La herencia del
Hijo de Dios
1. Nunca olvides que la Filiación es tu salvación, pues la Filiación
es tu Ser. Al ser la Creación de Dios, es tuya, y al pertenecerte a ti, es
Suya. Tu Ser no necesita salvación, pero tu mente necesita aprender lo que es
la salvación. No se te salva de nada, sino que se te salva para la gloria. La
gloria es tu herencia, que tu Creador te dio para que la extendieras. No
obstante, si odias cualquier parte de tu Ser pierdes todo tu entendimiento
porque estás contemplando lo que Dios creó como lo que eres, sin amor. Y puesto
que lo que Él creó forma parte de Él, le estás negando el lugar que le
corresponde en Su Propio Altar.
2. ¿Cómo ibas a poder saber que estás en tu hogar si tratas de
desalojar a Dios del Suyo? ¿Podría el
Hijo negar al Padre sin creer que el Padre lo ha negado a él? Las Leyes de Dios existen para tu protección y
no existen en vano. Lo que experimentas
cuando niegas a tu Padre sigue siendo para tu protección, pues el poder de tu
voluntad no puede ser reducido a menos que Dios intervenga contra él, y
cualquier limitación de tu poder no es la Voluntad de Dios. Recurre, por lo
tanto, únicamente al poder que Dios te dio para salvarte, recordando que es
tuyo porque es Suyo, y únete a tus hermanos en Su Paz.
3. Tu paz reside en el hecho de que es ilimitada. Limita la paz que
compartes con Él, y tu Ser se vuelve necesariamente un extraño para ti. Todo
altar a Dios forma parte de ti porque la luz que Él creó es una con Él. ¿Le
negarías a un hermano la luz que posees? No lo harías si te dieses cuenta de
que con ello solo podrías nublar tu propia mente. En la medida en que lo traes
de regreso, regresas también tú. Ésa es la Ley de Dios para la protección de la
plenitud de Su Hijo.
4. Solo tú puedes privarte a ti mismo de algo. No resistas este hecho,
pues es en verdad el comienzo de la iluminación. Recuerda también que la
negación de este simple hecho adopta muchas formas, y que debes aprender a
reconocerlas y a oponerte a ellas sin excepción y con firmeza. Éste es un paso
crucial en el proceso de re-despertar. Las fases iniciales de esta inversión
son con frecuencia bastante dolorosas, pues al dejar de echarle la culpa a lo
que se encuentra fuera, existe una marcada tendencia a albergarla dentro. Al
principio es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo mismo, pues no
hay diferencia entre lo que se encuentra dentro y lo que se encuentra fuera.
5. Si tus hermanos forman parte de ti y los culpas por tu privación,
te estás culpando a ti mismo. Y no
puedes culparte a ti mismo sin culparlos a ellos. Por eso es por lo que la culpa se tiene que
des-hacer y no verse en otra parte. Échate a ti mismo la culpa y no te podrás
conocer, pues solo el ego culpa. Culparse uno a sí mismo es, por lo tanto,
identificarse con el ego, y es una de sus defensas tal como culpar a los demás
lo es. No puedes llegar a estar en Presencia de Dios si atacas a Su Hijo. Cuando
Su Hijo alce su voz en alabanza de su Creador, oirá la Voz que habla por su
Padre. Mas el Creador no puede ser alabado sin Su Hijo, pues Ambos comparten la
Gloria y a Ambos se les glorifica juntos.
6. Cristo está en el Altar de Dios, esperando para darle la bienvenida
al Hijo de Dios. Pero ven sin ninguna condenación, pues, de lo contrario,
creerás que la puerta está atrancada y que no puedes entrar. La puerta no está
atrancada, y es imposible que no puedas entrar allí donde Dios quiere que
estés. Pero ámate a ti mismo con el Amor de Cristo, pues así es como te ama tu
Padre. Puedes negarte a entrar, pero no puedes atrancar la puerta que Cristo
mantiene abierta. Ven a mí que la mantengo abierta para ti, pues mientras yo
viva no podrá cerrarse, y yo viviré eternamente. Dios es mi vida y la tuya, y
Él no le niega nada a Su Hijo.
7. En el Altar de Dios, Cristo espera Su propia reinstauración en ti. Dios
sabe que Su Hijo es tan irreprochable como Él Mismo, y la forma de llegar a Él
es apreciando a Su Hijo. Cristo espera a que lo aceptes como lo que tú eres, y
a que aceptes Su Plenitud como la tuya propia. Pues Cristo es el Hijo de Dios,
que vive en Su Creador y refulge con Su Gloria. Cristo es la Extensión del Amor
y de la Belleza de Dios, tan perfecto como Su Creador y en paz con Él.
8. Bendito es el Hijo de Dios Cuyo resplandor es el de Su Padre y Cuya
Gloria Él quiere compartir tal como Su Padre la comparte con Él. No hay
condenación en el Hijo, puesto que no hay condenación en el Padre. Dado que el
Hijo comparte el perfecto Amor del Padre, no puede sino compartir todo lo que
le pertenece a Él, pues de otra manera, no podría conocer ni al Padre ni al
Hijo. ¡Que la paz sea contigo que
descansas en Dios, y en quien toda la Filiación descansa!
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