La luz de la
relación santa
1. ¿Deseas la libertad del cuerpo o la de la mente? Pues no puedes tener ambas. ¿Qué valoras más, el cuerpo o la mente? ¿Cuál de ellos es tu objetivo? Pues a uno de ellos lo ves como un medio; al
otro como un fin. Y uno de ellos tiene
que servir al otro y dejar que predomine, realzando su importancia al disminuir
la suya propia. Los medios sirven al fin, y a medida que el fin se alcanza, el
valor de los medios disminuye, quedando totalmente eclipsados cuando se
reconoce que ya no tienen función alguna. Todo aquel que anhela la libertad
tratará de encontrarla. Pero la buscará donde cree que está y donde cree que
puede hallarla. Creerá que es igualmente posible alcanzar o bien la libertad de
la mente o bien la del cuerpo, y elegirá a uno de ellos para que sirva al otro
como medio para encontrarla.
2. Cuando se ha elegido la libertad del cuerpo, la mente se usa como
un medio cuyo valor reside en su habilidad de ingeniar medios para alcanzarla. Pero
dado que liberar al cuerpo no tiene sentido, la mente se ha puesto al servicio
de las ilusiones. Esta situación es tan contradictoria e imposible que
cualquiera que la elija no tiene idea de lo que es valioso. Mas aun en esta
confusión—tan profunda que es indescriptible—el Espíritu Santo espera
pacientemente, tan seguro del resultado final como del Amor de Su Creador. Él
sabe que esa decisión descabellada la tomó uno a quien Su Creador ama tanto
como el Amor se ama a Sí Mismo.
3. No te intranquilices pensando cómo puede el Espíritu Santo
intercambiar tan fácilmente los medios y el fin en aquellos que Dios ama y
quiere que sean libres para siempre. En lugar de ello, siéntete agradecido de
poder ser el medio para lograr Su objetivo. Éste es el único servicio que
conduce a la libertad. Para lograr este fin hay que percibir al cuerpo libre de
pecado porque lo que se busca es la impecabilidad. La falta de contradicción
permite que la transición de medios a fin sea tan fácil como lo es el
intercambio del odio por la gratitud ante los ojos que perdonan. Os
santificaréis el uno al otro al usar el cuerpo solo en beneficio de la
impecabilidad. Y os será imposible odiar aquello que sirve a quien queréis
sanar.
4. Esta relación santa, hermosa en su inocencia, llena de fortaleza, y
resplandeciendo con una luz mucho más brillante que la del sol que alumbra el
firmamento que ves, es la que tu Padre ha elegido como uno de los medios para
llevar a cabo Su plan. Siéntete agradecido de que no sirva en absoluto para
llevar a cabo el tuyo. No usará
indebidamente nada que se le confíe ni dejará de usar nada que se le ofrezca. Esta
santa relación tiene el poder de curar todo dolor, sea cual sea su forma. Ni tu hermano ni tú podéis ser útiles por
separado en absoluto. Únicamente en vuestra voluntad conjunta radica la
curación. Pues ahí es donde se encuentra vuestra curación y ahí es donde
aceptaréis la Expiación. Y al sanar los dos, la Filiación queda sanada porque
vuestras voluntades se han unido.
5. Ante una relación santa no hay pecado. Ya no se percibe ninguna forma de error, y la
razón, unida al amor, contempla calladamente cualquier confusión y observa simplemente:
“Eso fue un error”. Y luego, la misma Expiación que aceptaste en tu relación
corrige el error y, allí donde éste estaba, deposita una parte del Cielo. ¡Cuán
bendito eres tú que permites que este regalo se otorgue! Cada parte del Cielo que restituyes se te da a
ti. Y cada lugar vacío del Cielo que vuelves a llenar con la luz eterna que
traes contigo, resplandece sobre ti. Los
medios de la impecabilidad no conocen el miedo porque únicamente son portadores
de amor.
6. Criatura de la paz, la luz ha descendido sobre ti. No reconoces la luz que traes contigo, pero la
recordarás. ¿Quién podría negarse a sí mismo la visión que le brinda a los
demás? ¿Y quién dejaría de reconocer el
regalo que, por mediación suya, él permitió que se depositase en el Cielo? El
amoroso servicio que le prestas al Espíritu Santo te lo prestas a ti mismo. Tú
que ahora eres Su medio tienes que amar todo lo que Él ama. Y lo que traes contigo es tu recuerdo de todo
lo que es eterno. Ningún vestigio de lo temporal puede permanecer por mucho
tiempo en la mente que sirve a lo intemporal. Y ninguna ilusión puede perturbar la paz de
una relación que se ha convertido en el instrumento de la paz.
7. Cuando hayas contemplado a tu hermano con absoluto perdón, del que
no se haya excluido ningún error ni nada se mantiene oculto, ¿qué error podría
haber en cualquier parte que tú no pudieras pasar por alto? ¿Qué tipo de
sufrimiento podría nublar tu vista e impedirte ver más allá de él? ¿Y qué
ilusión no ibas a reconocer como un error, como una sombra que puedes atravesar
completamente impávido? Dios no permite que nada sea un obstáculo para aquellos
que hacen Su Voluntad, y éstos reconocerán que sus voluntades son la Suya
porque la sirven. Y la sirven de buen
grado. ¿Podrían, entonces, demorarse mucho en recordar lo que son?
8. Verás tu valía a través de los ojos de tu hermano, y cada uno será
liberado cuando vea a su salvador en el lugar donde antes pensó que había un
agresor. Mediante esta liberación se
libera el mundo. Éste es tu papel en la consecución de la paz. Pues has
preguntado cuál es tu función aquí, y se te ha contestado. No intentes
cambiarla ni substituirla por ninguna otra. Pues ésa fue la única función que
se te dio. Acepta solo esta función y
sírvela de todo corazón, pues lo que el Espíritu Santo hace con los regalos que
le das a tu hermano, a quién se los ofrece, dónde y cuándo, es cosa Suya. Los
concederá allí donde han de ser recibidos y se les dé la bienvenida. Utilizará
cada uno de ellos en beneficio de la paz. Y ni la más leve sonrisa o buena
voluntad de alguien para pasar por alto la más diminuta equivocación le pasará
desapercibida a Él.
9. ¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad aquello que tu
Padre ama sino una bendición universal? Extender el perdón es la función del
Espíritu Santo. Deja eso en Sus manos. Ocúpate únicamente de entregarle aquello
que se puede extender. No guardes ningún secreto tenebroso que Él no pueda
usar, antes bien, ofrécele los pequeños regalos que Él puede extender para
siempre. Él aceptará cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente
en favor de la paz. El Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los
regalos que le haces ni los limitará en forma alguna. Los infundirá de todo el
poder que Dios le ha conferido a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial
de curación para todos. Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama
luz sobre el mundo. No te preocupes por las tinieblas; más bien mira más allá
de ellas y contempla a tu hermano. Y deja que las tinieblas sean disipadas por
Aquel que conoce la luz y que tiernamente la deposita en cada una de las dulces
sonrisas de fe y de confianza con las que lo bendices.
10. De tu aprendizaje depende el bienestar del mundo. Y es solo la
arrogancia lo que negaría el poder de tu voluntad. ¿Crees acaso que la Voluntad de Dios es
impotente? ¿Es a eso a lo que llamas
humildad? No te das cuenta de lo que
esta creencia ha ocasionado. Te consideras a ti mismo vulnerable, débil, fácil
de destruir y a merced de innumerables agresores mucho más fuertes que tú.
Examinemos detenidamente cómo fue que surgió este error, pues en él yace enterrada
la pesada ancla que parece mantener vigente, inamovible y sólido como una roca
el temor a Dios. Y mientras esa creencia
perdure, así parecerá ser.
