La decisión de olvidar
1. A menos que primero conozcas
algo no puedes disociarte de ello. El Conocimiento, entonces, debe preceder a
la disociación, de modo que ésta no es otra cosa que la decisión de olvidar. Lo
que se ha olvidado parece entonces temible, pero únicamente porque la
disociación es un ataque contra la verdad. Sientes miedo porque la has olvidado. Y has
reemplazado tu conocimiento por una conciencia de sueños, ya que tienes miedo
de la disociación y no de aquello de lo que te disociaste. Cuando aceptas
aquello de lo que te disociaste, deja de ser temible.
2. Sin embargo, renunciar a tu
disociación de la realidad trae consigo algo más que una mera ausencia de
miedo. En esa decisión radica la dicha, la paz y la gloria de la Creación. Ofrécele
al Espíritu Santo únicamente tu voluntad de estar dispuesto a recordar, pues Él
ha conservado para ti el conocimiento de Dios y de ti mismo, y solo espera a
que lo aceptes. Abandona gustosamente todo aquello que pueda demorar la llegada
de ese recuerdo, pues Dios se encuentra en tu memoria. Su Voz te dirá que eres
parte de Él cuando estés dispuesto a recordarle y a conocer tu realidad nuevamente.
No permitas que nada en este mundo demore el que recuerdes a Dios, pues en ese
recordar radica el conocimiento de ti mismo.
3. Recordar es simplemente
restituir en tu mente lo que ya se encuentra allí. No eres el autor de aquello
que recuerdas, sino que sencillamente vuelves a aceptar lo que ya se encuentra
allí, pero había sido rechazado. La capacidad de aceptar la verdad en este
mundo es el equivalente perceptual de lo que en el Reino es crear. Dios
cumplirá con Su cometido si tú cumples con el tuyo, y a cambio del tuyo Su
recompensa será el intercambio de la percepción por el Conocimiento. Nada está
más allá de lo que Su Voluntad dispone para ti. Pero expresa tu deseo de
recordarle, y ¡Oh maravilla!, Él te dará todo solo con que se lo pidas.
4. Cuando atacas te estás negando
a ti mismo. Y te estás enseñando específicamente que no eres lo que eres. Tu
negación de la realidad te impide aceptar el regalo de Dios, puesto que has aceptado
otra cosa en su lugar. Si entendieras
que esto siempre constituye un ataque contra la verdad, y que Dios es la
Verdad, comprenderías por qué esto siempre da miedo. Si además reconocieras que
formas parte de Dios, entenderías por qué razón siempre te atacas a ti mismo
primero.
5. Todo ataque es un ataque
contra uno mismo. No puede ser otra cosa. Al proceder de tu propia decisión de
no ser Quien eres, es un ataque contra tu Identidad. Atacar es, por lo tanto,
la manera en que pierdes conciencia de tu Identidad, pues cuando atacas es
señal inequívoca de que has olvidado Quién eres. Y si tu realidad es la de
Dios, cuando atacas no te estás acordando de Él. Esto no se debe a que Él se
haya marchado, sino a que tú estás eligiendo deliberadamente no recordarlo.
6. Si te dieras cuenta de los
estragos que esto le ocasiona a tu paz mental no podrías tomar una decisión tan
descabellada. La tomas únicamente porque todavía crees que puede proporcionarte
algo que deseas. De esto se deduce, por consiguiente, que lo que quieres no es
paz mental sino otra cosa, pero no te has detenido a considerar lo que esa otra
cosa debe ser. Aun así, el resultado lógico de tu decisión es perfectamente
evidente, solo con que lo observes. Al decidir contra tu realidad, has decidido
mantenerte alerta contra Dios y Su Reino. Y es este estado de alerta lo que
hace que tengas miedo de recordarle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario