Los
dos cuadros
1.
Dios estableció Su relación contigo para hacerte feliz, y ninguna cosa que
hagas que no comparta Su propósito puede ser real. El propósito que Dios
adscribió a cada cosa es la única función que tiene. Debido a la razón que Él tuvo para crear Su
relación contigo, la función de las relaciones se convirtió para siempre en
“hacer feliz”. Eso es todo. Para satisfacer esta función te relacionas con tus
creaciones del mismo modo en que Dios se relaciona con las Suyas. Pues nada que
Dios haya creado puede estar excluido de la felicidad, y nada que Él creó desea
otra cosa que extender felicidad tal como su Creador lo hizo. Lo que no satisface esta función no puede ser
real.
2.
En este mundo es imposible crear. Pero sí es posible hacer feliz. He dicho repetidamente que el Espíritu Santo
no quiere privarte de tus relaciones especiales, sino transformarlas. Y lo
único que esto significa es que Él reinstaurará en ellas la función que Dios
les asignó. La función que tú les has
asignado es claramente que no sean fuentes de felicidad. Pero la relación santa comparte el propósito
de Dios, en lugar de tratar de inventar otro para que lo substituya. Cada relación especial que has entablado es
un substituto de la Voluntad de Dios, y glorifica tu voluntad en vez de la Suya
debido a la ilusión de que son diferentes.
3.
Has entablado relaciones muy reales incluso en este mundo. Sin embargo, no las reconoces porque has hecho
que sus substitutos predominen de tal manera que, cuando la verdad te
llama—como constantemente lo hace— contestas con un substituto. El propósito fundamental de cada relación
especial que has entablado es mantener a tu mente tan ocupada que no puedas oír
la Llamada de la Verdad.
4.
En cierto sentido, la relación especial fue la respuesta del ego a la creación
del Espíritu Santo, Quien a Su vez fue la Respuesta de Dios a la separación.
Pues aunque el ego no entendía lo que había sido creado, era consciente de una
amenaza. Todo el sistema defensivo que el ego desarrolló para resguardar la
separación del Espíritu Santo, fue en respuesta al regalo con el que Dios la
bendijo, y para que mediante Su bendición se pudiese subsanar. Esta bendición encierra dentro de sí la verdad
acerca de todo. Y la verdad es que el Espíritu Santo mantiene una estrecha
relación contigo porque en Él tu relación con Dios queda restaurada. Tu relación con Él jamás se ha roto porque desde
que se produjo la separación el Espíritu Santo no ha estado separado de nadie. Y gracias a Él todas tus relaciones santas han
sido cuidadosamente preservadas para que sirvan al propósito que Dios te dio.
5.
El ego siempre se mantiene alerta por si surge cualquier amenaza, y la parte de
tu mente en la que el ego fue aceptado está ansiosa por conservar su propia
razón, tal como la entiende. No se da
cuenta de que es completamente demente. Mas
tú tienes que darte cuenta exactamente de lo que esto significa si quieres que
se te restituya la cordura. Los dementes
protegen sus sistemas de pensamiento, pero lo hacen de manera demente. Y todas
sus defensas son tan dementes como lo que supuestamente tienen que proteger. No
hay nada en la separación, ni “razón” ni atributo ni aspecto alguno que no sea
demente. Y su “protección”, que es parte de ella, es tan demente como toda
ella. Por lo tanto, la relación
especial, su principal defensa, no puede sino ser demente.
6.
No tendrás mucha dificultad ahora en darte cuenta de que el sistema de
pensamiento que la relación especial protege no es más que un sistema ilusorio.
Reconoces, al menos en términos generales,
que el ego es demente. No obstante,
todavía te parece que la relación especial es en cierto modo “diferente”. Sin
embargo, la hemos examinado con mucho más detenimiento que muchos de los otros
aspectos del sistema de pensamiento del ego que has estado más dispuesto a
abandonar. Mientras este aspecto
continúe vigente, no obstante, no podrás abandonar los demás. Pues este aspecto no es diferente. Si lo conservas, habrás conservado todos los
demás.
