El sacrificio
innecesario
1. Más allá de la débil atracción que la relación de amor especial
ejerce, y empañada siempre por ella, se encuentra la poderosa atracción que el
Padre ejerce sobre Su Hijo. Ningún otro
amor puede satisfacerte porque no hay ningún otro amor. Ése es el único amor que se da plenamente y
que es plenamente correspondido. Puesto
que goza de plenitud, no pide nada. Puesto que es totalmente puro, todos los que
se unen a él lo tienen todo. Esto no es
así en ninguna relación que el ego entabla. Pues toda relación que el ego
entabla es siempre especial.
2. El ego entabla relaciones con el solo propósito de obtener algo. Y mantiene al dador aferrado a él mediante la
culpa. Al ego le es imposible entablar
ninguna relación sin ira, pues cree que la ira le gana amigos. No es eso lo que afirma, aunque ése es su
propósito. Pues el ego cree realmente
que puede obtener algo y conservarlo haciendo que otros se sientan culpables. Ésta es la única atracción que ejerce, pero es
una atracción tan débil que no podría subsistir si no fuese porque nadie se
percata de ello. Pues el ego siempre
parece atraer mediante el amor, pero no ejerce atracción alguna sobre aquellos
que perciben que atrae mediante la culpabilidad.
3. La enfermiza atracción que ejerce la culpabilidad tiene que ser
reconocida como lo que es. Pues al haberse convertido en algo real para ti, es
esencial que la examines detenidamente y aprendas a abandonarla dejándote de
interesar por ella. Nadie abandonaría lo
que considera valioso. Pero la atracción
de la culpabilidad es algo valioso para ti debido únicamente a que no has
examinado lo que es y, por lo tanto, la has juzgado completamente a ciegas. A medida que la llevemos ante la luz, tu única
pregunta será: “¿Cómo es posible que alguna vez la hubiese podido desear?” No tienes nada que perder si la examinas
detenidamente, pues a una monstruosidad como ésa no le corresponde estar en tu
santa mente. Este anfitrión de Dios no
puede estar realmente interesado en algo semejante.
4. Dijimos anteriormente que el
propósito del ego es conservar e incrementar la culpa, pero de forma tal que no
te des cuenta de lo que ello te ocasiona. Pues la doctrina fundamental del ego es que te
escapas de aquello que les haces a otros. El ego no le desea el bien a nadie. No obstante, su supervivencia depende de que
tú creas que estás exento de sus malas intenciones. Te dice, por lo tanto, que
si accedes a ser su anfitrión, te permitirá proyectar su ira afuera y, de este
modo, te protegerá. Y así se embarca en una interminable e insatisfactoria
cadena de relaciones especiales, forjadas con ira y dedicadas exclusivamente a
fomentar la creencia descabellada de que cuanta más ira descargues fuera de ti
mismo, más a salvo te encontrarás.
5. Ésa es la cadena que ata al Hijo de Dios a la culpa, y la que el
Espíritu Santo quiere eliminar de tu santa mente. Pues esta infame cadena no
tiene por qué estar aprisionando a aquel que Dios ha elegido como Su anfitrión,
quien no puede convertirse a sí mismo en anfitrión del ego. En el nombre de su
liberación y en el Nombre de Aquel que desea liberarlo, examinemos más
detenidamente las relaciones que el ego urde y dejemos que el Espíritu Santo
las juzgue verdaderamente. Pues es
indudable que si las examinas, se las ofrecerás gustosamente a Él. Lo que Él
puede hacer de ellas tú no lo sabes, pero estarás dispuesto a averiguarlo si
primero estás dispuesto a percibir lo que tú has hecho de ellas.
6. De una forma u otra, toda relación que el ego entabla está basada
en la idea de que sacrificándose a sí mismo él se engrandece. El “sacrificio”,
que él considera una purificación, es de hecho la raíz de su amargo
resentimiento. Pues preferiría atacar de inmediato y no demorar más lo que
realmente desea hacer. No obstante, dado
que el ego se relaciona con la realidad tal como él la ve, se da cuenta de que
nadie podría interpretar un ataque directo como un acto de amor. Mas hacer sentir culpable a otro es un ataque
directo aunque no parezca serlo. Pues los que se sienten culpables esperan ser
atacados y, habiendo pedido eso, se sienten atraídos por el ataque.
7. En tales relaciones dementes, la atracción de lo que no deseas parece
ser mucho mayor que la atracción de lo que sí deseas. Pues cada uno piensa que ha sacrificado algo
por el otro y lo odia por ello. Eso, no obstante, es lo que cree que quiere. No
está enamorado del otro en absoluto. Simplemente cree estar enamorado del
sacrificio. Y por ese sacrificio que se
impone a sí mismo, exige que el otro acepte la culpa y que se sacrifique a sí
mismo también. El perdón se hace
imposible, pues el ego cree que perdonar a otro es perderlo. De la única manera
en que el ego puede asegurar la continuidad de la culpa que mantiene a todas
sus relaciones intactas es atacando y negando el perdón.
8. Sin embargo, tales relaciones tan solo dan la impresión de estar intactas, pues
para el ego una relación es que los cuerpos están juntos. Esto es lo que el ego
siempre exige, y no objeta adónde se dirige la mente o lo que piensa, pues eso
no parece ser importante. Mientras el cuerpo esté ahí para recibir su
sacrificio, él es feliz. Para él la
mente es algo privado, y el cuerpo es lo único que se puede compartir. Las ideas son básicamente algo sin
importancia, salvo si con ellas se puede atraer o alejar el cuerpo de otro. Y
ése es el criterio del que se vale para juzgar si las ideas son buenas o malas.
Todo aquello que hace que el otro se
sienta culpable y que le impida irse debido a la culpabilidad es “bueno”. Lo que lo libera de la culpabilidad es “malo”,
pues en ese caso dejaría de creer que los cuerpos se pueden comunicar y, por lo
tanto, se “marcharía”.
9. El sufrimiento y el sacrificio son los regalos con los que el ego
“bendice” toda unión. Y aquellos que se
unen ante su altar aceptan el sufrimiento y el sacrificio como precio de su
unión. En sus iracundas alianzas, nacidas del miedo a la soledad, aunque
dedicadas a la perpetuación de la misma, cada cual busca aliviar su
culpabilidad haciendo que el otro se sienta más culpable. Pues cada uno cree que
eso mitiga su propia culpa. El otro siempre parece estar atacándole e
hiriéndole, tal vez con minucias, tal vez “inconscientemente”, mas sin nunca
dejar de exigir sacrificio. La furia de los que se han unido en el altar del
ego es mucho mayor de lo que te imaginas. Pues no te das cuenta de lo que el
ego realmente quiere.
10. Cada vez que te enfadas puedes estar seguro de que has entablado
una relación especial que el ego ha “bendecido”, pues la ira es su bendición. La
ira se manifiesta de muchas formas, pero no puede seguir engañando por mucho
tiempo a los que se han dado cuenta de que el amor no produce culpabilidad en
absoluto, y de que lo que produce culpabilidad no puede ser amor, sino ira. La
ira no es más que un intento de hacer que otro se sienta culpable, y este
intento constituye la única base que el ego acepta para las relaciones
especiales. La culpa es la única necesidad del ego, y mientras te sigas
identificando con él, la culpa te seguirá atrayendo. Mas recuerda esto: estar con un cuerpo no es
estar en comunicación. Y si crees que lo
es, te sentirás culpable con respecto a la comunicación y tendrás miedo de oír
al Espíritu Santo, al reconocer en Su Voz tu propia necesidad de comunicarte.
11. El Espíritu Santo no puede enseñar valiéndose del miedo. ¿Cómo iba a poder entonces comunicarse contigo
mientras creas que comunicarte equivale a quedarte solo? Obviamente es una locura creer que si te comunicas
vas a ser abandonado. Sin embargo, son
muchos los que creen esto. Pues creen
que sus mentes tienen que ser algo privado o, de lo contrario, las perderían,
pero que si son únicamente sus cuerpos los que están juntos sus mentes siguen
siendo suyas. La unión de los cuerpos se
convierte, por lo tanto, en la forma de mantener la separación de las mentes. Pues
los cuerpos son incapaces de perdonar, solo pueden hacer lo que la mente les
ordena.
12. La ilusión de que el cuerpo goza de autonomía y de que es capaz de
superar la soledad es tan solo una
estratagema del ego para establecer su propia autonomía. Mientras creas que
estar con otro cuerpo es tener compañía, te verás obligado a tratar de reducir
a tu hermano a su cuerpo y a confinarlo allí mediante la culpa. Y te sentirás a
salvo en la culpabilidad y en peligro cuando te comunicas, pues el ego siempre enseña que la soledad se
supera mediante la culpa y que la comunicación es la causa de la soledad. Y a pesar de la evidente demencia de esta
lección, son muchos los que la han aprendido.
13. El perdón radica en la comunicación tan inexorablemente como la condenación
radica en la culpa. La función docente
del Espíritu Santo consiste en enseñar que la comunicación es la salvación a
aquellos que creen que es condenación. Y llevará a cabo Su función, pues el
Poder de Dios en Él y en ti están unidos en una relación real tan santa y tan
poderosa, que puede superar incluso esa creencia sin temor alguno.
14. A través del instante santo es como se logra lo que parece ser
imposible, haciendo que resulte evidente que no lo es. En el instante santo la culpabilidad no ejerce
ninguna atracción, puesto que se ha reanudado la comunicación. Y la culpabilidad, cuyo único propósito es
interrumpir la comunicación, no tiene ningún propósito en él. No hay nada en el instante santo que esté
oculto ni hay en él pensamientos privados. El estar dispuesto a entablar comunicación
atrae a la comunicación y supera la soledad completamente. Ahí el completo perdón tiene lugar, pues no
hay ningún deseo de excluir a nadie de tu compleción, al reconocer de súbito
cuán importante es el papel que todos desempeñan en ella. Bajo la protección de
tu plenitud, se invita a todo el mundo y se le da la bienvenida. Y comprendes
que tu compleción es la de Dios, Cuya única necesidad es que tú estés completo.
Pues tu compleción hace que cobres conciencia
de que eres Suyo. Y en ese momento es cuando te experimentas a ti mismo tal
como fuiste creado y tal como eres.
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