El anti-Cristo
1. ¿Qué es un ídolo? ¿Crees saberlo? Pues los ídolos no se reconocen
como tales y nunca se ven como realmente son. Ése es su único poder. Su
propósito es turbio, y son a la vez temidos y venerados precisamente porque no
sabes para qué son ni para qué se concibieron. Un ídolo es una imagen de tu
hermano a la que atribuyes más valor que a él. Sea cual sea la forma de los
ídolos, los inventas para reemplazar a tu hermano. Y esto es lo que nunca se
percibe o reconoce. Mas así es, trátese de un cuerpo o de una cosa; de un lugar
o de una situación; de una circunstancia o de un objeto que se posea o se
desee; de un derecho que se exija o de uno que ya se tenga.
2. No dejes que las formas que adoptan te engañen, pues los ídolos no
son sino substitutos de tu realidad. De alguna manera crees que completan tu
pequeño yo, ofreciéndote así seguridad en un mundo que percibes como peligroso,
en el que hay fuerzas que se han aglutinado a fin de quebrantar tu confianza y
destruir tu paz. Crees que los ídolos tienen el poder de remediar tus
deficiencias y de proporcionarte la valía que no tienes. Todo aquel que cree en
ellos se convierte en esclavo de la pequeñez y la pérdida. Y así, tiene que
buscar más allá de su pequeño yo la fuerza necesaria para levantar la cabeza y
emanciparse de todo el sufrimiento que el mundo refleja. Ésta es la sanción que
pagas por no buscar en tu interior la certeza y la tranquilidad que te liberan
del mundo y que te permiten alzarte por encima de él, en quietud y en paz.
3. Un ídolo es una falsa impresión o una creencia falsa; alguna forma
de anti-Cristo que constituye una brecha entre el Cristo y lo que tú ves. Un
ídolo es un deseo hecho tangible al que se le ha dado forma, que se percibe
entonces como real y se ve como algo externo a la mente. No obstante, sigue
siendo un pensamiento y no puede abandonar la mente de la que procede. Ni
tampoco su forma es algo separado de la idea que representa. Toda forma de
anti-Cristo se opone a Cristo. Y pende ante Su faz como un obscuro velo que
parece separarte de Él, dejándote solo y desamparado en las tinieblas. La luz,
sin embargo, está ahí. Una nube no puede apagar el sol. Ni un velo puede hacer
desaparecer lo que aparenta separar ni atenuar la luz en lo más mínimo.
4. Este mundo de ídolos es un velo que cubre la faz de Cristo porque
su propósito es separarte de tu hermano. Es un propósito tenebroso y temible y,
sin embargo, es un pensamiento que ni siquiera tiene el poder de cambiar una
brizna de hierba de algo vivo a un signo de muerte. Su forma no está en ninguna
parte, pues su fuente está en aquella parte de tu mente de la que Dios está
ausente. ¿Dónde se encuentra este lugar del que se ha excluido y mantenido
aislado lo que está en todas partes? ¿Qué mano podría alzarse y obstruir los
designios de Dios? ¿De quién es la voz que podría exigir que Él no entrase? Lo
que se cree “más-que-todo” no es algo que deba hacerte temblar o acobardarte. El
enemigo de Cristo no está en ninguna parte. Y nunca podrá adoptar una forma en
la que sea real.
5. ¿Qué es un ídolo? ¡Un ídolo
no es nada! Se necesita creer en él para que parezca cobrar vida y se le tiene
que dotar de poder para que pueda ser temido. Su vida y su poder son el regalo
que le da el que cree en él, y esto es lo que el milagro restituye a lo que sí
tiene vida y poder dignos del don del Cielo y de la paz eterna. El milagro no
restaura la verdad, que es la luz que el velo no pudo apagar. Simplemente
descorre el velo y deja que la verdad brille libremente, al ser lo que es. La
verdad no necesita que se crea en ella para ser lo que es, pues ha sido creada
y, por lo tanto, es.
6. Un ídolo se establece creyendo en él, pero cuando la creencia se
abandona, el ídolo “muere”. Esto es lo que es el anti-Cristo: la extraña idea
de que hay un poder más allá de la omnipotencia, un lugar más allá del infinito
y un tiempo que trasciende lo eterno. Ahí el mundo de los ídolos ha sido
establecido por la idea de que ese poder, lugar y tiempo tienen forma y de que
configuran el mundo en el que lo imposible ha ocurrido. Ahí lo inmortal viene a
morir, lo que abarca todo a sufrir pérdidas y lo eterno a convertirse en
esclavo del tiempo. Ahí lo inmutable cambia, y la Paz de Dios que Él otorgó
para siempre a todo ser vivo, da paso al caos. Y el Hijo de Dios, tan perfecto,
impecable y amoroso como su Padre viene a odiar por un tiempo, a padecer y
finalmente a morir.
7. ¿Dónde están los ídolos? ¡En ninguna parte! ¿Podría haber una
brecha en lo que es infinito? ¿Podría
haber un lugar en el que el tiempo pudiera interrumpir la eternidad? Un paraje de obscuridad allí donde todo es luz
o un sombrío nicho dentro de lo que es infinito, no tienen un lugar donde poder
existir. Los ídolos están más allá de
donde Dios ha establecido todas las cosas para siempre y donde no dejó cabida
para nada más, excepto Su Voluntad. Un ídolo no es nada ni se encuentra en
ninguna parte, mientras que Dios lo es todo y se encuentra en todas partes.
8. ¿Cuál es, entonces, el propósito de los ídolos? ¿Cuál es su
finalidad? Ésta es la única pregunta para la que hay muchas respuestas,
dependiendo de a quién se le haya preguntado.
El mundo cree en ídolos. Nadie
viene a él a menos que los haya venerado y trate todavía de buscar uno que aún
le pueda ofrecer un regalo que la realidad no posee. Todo idólatra abriga la
esperanza de que sus deidades especiales le den más de lo que otras personas
poseen. Tiene que ser más. No importa
realmente de qué se trate: más belleza, más inteligencia, más riqueza o incluso
más aflicción o dolor. Pero para eso es un ídolo, para darte más de algo. Y
cuando uno falla otro viene a ocupar su lugar, y tú esperas que te pueda
conseguir más de alguna otra cosa. No te
dejes engañar por las formas en que esa “otra cosa” se manifiesta. Un ídolo es
un medio para obtener más de algo. Y eso es lo que va en contra de la Voluntad
de Dios.
9. Dios no tiene muchos hijos, sino Uno solo. ¿Quién podría tener más
y a quién se le daría menos? En el Cielo el Hijo de Dios no podría por menos
que reírse de la idea de que un ídolo pudiese interrumpir su paz. El Espíritu
Santo habla en nombre de ese Hijo y te dice que los ídolos no tienen ningún
propósito aquí. Pues más que el Cielo jamás podrás tener. Y si el Cielo se
encuentra en ti, ¿por qué ir en pos de ídolos que lo menoscabarían, creyendo
que te van a dar más de lo que Dios les otorgó a tu hermano y a ti, en cuanto
que son uno con Él? Dios te dio todo lo que existe. Y para asegurarse de que no
lo pudieras perder, se lo dio también a todo ser vivo. Por consiguiente, todo
ser vivo es parte de ti, así como de Él. Ningún ídolo puede hacer que seas más
que Dios. Mas nunca estarás satisfecho siendo menos.
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