7.
Es esencial darse cuenta de que todas las defensas dan lugar a lo que quieren
defender. La base subyacente de su
eficacia es que ofrecen lo que defienden. Lo que defienden se ha depositado en ellas
para que lo mantengan a salvo, y conforme lo hacen te lo brindan a ti. Toda defensa opera dando regalos, y los
regalos son siempre una miniatura—montada en marco de oro—del sistema de pensamiento
que la defensa protege. Se trata de un marco muy elaborado, repleto de gemas y
profusamente tallado y pulido. Su
propósito es ser valioso en sí mismo y desviar tu atención de lo que encierra. Mas
no puedes tener el marco sin el cuadro. Las defensas operan para hacerte creer que
puedes.
8.
La relación especial te ofrece el marco más imponente y falaz de todas las
defensas de las que el ego se vale. Su sistema de pensamiento se ofrece ahí,
rodeado por un marco tan recargado y elaborado, que el cuadro casi desaparece debido
a la imponente estructura del marco. En el marco van entretejidas toda suerte
de fantasías de amor quiméricas y fragmentadas, engarzadas con sueños de
sacrificio y vanagloria, y entrelazadas con hilos dorados de autodestrucción. El brillo de la sangre resplandece como si de
rubíes se tratase, y las lágrimas van talladas cual diamantes que refulgen
tenuemente a la luz mortecina en que se hace el ofrecimiento.
9.
Examina el cuadro. No dejes que el marco te distraiga. Este regalo se te ofrece para tu propia
condenación, y si lo aceptas creerás estar condenado. No puedes conservar el marco sin el cuadro. Lo que valoras es el marco, pues en él no ves
conflicto. No obstante, el marco no es
más que la envoltura del regalo de conflicto. El marco no es el regalo. No te
dejes engañar por los aspectos más superficiales de este sistema de
pensamiento, pues cada uno de ellos encierra dentro de sí todo el sistema, sin
excluir nada. En este regalo rutilante
habita la muerte. No permitas que tu
mirada se pose en los destellos hipnóticos del marco. Mira el cuadro y date cuenta de que lo que te
ofrece es la muerte.
10.
Por eso es por lo que el instante santo es tan importante para la defensa de la
verdad. La verdad en sí no necesita
defensa, mas tú necesitas ser defendido contra tu aceptación del regalo de
muerte. Cuando tú, que eres la verdad,
aceptas una idea tan peligrosa para la verdad, la amenazas con su destrucción. Y ahora se te tiene que defender, para poder
conservarla intacta. El Poder del Cielo,
el Amor de Dios, las lágrimas de Cristo y la alegría de Su Espíritu eterno son
convocados para defenderte de tu propio ataque. Pues los atacas al ser parte de Ellos, y Ellos
tienen que salvarte, pues se aman a Sí Mismos.
11.
El instante santo es una miniatura del Cielo, que se te envía desde el Cielo. Es
también un cuadro, montado en un marco. Mas si aceptas este regalo no verás el
marco en absoluto, ya que el regalo solo puede aceptarse cuando estás dispuesto
a poner toda tu atención en el cuadro. El instante santo es una miniatura de la
eternidad. Es un cuadro de intemporalidad, montado en un marco de tiempo. Si te concentras en el cuadro, te darás
cuenta de que era únicamente el marco lo que te hacía pensar que era un cuadro.
Sin el marco, el cuadro se ve como lo que representa. Pues de la misma manera en que todo el sistema
de pensamiento del ego radica en sus regalos, del mismo modo el Cielo en su
totalidad radica en este instante, que se tomó prestado de la eternidad y se
montó en el tiempo para ti.
12.
