sufrimiento y a un precio exorbitante?
La dicha no cuesta nada. Es tu sagrado derecho, pues por lo que pagas no es
felicidad. ¡Que la honestidad te acelere en tu camino y que al contemplar en
retrospectiva las experiencias que has tenido aquí no te dejes engañar! Por
todas ellas hubo que pagar un precio descomunal y sufrir penosas consecuencias.
10. No mires atrás excepto con honestidad. Y cuando un ídolo te tiente,
piensa en lo siguiente: Jamás te dio un ídolo cosa alguna, excepto el “regalo”
de la culpabilidad. Cada cosa que te dio se compró con la moneda del dolor, y
nunca fuiste únicamente tú quien pagó por ella. Sé, pues, misericordioso con tu
hermano. Y no aceptes nunca un ídolo irreflexivamente ni olvides que tu hermano
pagará el costo al igual que tú. Pues se demorará cada vez que tú vuelvas la
vista atrás y no percibas de Quién es la amorosa mano de la que vas asido. Mira,
pues, solo hacia adelante; y camina lleno de confianza con el corazón latiendo
felizmente con esperanza y no palpitando con temor.
11. La Voluntad de Dios reside para siempre en aquellos cuyas manos
están unidas. Hasta que se unieron, pensaban que Él era su enemigo. Mas cuando
se unieron y compartieron un mismo propósito, les fue posible entender que su
voluntad es una. Y así, la Voluntad de Dios no puede sino llegar hasta sus
conciencias. Y no van a poder seguir olvidándose por mucho más tiempo de que no
es sino la suya propia.
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