11. ¿Quién puede atacar al Hijo de Dios y no atacar a su Padre? ¿Cómo
iba a ser el Hijo de Dios débil, frágil y fácil de destruir a menos que su
Padre también lo fuese? ¿No te das cuenta de que cada pecado y cada condenación
que percibes y justificas es un ataque contra tu Padre? Por eso es por lo que
el ataque no ha tenido lugar ni puede ser real. No te percatas de que ésa ha
sido tu intención porque crees que el Padre y el Hijo están separados. Y no
puedes sino pensar que están separados, debido al miedo. Pues parece menos
arriesgado atacar a otro o atacarte a ti mismo que atacar al Gran Creador del
universo, Cuyo Poder conoces.
12. Si fueras uno con Dios y reconocieras esa unidad, sabrías que Su
Poder te pertenece. Mas no podrás recordar esto mientras creas que el ataque,
de la clase que sea, tiene sentido. Ninguna clase de ataque está justificado porque
no tiene sentido. De la única manera en que el ataque se podría justificar es
si tú y tu hermano estuvieran realmente separados el uno del otro, y todo el
mundo estuviera separado del Creador. Pues solo entonces sería posible atacar
una parte de la Creación sin atacarla a toda Ella; atacar al Hijo sin atacar al
Padre; atacar a otro sin atacarte a ti mismo o herirte a ti mismo sin que otro
sienta dolor. Sin embargo, no te quieres deshacer de esa creencia. Mas ¿dónde
reside su valor sino en el deseo de poder atacar impunemente? El ataque no es
ni peligroso ni inocuo. Sencillamente es imposible. Y esto es así porque el
universo es uno. No elegirías atacar su realidad si no fuera porque para poder
verlo separado de su hacedor es esencial atacar. Y así parece como si el amor
pudiera atacar y volverse temible.
13. Solo los que son diferentes pueden atacar. Y de ahí deduces que
porque puedes atacar, debes ser diferente de tu hermano. Sin embargo, el
Espíritu Santo explica esto de otra manera. No puedes atacar precisamente
porque no eres diferente de tu hermano. Cualquiera de esas dos posturas es una
conclusión lógica. Cualquiera de ellas puede ser aceptada, pero no ambas. La
única pregunta que necesita contestarse a fin de decidir cuál de las dos es
verdad, es si en realidad eres diferente de tu hermano. Desde el punto de vista
de lo que entiendes parece que lo eres y, por lo tanto, que puedes atacar. De
ambas alternativas, ésta parece la más natural y la más afín a tu experiencia. Por
eso es necesario que tengas otras experiencias más afines a la verdad, para
enseñarte lo que en realidad es natural y verdadero.
14. Ésa es la función de tu
relación santa. Pues lo que uno de vosotros piense, el otro lo experimentará
con él. ¿Qué puede querer decir esto sino que tu mente y la mente de tu hermano
son una? No veas con temor este feliz
hecho ni pienses que con ello se te impone una pesada carga. Pues cuando lo
hayas aceptado de buen grado, te darás cuenta de que vuestra relación es un
reflejo de la unión que existe entre el Creador y Su Hijo. Entre las mentes
amorosas no hay separación. Y cada pensamiento que una de ellas tiene le brinda
felicidad a la otra porque es la misma mente. La dicha es ilimitada porque cada pensamiento
de amor radiante extiende su ser y crea más de sí mismo. En él no tienen cabida las diferencias, pues
todo pensamiento es como él mismo.
15. La luz que los une brilla a través del universo, y puesto que los
une, hace que sean uno con su Creador. Y en Él converge toda la Creación. ¿Lamentarías
no poder sentir miedo solo, cuando tu relación te puede enseñar que el poder
del amor reside en ella, haciendo así que el miedo sea imposible? No intentes
conservar un poco del ego junto con este regalo. Pues se te dio para que lo
usaras, no para que lo ocultases. Aquello que te enseña que no se pueden
separar niega al ego. Deja que la verdad decida si tú y tu hermano son
diferentes o iguales, y que te enseñe cuál de estas dos posibilidades es
verdad.
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