Se te ofrecen dos regalos. Cada uno de ellos es un todo en sí mismo y no puede
ser aceptado parcialmente. Cada uno de ellos es un cuadro de todo lo que puedes
tener, aunque desde una perspectiva muy diferente. No puedes comparar su valor comparando el
cuadro de uno con el marco del otro. Debes comparar únicamente los cuadros,
pues, de otro modo, la comparación no tendría ningún sentido. Recuerda que el
cuadro es lo que constituye el regalo. Y solo sobre esa base eres realmente
libre de elegir. Contempla los cuadros. Contempla los dos. Uno es un cuadro
diminuto, difícil de ver bajo las pesadas sombras de su enorme y
desproporcionado marco. El otro tiene un marco liviano, está colgado en plena
luz y es algo maravilloso de contemplar debido a lo que es.
13.
Tú que has tratado tan arduamente—y todavía sigues tratando—de encajar el mejor
cuadro en el marco equivocado y de este modo combinar lo que no puede ser
combinado, acepta lo que sigue y regocíjate por ello: cada uno de estos cuadros
está perfectamente enmarcado de acuerdo con lo que representa. Uno de ellos
está enmarcado de forma que el cuadro esté desenfocado y no se pueda ver. El
otro, de forma que su cuadro se vea con perfecta claridad. El cuadro de muerte
y de tinieblas se hace cada vez menos convincente según logras dar con él entre
todo lo que lo envuelve. A medida que se expone a la luz cada piedra, que en la
obscuridad parecía brillar desde el marco, la misma se vuelve opaca e inerte y
cesa de desviar tu atención del cuadro. Y por fin miras al cuadro en sí, viendo
finalmente que, sin la protección del marco, no tiene sentido.
14.
El otro cuadro tiene un marco muy liviano, pues el tiempo no puede contener a
la eternidad. No hay nada en él que te pueda distraer. El cuadro del Cielo y de
la eternidad se vuelve más convincente a medida que lo contemplas. Y ahora,
después de haberse hecho una verdadera comparación, puede por fin tener lugar
una transformación de ambos cuadros. Y a cada uno de ellos se le da el lugar
que le corresponde una vez que se ve en relación con el otro. Cuando llevas el
cuadro tenebroso ante la luz no lo percibes como algo temible, sino que por fin
te das cuenta del hecho de que no es más que un cuadro. Y en ese momento
reconoces lo que ves ahí tal como es: un cuadro de algo que pensabas que era
real, y nada más. Pues más allá de ese cuadro no verás nada.
15.
El cuadro de luz, en claro e inequívoco contraste, se transforma en lo que está
más allá del cuadro. A medida que lo
contemplas, te das cuenta de que no es un cuadro, sino una realidad. No se
trata de una representación pictórica de un sistema de pensamiento, sino que es
el Pensamiento mismo. Lo que representa está ahí. El marco se desvanece suavemente y brota en ti
el recuerdo de Dios, ofreciéndote toda la Creación a cambio de tu
insignificante cuadro, que no tenía ningún valor ni ningún significado.
16.
A medida que Dios ascienda al lugar que le corresponde y tú asciendas al tuyo,
volverás a entender el significado de las relaciones y sabrás que es verdad. Ascendamos
juntos hasta el Padre en paz, permitiendo que adquiera predominancia en
nuestras mentes. Todo se nos dará al darle a Él el poder y la gloria, y al no
conservar ninguna ilusión con respecto a dónde se encuentran éstos. Se
encuentran en nosotros gracias a Su predominio. Lo que Él ha dado es Suyo. Resplandece en cada parte de Él, así como en
la totalidad. La realidad de tu relación
con Él radica en la relación que tenemos unos con otros. El instante santo refulge por igual sobre
todas las relaciones, pues en él todas las relaciones son una. En el instante santo solo hay curación, ya
completa y perfecta, pues Dios está en
él, y donde Él está, solo lo que es perfecto y completo puede estar.
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