La visión de
Cristo
1. El ego está tratando de enseñarte cómo ganar el mundo y perder tu
alma. El Espíritu Santo te enseña que no puedes perder tu alma y que no hay
nada que ganar en el mundo, pues, de por sí, no da nada. Invertir sin recibir
beneficios es sin duda una manera segura de empobrecerte, y los gastos
generales son muy altos. No solo no recibes ningún beneficio de la inversión, sino
que el costo es inmenso. Pues esta inversión te cuesta la realidad del mundo al
negar la tuya, y no te da nada a cambio. No puedes vender tu alma, pero puedes vender
tu conciencia de ella. No puedes
percibir tu alma, y mientras percibas cualquier otra cosa como más valiosa, no
la podrás conocer.
2. El Espíritu Santo es tu fortaleza porque solo te conoce como
Espíritu. Él es perfectamente consciente de que no te conoces a ti mismo y
perfectamente consciente de cómo enseñarte a recordar lo que eres. Puesto que te ama, te enseñará gustosamente lo
que Él ama, pues Su voluntad es compartirlo. Dado que se acuerda de ti continuamente, no
puede dejar que te olvides de tu valía. Pues el Padre jamás cesa de mantener vivo en
Él el recuerdo de Su Hijo, y el Espíritu Santo jamás cesa de mantener vivo en
el Hijo el recuerdo de su Padre. Dios
está en tu memoria por causa de Él. Tú
decidiste olvidar a tu Padre, pero eso no es realmente lo que quieres hacer,
por lo tanto, puedes decidir de otra manera. Y tal como yo decidí de otra manera, tú
también puedes hacerlo.
3. Tú no deseas el mundo. Lo
único de valor en él son aquellos aspectos que contemplas con amor. Eso le
confiere la única realidad que tendrá jamás. Su valía no reside en sí mismo, pero
la tuya se encuentra en ti. De la misma
forma en que la propia valía procede de la auto-extensión, de igual modo la
percepción de la propia valía procede de extender pensamientos amorosos hacia
el exterior. Haz que el mundo real sea
real para ti, pues el mundo real es el regalo del Espíritu Santo, por lo tanto,
te pertenece.
4. La corrección es para todos aquellos que no pueden ver. La misión
del Espíritu Santo es abrirles los ojos a los ciegos, pues sabe que no han
perdido su visión, sino que simplemente duermen. Él los despertará del sueño del olvido y los
llevará al recuerdo de Dios. Los ojos de Cristo están abiertos, y Él
contemplará con amor todo lo que veas si aceptas Su visión como tuya. El Espíritu Santo mantiene a salvo la visión
de Cristo para cada Hijo de Dios que duerme.
En Su visión el Hijo de Dios es perfecto y Él anhela compartir Su visión
contigo. El Espíritu Santo te mostrará
el mundo real porque Dios te dio el Cielo. A través del Espíritu Santo, el Padre exhorta
a Su Hijo a recordar. El despertar de Su
Hijo da comienzo cuando él empieza a invertir en el mundo real, lo cual le
permite aprender a reinvertir en sí mismo. Pues la realidad es una con el Padre y con el
Hijo, y el Espíritu Santo bendice el mundo real en Nombre de los Dos.
5. Cuando hayas visto el mundo real—como sin duda lo verás—te
acordarás de Nosotros. Mas tienes que aprender el costo que supone estar dormido
y negarte a pagarlo. Solo entonces decidirás despertar. Y entonces el mundo
real aparecerá ante ti, pues Cristo nunca ha estado dormido. Cristo está
esperando a que lo veas, puesto que nunca te ha perdido de vista. Él contempla
serenamente el mundo real, que desea compartir contigo porque sabe del amor que
Su Padre Le profesa. Y sabiendo esto, desea darte lo que es tuyo. Él te aguarda
en el Altar del Padre en perfecta paz, ofreciéndote el Amor del Padre en la
serena luz de la bendición del Espíritu Santo. Pues el Espíritu Santo conducirá
a todo el mundo a su hogar y a su Padre, donde Cristo los espera como su Ser.
6. Cada Hijo de Dios es uno en Cristo porque su Ser está en Cristo, al
igual como el de Cristo está en Dios. El Amor de Cristo por ti es Su Amor por
Su Padre, que Él conoce porque conoce el Amor de Su Padre por Él. Cuando el Espíritu Santo te haya conducido
finalmente hasta Cristo en el Altar de Su Padre, la percepción se fundirá con
el Conocimiento porque se habrá vuelto tan santa que su transferencia a la Santidad
será sencillamente su extensión natural. El amor se transfiere al Amor sin
ninguna interferencia, pues ambos son uno. A medida que percibas más y más
elementos comunes en todas las situaciones, la transferencia del entrenamiento
bajo la dirección del Espíritu Santo aumentará y se generalizará. Aprenderás gradualmente a aplicarlo a todo el
mundo y a todas las cosas, pues su aplicabilidad es universal. Una vez que esto se logra, la percepción y el
Conocimiento se vuelven tan similares que comparten la unificación de las Leyes
de Dios.
7. Lo que es uno no puede ser percibido como separado, y negar la
separación es restaurar el Conocimiento. En el Altar de Dios, la santa percepción de Su
Hijo se vuelve tan iluminada que la luz entra a raudales en ella y el Espíritu
del Hijo de Dios refulge en la Mente del Padre y se vuelve uno con Ella. Con gran ternura Dios refulge sobre Sí Mismo,
amando la Extensión de Sí Mismo que es Su Hijo. El mundo deja de tener
propósito a medida que se funde con el Propósito de Dios. Pues el mundo real ha
desaparecido sigilosamente en el Cielo, donde todo lo que es eterno ha existido
siempre. Allí Redentor y redimido se
unen en su perfecto amor por Dios y en el amor perfecto que se profesan el uno
al otro. El Cielo es tu hogar, y al estar en Dios tiene también que estar en
ti.
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