La consecución
del mundo real
1. Siéntate sosegadamente, y según contemplas el mundo que ves, repite
para tus adentros: “El mundo real no es así. En él no hay edificios ni calles
por donde sus habitantes caminan solos y separados. En él no hay tiendas donde
la gente compra una infinidad de cosas innecesarias. No está iluminado por
luces artificiales ni la noche desciende sobre él. No tiene días radiantes que
luego se nublan. En el mundo real nadie
sufre pérdidas de ninguna clase. En él todo resplandece, y resplandece
eternamente”.
2. Tienes que negar el mundo que ves, pues verlo te impide tener otro
tipo de visión. No puedes ver ambos
mundos, pues cada uno de ellos representa una manera de ver diferente y depende
de lo que tienes en gran estima. La
negación de uno de ellos hace posible la visión del otro. Los dos no pueden ser
verdad; no obstante, cualquiera de ellos te parecerá tan real como el valor que
le atribuyas. Su poder, sin embargo, no
es idéntico porque la verdadera atracción que ejercen sobre ti no es igual.
3. Tú no deseas realmente el mundo que ves, pues no ha hecho más que
decepcionarte desde los orígenes del tiempo. Las casas que erigiste jamás te dieron cobijo.
Los caminos que construiste no te llevaron a ninguna parte y ninguna de las
ciudades que fundaste ha resistido el asalto demoledor del tiempo. Todo lo que has hecho lleva impreso sobre sí
el estigma de la muerte. No lo tengas en
tanta estima, pues es un mundo viejo y decrépito, e incluso según lo construías
estaba ya listo para retornar al polvo. Este mundo doliente no tiene el poder de
influenciar al mundo viviente en absoluto. Tú no puedes conferirle ese poder, y si bien
lo abandonas con tristeza, en él no habrías podido encontrar el camino que
conduce más allá de él hacia el otro mundo.
4. El mundo real, por otra parte, tiene el poder de influenciarte
incluso aquí porque lo amas. Y lo que
pides con amor vendrá a ti. El amor
siempre responde, pues es incapaz de negar una petición de ayuda o de no oír
los gritos de dolor que se elevan hasta él desde todos los rincones de este
extraño mundo que construiste, pero que realmente no deseas. Lo único que necesitas hacer para abandonarlo
y reemplazarlo gustosamente por el mundo que tú no creaste, es estar dispuesto
a reconocer que el que fabricaste es falso.
5. Has estado equivocado con respecto al mundo porque te has juzgado
erróneamente a ti mismo. ¿Qué podías haber visto desde un punto de vista tan
distorsionado? Toda visión comienza con el que percibe, que es quien determina
lo que es verdad y lo que es falso. Y no
podrá ver lo que juzgue como falso. Tú
que deseas juzgar la realidad no puedes verla, pues en presencia de juicios la
realidad desaparece. Lo que no está en la mente no se puede ver porque lo que
se niega se encuentra ahí aunque no se reconozca. Cristo sigue estando ahí, aunque no lo
reconozcas. Su Ser no depende de que lo
reconozcas. Vive dentro de ti en el sereno presente, y está esperando a que
abandones el pasado y entres en el mundo que te ofrece con amor.
6. No hay nadie en este mundo enloquecido que no haya vislumbrado en
alguna ocasión algún atisbo del otro mundo que le rodea. No obstante, mientras
siga otorgando valor a su propio mundo, negará la visión del otro, manteniendo
que ama lo que no ama y negándose a seguir el camino que el amor le señala.
¡Cuán jubilosamente te muestra el camino el Amor! Y a medida que lo sigas, te regocijarás de
haber encontrado Su compañía, y de haber aprendido de Él cómo regresar
felizmente a tu hogar. Estás esperando únicamente por ti. Abandonar este triste mundo e intercambiar
tus errores por la Paz de Dios no es sino tu voluntad. Y Cristo te ofrecerá siempre la Voluntad de
Dios, en reconocimiento de que la compartes con Él.
7. La Voluntad de Dios es que nada, excepto Él, ejerza influencia
alguna sobre Su Hijo y que nada más ni siquiera se le acerque. Su Hijo es tan inmune al dolor como lo es Él,
Quien lo protege en toda situación. El
mundo que lo rodea refulge con amor porque Dios ubicó a Su Hijo en Sí Mismo
donde no existe el dolor y donde el amor lo envuelve eterna e
ininterrumpidamente. Su paz no puede ser
perturbada. El Hijo de Dios contempla
con perfecta cordura el amor que lo rodea por todas partes y que se encuentra
asimismo dentro de él. Y negará
forzosamente el mundo del dolor en el instante en que se perciba rodeado por
los Brazos del Amor. Y desde este
enclave seguro mirará serenamente a su alrededor y reconocerá que el mundo es
uno con él.
8. La Paz de Dios supera tu razonar solo en el pasado. Sin embargo, está aquí y puedes entenderla
ahora mismo. Dios ama a Su Hijo eternamente y Su Hijo le corresponde
eternamente también. El mundo real es el
camino que te lleva a recordar la única cosa que es completamente verdadera y
completamente tuya. Todo lo demás te lo
has prestado a ti mismo en el tiempo y desaparecerá. Pero eso otro es eternamente tuyo, al ser el
regalo de Dios a Su Hijo. Tu única
realidad te fue dada, pues mediante ella Dios te creó Uno con Él.
9. Primero soñarás con la paz y luego despertarás a ella. Tu primer intercambio de lo que has hecho por
lo que realmente deseas es el intercambio de las pesadillas por los sueños
felices de amor. En ellos se encuentran tus verdaderas percepciones, pues el
Espíritu Santo corrige el mundo de los sueños, en el que reside toda
percepción. El Conocimiento no necesita corrección. Con todo, los sueños de amor conducen al
Conocimiento. En ellos no ves nada temible, y por esa razón constituyen la
bienvenida que le ofreces al Conocimiento. El amor espera la bienvenida, pero
no en el tiempo, y el mundo real no es sino tu bienvenida a lo que siempre fue.
Por lo tanto, la llamada al júbilo se
encuentra en él, y tu gozosa respuesta es tu despertar a lo que nunca perdiste.
10. Alaba, pues, al Padre por la perfecta cordura de Su santísimo
Hijo. Tu Padre sabe que no tienes
necesidad de nada. Esto es así en el
Cielo, pues, ¿qué podrías necesitar en la eternidad? En tu mundo ciertamente tienes necesidad de cosas.
El mundo en el que te encuentras es un
mundo de escasez porque estás necesitado. Sin embargo, ¿podrías encontrarte a ti mismo
en un mundo así? Sin el Espíritu Santo
la respuesta sería no. Pero debido a Él,
la respuesta es un gozoso sí. Por ser el
Mediador entre los dos mundos, Él sabe lo que necesitas y lo que no te hará
daño. El concepto de posesión es un
concepto peligroso si se deja en tus manos. El ego quiere poseer cosas para salvarse, pues
poseer es su ley. Poseer por poseer es
el credo fundamental del ego y una de las piedras angulares de los templos que
se erige a sí mismo. El ego exige que
deposites en su altar todas las cosas que te ordena obtener, pero no deja que
halles gozo alguno en ellas.
11. Todo lo que el ego te dice
que necesitas te hará daño. Pues si bien
el ego te exhorta una y otra vez a que obtengas todo cuanto puedas, te deja sin
nada, pues exige que le entregues todo lo que obtienes. E incluso de las mismas manos que lo
obtuvieron, será arrebatado y arrojado al polvo. Pues donde el ego ve salvación, ve también
separación, y de esta forma pierdes todo lo que has adquirido en su nombre. No te preguntes a ti mismo, por lo tanto, qué
es lo que necesitas, pues no lo sabes, y lo que te aconsejes a ti mismo te hará
daño. Pues lo que crees necesitar servirá
simplemente para fortificar tu mundo contra la luz y para hacer que no estés
dispuesto a cuestionar el valor que este mundo tiene realmente para ti.
12. Solo el Espíritu Santo sabe lo que necesitas. Y te proveerá de todas las cosas que no
obstaculizan el camino hacia la luz. ¿Qué otra cosa podrías necesitar? Mientras estés en el tiempo, Él te proveerá de
todo cuanto requieras, y lo renovará siempre que tengas necesidad de ello. No
te privará de nada mientras lo precises. Mas Él sabe que todo cuanto necesitas
es temporal, y que solo durará hasta que dejes a un lado todas tus necesidades
y te des cuenta de que todas ellas ya han sido satisfechas. El Espíritu Santo no tiene, por lo tanto,
ningún interés en las cosas que te proporciona. Lo único que le interesa es asegurarse de que
no te valgas de ellas para prolongar tu estadía en el tiempo. Sabe que ahí no estás en casa, y no es Su
Voluntad que demores el jubiloso regreso a tu hogar.
13. Deja, entonces, todas tus necesidades en Sus manos. Él las colmará sin darles ninguna importancia.
Lo que Él te provee no conlleva ningún
riesgo, pues Él se asegurará de que no pueda convertirse en un punto tenebroso,
oculto en tu mente, donde se conserva para hacerte daño. Bajo Su dirección viajarás ligero de equipaje
y sin contratiempos, pues Él siempre tiene puestas Sus miras en el final de la
jornada, que es Su objetivo. El Hijo de
Dios no es un viajero por mundos externos. No importa cuán santa pueda volverse
su percepción, ningún mundo externo a él contiene su herencia. Dentro de sí mismo no tiene necesidades de
ninguna clase, pues la luz sólo necesita brillar en paz para dejar que desde sí
misma sus rayos se extiendan quedamente hasta el infinito.
14. Siempre que te sientas tentado de emprender un viaje inútil, que
no haría sino alejarte de la luz, recuerda lo que realmente quieres y di: El
Espíritu Santo me conduce hasta Cristo, pues, ¿a qué otro sitio querría ir? ¿Qué otra necesidad tengo, salvo la de
despertar en Él?
15. Síguele luego lleno de júbilo, confiando en que Él te conducirá a
salvo a través de todos los peligros que este mundo pueda poner en tu camino
para alterar tu paz mental. No te
postres ante los altares del sacrificio ni busques lo que sin duda perderías. Conténtate con lo que, sin duda también, has
de conservar, y no pierdas la calma, pues el viaje que estás emprendiendo hacia
la Paz de Dios, en cuya quietud Él quiere que estés, es un viaje sereno.
16. En mí ya has superado cualquier tentación que pudiera demorarte. Juntos recorremos la senda que conduce a la
quietud, que es el regalo de Dios. Tenme
en gran estima, pues, ¿qué otra cosa puedes necesitar sino a tus hermanos? Te devolveremos la paz mental que juntos
tenemos que encontrar. El Espíritu Santo
te enseñará cómo despertar a lo que nosotros somos y a lo que tú eres. Ésta es la única necesidad real que hay que
satisfacer en el tiempo. Salvarse del
mundo consiste solo en eso. Mi paz te
doy. Acéptala de mí en gozoso
intercambio por todo lo que el mundo te ha ofrecido para luego arrebatártelo. Y
la extenderemos como un manto de luz sobre la triste faz del mundo, en el que
ocultaremos a nuestros hermanos del mundo, y a éste de ellos.
17. Solos no podemos cantar el himno redentor. Mi tarea no habrá concluido hasta que haya
elevado todas las voces junto con la mía. Sin embargo, no es propiamente mía,
pues así como ella es el regalo que yo te hago, fue asimismo el regalo que el
Padre me hizo a mí a través de Su Espíritu. Su sonido desvanecerá toda aflicción de la
mente del santísimo Hijo de Dios, donde la aflicción no puede morar. En el tiempo, la curación es necesaria, pues
el júbilo no puede establecer su eterno reino allí donde mora la aflicción. Tú no moras aquí, sino en la eternidad. Eres
un viajero únicamente en sueños, mientras permaneces a salvo en tu hogar. Dale las gracias a cada parte de ti a la que hayas
enseñado cómo recordarte. Así es como el
Hijo de Dios le da las gracias a su Padre por su pureza.
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