El instante santo
y la atracción de Dios
1. Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus hermanos
se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu
visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los
cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. Este cambio de la percepción a la visión es lo
que se logra en el instante santo. Mas es necesario que aprendas exactamente lo
que dicho cambio entraña, para que por fin llegues a estar dispuesto a hacer
que sea permanente. Una vez que estés dispuesto, esta visión no te abandonará
nunca, pues es permanente. Cuando la hayas aceptado como la única percepción
que deseas, se convertirá en Conocimiento debido al papel que Dios Mismo
desempeña en la Expiación, pues es el único paso en ella que Él entiende. Esto,
por lo tanto, no se hará esperar una vez que estés listo. Dios ya está listo. Tú
no.
2. Nuestra tarea consiste en continuar, lo más rápidamente posible, el
ineludible proceso de hacer frente a cualquier interferencia y de verlas a
todas exactamente como lo que son. Pues es imposible que reconozcas que lo que
crees que quieres no te ofrece absolutamente ninguna gratificación. El cuerpo es el símbolo del ego, tal como el
ego es el símbolo de la separación. Y ambos no son más que intentos de
entorpecer la comunicación y, por lo tanto, de imposibilitarla. Pues la comunicación tiene que ser ilimitada
para que tenga significado, ya que si no tuviera significado te dejaría
insatisfecho. La comunicación sigue siendo, sin embargo, el único medio por el
que puedes entablar auténticas relaciones, que al haber sido establecidas por
Dios, son ilimitadas.
3. En el instante santo, en el que los Grandes Rayos reemplazan al
cuerpo en tu conciencia, se te concede poder reconocer lo que son las
relaciones ilimitadas. Mas para ver esto, es necesario renunciar a todos los
usos que el ego hace del cuerpo y aceptar el hecho de que el ego no tiene
ningún propósito que tú quieras compartir con él. Pues el ego quiere reducir a todo el mundo a
un cuerpo para sus propios fines, y mientras tú creas que el ego tiene algún
fin, elegirás utilizar los medios por los que él trata de que su fin se haga
realidad. Mas esto nunca tendrá lugar. Sin embargo, debes haberte dado cuenta
de que el ego, cuyos objetivos son absolutamente inalcanzables, luchará por
conseguirlos con todas sus fuerzas, y lo hará con la fortaleza que tú le has
prestado.
4. Es imposible dividir tu fuerza entre el Cielo y el infierno o entre
Dios y el ego, y liberar el poder que se te dio para crear, que es para lo
único que se te dio. El amor siempre
producirá expansión. El ego es el que exige límites, y éstos representan su
empeño en querer empequeñecer e incapacitar. Si te limitas a ver a tu hermano
como un cuerpo, que es lo que harás mientras no quieras liberarlo del mismo,
habrás rechazado el regalo que él te puede hacer. Su cuerpo es incapaz de
dártelo y no debes buscarlo a través del
tuyo. Entre vuestras mentes, no
obstante, hay continuidad, y lo único que es necesario es que se acepte su
unión para que la soledad desaparezca del Cielo.
5. Solo con que le permitieras
al Espíritu Santo hablarte del amor que Dios te profesa y de la necesidad que
tienen tus creaciones de estar contigo para siempre, experimentarías la
atracción de lo eterno. Nadie puede oír al Espíritu Santo hablar de esto y
seguir estando dispuesto a demorarse aquí por mucho más tiempo. Pues tu voluntad es estar en el Cielo, donde
no te falta nada y donde te sientes en paz, en relaciones tan seguras y
amorosas que es imposible que en ellas haya límite alguno. ¿No desearías
intercambiar tus irrisorias relaciones por esto? Pues el cuerpo es insignificante y limitado, y
solo aquellos que desees ver libres de
los límites que el ego quisiera imponerles pueden ofrecerte el regalo de la
libertad.
6. No tienes la menor idea de los límites que le has impuesto a tu
percepción ni de toda la belleza que podrías ver. Pero recuerda esto: la atracción de la
culpabilidad es lo opuesto a la atracción de Dios. La atracción que Dios siente
por ti sigue siendo ilimitada, pero puesto que tu poder es el Suyo y, por lo
tanto, tan grande como el de Él, puedes darle la espalda al amor. La importancia que le das a la culpa se la
quitas a Dios. Y tu visión se torna
débil, tenue y limitada, pues has tratado de separar al Padre del Hijo y de
limitar Su comunicación. No busques la
Expiación en una mayor separación ni límites
tu visión del Hijo de Dios a lo que interfiere en su liberación y a lo que el
Espíritu Santo tiene que des-hacer para liberarlo. 8 Pues es su propia creencia
en la limitación lo que lo ha aprisionado.
7. Cuando el cuerpo deje de atraerte y ya no le concedas ningún valor
como medio de obtener algo, dejará entonces de haber interferencia en la
comunicación y tus pensamientos serán tan libres como los de Dios. A medida que le permitas al Espíritu Santo
enseñarte a utilizar el cuerpo solo como
un medio de comunicación y dejes de valerte de él para fomentar la separación y
el ataque—que es la función que el ego le ha asignado— aprenderás que no tienes
necesidad del cuerpo en absoluto. En el
instante santo no hay cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de
Dios. Al aceptarla como algo
completamente indiviso te unes a Él por completo en un instante, pues no
quieres imponer ningún límite en tu unión con Él. La realidad de esta relación
se convierte en la única verdad que podrías jamás desear. Toda verdad reside en
ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario